Es difícil poner en palabras el impacto del rabino Sholom B. Lipskar, quien falleció el Shabat 3 de mayo (5 de Iar), a los 78 años.

Durante más de cuarenta años fue el líder espiritual de la sinagoga de Bal Harbour, y gracias a su trabajo, lo que en su momento era un barrio de Miami poco amigable con los judíos se transformó en un centro vibrante de vida judía. Además, como fundador del Instituto Aleph, tuvo un papel fundamental en el acompañamiento espiritual de miles de personas, tanto en las fuerzas armadas como en el sistema carcelario.

Lipskar nació en la Unión Soviética, hijo del rabino Eliahu Akiva y de Rojel Lipskar, apenas veinte días antes de que su familia lograra escapar milagrosamente de detrás del Telón de Acero. Como no tenía papeles, lo trasladaron escondido… en una valija.

Después de pasar varios años en campos de desplazados, la familia emigró a Canadá, donde el padre del rabino, ya anciano, se dedicó a la educación.

A los 15 años, Sholom Ber fue enviado a Nueva York para estudiar en la Ieshivá Central de Lubavitch. En 1969, después de casarse con Jani Minkowicz y de un año de estudios avanzados en el Kolel, él y su esposa estaban listos para asumir su rol como emisarios del Rebe, que los envió a Miami, una ciudad que en aquel entonces ni siquiera contaba con lo básico en términos de infraestructura judía.

Antes de que se fueran, el Rebe les dijo: “¡Yo viajo con ustedes! ¡Váyanse con alegría!”.

Juntos, la pareja asumió la dirección de la naciente escuela diurna de Jabad, fundada por el rabino Avrohom Korf.

Después de una década de trabajo y estudio, el rabino sintió que era hora de ampliar horizontes. Con el apoyo del Rebe, él y su esposa fundaron una sinagoga en la zona de Bal Harbour y Surfside, un barrio elegante que en ese momento se oponía tanto a la llegada de judíos, que cuando Jani salió a buscar una casa, el rabino prefirió no acompañarla para no generar resistencia.

Desde esos comienzos humildes, lograron formar una comunidad que se convirtió en modelo para muchos otros centros de Jabad. A principios de los 90, construyeron un hermoso centro sobre la avenida Collins, conocido simplemente como La Sinagoga, que en su momento fue revolucionario por su tamaño y belleza. De hecho, fue el propio Rebe quien lo describió como un proyecto piloto para el mundo entero: un lugar donde los visitantes de todo el planeta pudieran inspirarse y llevarse esa inspiración de vuelta a casa. Casi 20 años más tarde, la sinagoga ya les quedaba chica, y fue ampliada con una inversión de 20 millones de dólares.

Pero el rabino estaba lejos de ser solamente un gestor o un constructor de edificios. Era, por sobre todo, un arquitecto de almas. Acercó al judaísmo a decenas de miles de personas y familias, de todos los sectores sociales. Desde gente con mucha plata en Florida hasta personas que vivían en situación de calle. Para él, todos eran iguales. Veía el alma, y hacía todo lo posible para que cada una brillara un poco más, a través de la Torá y del amor genuino.

Quizás el logro más representativo del rabino Lipskar fue el Instituto Aleph. Fundado por pedido directo del Rebe, luego de un farbrenguen muy fuerte sobre la necesidad de ayudar a los judíos encarcelados, el rabino tomó esa misión como un propósito de vida: asegurarse de que ningún judío fuera olvidado, por lejos que estuviera. Visitó cárceles, enseñó Torá entre rejas y dio dignidad y apoyo a un número incontable de personas.

Lipskar recordaba el momento en 1985 en que consiguió permiso de la Oficina de Prisiones para llevar a un grupo de 20 presos, seleccionados de 12 cárceles federales, a participar de un programa de mentoría de Aleph fuera de la prisión. Todos viajaron a Nueva York, y en Shabat, Lipskar organizó que los hombres se unieran al farbrenguen del Rebe en el 770 de Eastern Parkway, Brooklyn. Como el lugar estaba lleno, el rabino logró que les reserven una mesa para que pudieran sentarse juntos.

Pero a la 1:30, justo antes de que empezara el farbrenguen, el Rebe envió un mensaje a través de un secretario: el grupo no debía sentarse todo junto. La gente los iba a ver entrar, se iba a dar cuenta de que no parecían jasidim, y les iban a empezar a hacer preguntas. Podían sentirse avergonzados. En cambio, dijo el Rebe, era mejor que se mezclaran entre la multitud.

“Casi cada vez que pasaba por la casa del Rebe a pedir dólares, él no mencionaba el Aleph directamente”, contó Lipskar a Chabad.org en 2019. “Pero me daba un dólar especial para Aleph y decía, en ídish: ‘Por todo el Aleph’, o ‘El Aleph —la primera letra del alfabeto hebreo— guía a todas las letras que vienen después’, o algo por el estilo”.

Con el tiempo, Aleph también comenzó a brindar apoyo a personas que sirven en las fuerzas armadas, ofreciéndoles comida kosher, recursos, contención espiritual y acompañamiento.

Además de su esposa Jani, lo sobreviven sus hijos, Devorah Leah Andrusier y Zalman Lipskar, sus numerosos nietos, y sus hermanos: el rabino Mendel Lipskar, director de Jabad-Lubavitch en Sudáfrica, Batsheva Schochet y Yossi Lipskar.