Cuatro parashot en el Libro de Shemot describen la construcción del Mishkán (Tabernáculo) y sus utensilios: Trumá y Tetzavé detallan los mandatos de Di-s a Moshe al respecto de la construcción, mientras que las parashot Vaiakhel y Pekudei tratan del mandato de Moshe al pueblo y los pormenores de la construcción.
De esta manera comienza la parashá Vaiakhel: Moshe reúne a todo el pueblo de Israel y les transmite las palabras de Di-s: “Tomen de ustedes una ofrenda para Di-s...oro, plata y cobre”. Luego la parashá relata la construcción del Mishkán y, en la parashá Pekudei, se relata sobre la conclusión de todo el trabajo.
Sin embargo estas parashot no están escritas en una continuación ininterrumpida: hay una parashá que separa entre el mandato Divino y la realización práctica. La parashá Ki Tisá, que viene luego de Trumá y Tetzavé y antes de Vaiakhel y Pekudei, donde se describen otros asuntos.
Más aún, no solamente la parashá Ki Tisá no contiene asuntos relacionados a la construcción del Mishkán, sino que relata hechos que se oponen absolutamente al concepto y objetivo del Mishkán y a la morada de Di-s en la tierra. La historia principal de la parashá Ki Tisá es el pecado del Becerro de Oro, pecado que todas las generaciones, incluyendo la nuestra, aún trabajamos para corregir y sufrimos por él.
Es sabido que todo en el mundo ocurre por Providencia Divina, es decir, por una razón y objetivo específico establecido por Di-s. Esta regla no se aplica solamente a los hechos en sí, sino que, también, al orden en que los hechos ocurren. Si es así: ¿Por qué fijó Di-s el relato sobre el Becerro de Oro justo en medio de parashot que describen la construcción del Mishkán?
Se encierra aquí una enseñanza importante en el servicio de cada judío hacia Di-s. El trabajo de construcción del Mishkán relatado por la Torá en estas parashot, simboliza el trabajo de todo judío por hacer de sí mismo y del mundo que lo rodea, una morada para la Presencia Divina. Di-s manda a todo judío: “Haced un Templo para mí, y viviré dentro de ellos”, dentro de cada uno de ellos - los judíos.
Puede ocurrir que entre el mandato Divino y la realización práctica ingresen asuntos que dificultan el cumplimiento de la Voluntad de Di-s. Puede entrar el Ietzer HaRá – Inclinación al Mal – y arrastrar a la persona hacia asuntos que se oponen totalmente al objetivo del Mishkán.
Por el otro lado, cuando el mandato Divino desciende y es entregado por Moshe, las palabras son llevadas a la práctica inmediatamente, sin interrupciones de otros asuntos (como vemos en ésta parashá, que luego del mandato de Moshe, comienza la construcción del Mishkán). Aún si el Ietzer HaRá intenta mezclarse y molestar, sólo podrá demorar la construcción del Mishkán por unos días, pero al final se completará con éxito.
El mandato transmitido por Moshe en su época, así como el Moshe de cada generación, como está explicado en la Cabalá, que existe un Moshe en cada generación, tiene la fuerza de una promesa, que el mandato llegue a cumplirse y el pueblo judío lleva a cabo la Voluntad Divina y lleguen a que “la Gloria de Di-s llena el Mishkán”.
Este es el simbolismo detrás de que las parashot Vaiakhel y Pekudei se leen juntas en la mayoría de los años, para mostrar que no hay interrupción entre el mandato de Moshe y la compleción del trabajo de construcción del Mishkán en la práctica.
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