Bsd.
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11. La mitzvá de Janucá consiste en encender luz. ¿Cómo originamos luz? Tomamos aceite, madera u otro material [combustible] similar, es decir, algo físico, y lo calentamos hasta que [a medida de que se va consumiendo, inexorablemente] pierde su condición corpórea, [esta materia genera luz] y comienza a iluminarlo todo en derredor.
El origen de [el precepto de encender] las Luces de Janucá [tiene como fundamento y] se origina en el encendido de las lámparas [del Candelabro –la Menorá–] en el Gran Templo de Jerusalén –el Beit HaMikdash–. Allí, todas las noches se encendían [las] luces [de la Menorá]. Pero en la época en que tuvo lugar el milagro de Janucá, [cuando el Macabeo Matitiáhu y sus hijos vencieron al poderoso ejército greco-sirio, e ingresaron al Beit HaMikdash para su reinauguración,] no encontraron aceite [ritualmente] puro [que tuviera intacto el sello del Sumo Sacerdote, el único apto] para el encendido de las luminarias. El Altísimo hizo un milagro, y se encontró una única vasija de aceite [ritualmente] puro lacrada con el sello del Sumo Sacerdote –el Kohén Gadol–. El aceite de esta tinaja era apenas suficiente para el encendido de un día, [pero] sucedió un milagro, y esta cantidad ardió durante ocho. En recuerdo de este milagro encendemos [las] luces [de la janukiá –el candelabro de ocho brazos de Janucá–] los ocho días de Janucá.
Si bien las Luces de Janucá se [fundamentan y] originan en las Luces del Beit HaMikdash, unas se diferencian de otras, no obstante, en varios aspectos:
a) La cantidad de lámparas encendidas en el Beit HaMikdash era siempre la misma; en contraste, en Janucá agregamos en cada una de sus noches una luz adicional.
b) El encendido del Beit HaMikdash se llevaba a cabo exclusivamente de día, [al atardecer,] cuando todavía reinaba la luz diurna1; en tanto que las Luces de Janucá se encienden recién después de la puesta del sol.
c) Las luces del Beit HaMikdash estaban ubicadas dentro [del Santuario], mientras que la mitzvá de las Luces de Janucá consiste en colocarlas "a la entrada de la casa, hacia afuera"2.
d) En la época en que se llevaba a cabo la mitzvá de [el encendido de] las Luces del Mishkán (el Santuario Móvil del desierto) y del [Beit Ha]Mikdash, los judíos no sufrían carencia material. En particular, en la época del Mishkán, o sea, durante su travesía por el desierto, los judíos tenían cubiertas todas sus necesidades: Se alimentaban del man –el maná– que caía del cielo; tenían agua del Manantial de Miriam; e incluso sus vestimentas crecían con ellos y permanecían siempre limpias3. Reinaba una situación similar cuando comenzó a ponerse en práctica la mitzvá de [el encendido de] las luminarias del [Beit Ha]Mikdash, en la época del Rey Salomón. Durante su reinado hubo paz y tranquilidad, ningún pueblo guerreó contra los judíos –por el contrario, muchos de ellos les pagaban impuestos–. En aquel entonces disfrutaban de un estado de [paz y sosiego, descripto en términos de] "cada cual bajo su viña y bajo su higuera"4.
[En aquella época,] prevalecía [también] espiritualmente un escenario similar, pues cuando el judío no sufre preocupaciones materiales, se entrega por completo a [el estudio de] la Torá y a [la observancia de] las mitzvot, [se concentra en] cuestiones espirituales, [en] ídishe zajn –cuestiones concernientes al judaísmo–.
En contraste, las Luces de Janucá se vinculan con una época en la que la Tierra [de Israel] estaba sometida al imperio greco-sirio, y el ejército judío se componía apenas de un reducido puñado de hombres. El contexto espiritual era análogo, [antes de producirse el milagro] no disponían de aceite [ritualmente] puro siquiera para una noche.
12. Todas las diferencias mencionadas se vinculan entre sí.
Mientras las circunstancias materiales son favorables, también lo son las condiciones espirituales –pues cuando el judío tiene [medios materiales, no escatima;] da para cuestiones espirituales con mano abierta y generosa–.
[En semejantes condiciones,] no es necesario luchar ni entregar la vida –mesirut néfesh–.
En un contexto tal, es suficiente [esforzarse y esmerarse día a día en medida idéntica,] con un número idéntico, y no es necesario incrementar [denuedo], pues todo se desarrolla con normalidad.
Tampoco es crucial empeñarse en iluminar [el 'afuera',] la "calle"; la calle, el mundo, no está dominada por la oscuridad. La Menorá iluminaba en el Beit HaMikdash y automáticamente resultaba iluminada la "calle", [el mundo exterior].
Pero en tiempos difíciles, en épocas de conflicto en las que no sólo se lucha contra los helenistas sino incluso contra judíos helenizados5 –pues [en los tiempos del Imperio Helénico] había judíos que no veían necesaria la existencia del Beit HaMikdash; para ellos, la propia identidad [judía] no era algo imperioso y preferían asimilarse a la cultura helenista–, en una situación compleja como esa, Di-s concedió la mitzvá del encendido de las Luces de Janucá. En semejantes circunstancias es crucial la entrega incondicional a Di-s –el mesirut néfesh–.
En tiempos así, no basta con iluminar el propio hogar, pues en la calle reina la oscuridad y esta oscuridad puede penetrar en la casa. Por lo tanto, es menester esforzarse para iluminar [también] la calle, el 'afuera'. [En semejantes condiciones adversas] encendemos estas luces [sean velas o aceite] cuando ya ha oscurecido, y [las ubicamos] precisamente junto a la entrada al hogar, con el propósito de iluminar la calle.
No basta con que la persona encienda las velas sobre la mesa donde come, o sobre su escritorio, y abra la puerta [de su casa] para que la luz también llegue a la calle. Debemos encender [las Luces de Janucá] cerca de la puerta, pues hay que esforzarse por iluminar la calle.
[Otro aspecto vital:] Tampoco alcanza [el encendido de] la misma cantidad de Luces que [se encendieran] la noche anterior. Pues la persona no debe contentarse con no descender [de su nivel espiritual] y mantenerse en el mismo estado que el día anterior; más bien, permanentemente debe tratar de ascender.
13. En resumen:
Cuando la penumbra es densa, la oscuridad de la calle no debe afectarnos. Por el contrario, nosotros debemos iluminar la calle con mesirut néfesh, e incrementar la luz cada día, hasta que obtengamos más aceite puro y límpido.
La estrategia para lograr éxito en esta misión es la siguiente:
a) No debemos conformarnos con la medida de luz que hemos irradiado el día anterior. Es crucial que la incrementemos todos los días. Una luz hoy, dos mañana, tres pasado mañana, y así sucesivamente. Si ya al principio [de esta titánica labor] comenzamos con muchas luces, no podremos dar semejante salto de una vez. Damos inicio [sólo] con una única luz, pero ya predispuestos a encender dos mañana y tres pasado mañana.
b) No podemos conformarnos con producir luz en nuestro propio hogar y esperar a que la misma llegue por sí sola a la calle. Es preciso esfuerzo para iluminar la calle.
c) La actitud a asumir para llevar a cabo lo dicho debe estar impregnada de mesirut néfesh, al estilo de lo que sucede al producirse un milagro, trascendiendo los límites de la naturaleza–. Incluso si alguien nos mira con un 'ojo torcido', ello no debe afectarnos. En cambio, concretaremos de todos modos la misión, el shlijut que Di-s nos encomendara, con mesirut néfesh.
14. Esto es [precisamente] lo que se demanda de cada judío. Que reconozca y tome conciencia de que él [no] es [más que] un "embajador" del Todopoderoso cuya misión consiste en "calentar" la materia con compone "su porción" en este mundo físico6, hasta el grado de lograr que ésta ilumine en su propio interior y también a su alrededor.
Y la estrategia para concretar dicha misión es no contentarse con lo logrado hasta el día de ayer, e incrementar luz todos los días. La persona debe saber qué hizo el día de ayer, con el objeto de reconocer cuánto debe agregar el día de hoy.
Y cuando incorporamos este estilo de servicio –[a saber:] hacemos todo con [la entrega incondicional y altruista que caracteriza al] mesirut néfesh, no nos contentamos con iluminarnos a nosotros mismos, y no nos conformamos con lo que hicimos hasta ahora-, tenemos la promesa [de la Torá] de que finalmente en la "calle" habrá luz, una luz que se irá incrementando, hasta que encontremos aceite puro para encender [la Menorá] en el Beit HaMikdash.
(de una Sijá del 21 de Kislev de 5713)
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