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A1

1. La Sección Semanal [Shminí] hace referencia a los animales puros cuya ingesta nos está permitida y a los impuros que no tenemos permitido comer2 . La Torá ofrece dos señales (simaním) para reconocer a un animal puro: 1) debe ser rumiante y 2) debe tener las pezuñas partidas3 .

Respecto de estas dos señales hay un estudio [de un exégeta talmúdico] 4 que analiza si la condición de pureza o impureza [de un animal] es determinada por estas señales o no. En otras palabras: [el planteo es,] si el ser rumiante y tener las pezuñas partidas convierte a un animal en puro, o si estos simaním son apenas señales identificatorias, es decir, el animal en sí es puro [y su ingesta está permitida] por otras razones [que no necesariamente están ligadas a estas señales], y el Todopoderoso introdujo en los animales de por sí puros estas señales sólo para que nosotros podamos reconocer cuáles lo son e identificarlos como tal.

La diferencia [resultante] entre ambas posiciones es la siguiente: La Ley de la Torá establece que "aquello que 'sale' (nace) de lo puro es puro" 5 , aunque no presente las señales de pureza [ritual]. Por ejemplo: cuando la cría de un animal puro no tiene las pezuñas hendidas, dado que nació de un animal puro, a pesar de la ausencia de las señales de pureza en la cría se la considera, no obstante, pura.

Ahora bien, si las señales de pureza fueran apenas signos de reconocimiento (como sugiere la segunda propuesta) [y no hacen que el animal sea puro], esta regla ["aquello que nace de lo puro es puro"] se deduciría también por simple razonamiento lógico: dado que este animal nació de uno que es puro, los signos identificatorios, son [en este caso] irrelevantes [pues estamos seguros, por otra vía, de la procedencia pura del animal]. En cambio, si las señales [no son sólo identificatorias sino que] son las que determinan su pureza, la lógica dictaría que aquella cría que no tiene las pezuñas hendidas debería considerarse impura [y su consumo prohibido]. Y el hecho de que la Halajá (Ley Judía) establezca que [aun en esa instancia, sin señales de pureza,] sea pura, se debe a que [la norma de que "todo lo que nace de lo puro es puro" no] es [una deducción racional sino] un decreto de las Escrituras.

Una vez más, también el hecho de que la pureza [de un animal carente de señales distintivas] se determine por lógica o por un decreto de las Escrituras tiene consecuencias halájicas (legales) [en la vida práctica]:

[La Halajá establece que] está prohibido jugar con alimentos puros. Esto se aplica sólo cuando el alimento proviene de una especie pura. En cambio, si la especie per se [de la cual proviene este alimento] es impura, sólo que a causa de un decreto de las Escrituras es declarada pura, no rige tal prohibición.

Esta distinción [entre especies puras en mérito propio y aquellas que lo son por decreto de las Escrituras] puede observarse en el contexto del versículo: "El Leviatán, que Tú has creado para jugar con él" 6 . El [Talmud] Ierushalmí7 pregunta: ¿Cómo es posible que se pueda jugar con un ser puro? Y responde: El Leviatán, por mérito propio, es un ser vivo impuro, pero fue declarado puro por medio de un decreto especial. Vemos de aquí, entonces, que si la pureza de un ser creado se debe solamente a un decreto de las Escrituras, está permitido jugar con ella.

2. Existen varias pruebas que permiten sostener que las señales de pureza son factores determinantes de esta condición [del animal, y no meras marcas de reconocimiento]. De hecho, el texto mismo de las Escrituras parecería sustentar esta idea cuando declara que ciertos animales están prohibidos "debido a que son rumiantes pero no tienen la pezuña dividida..." 8 . Otra evidencia puede obtenerse de la norma que establece que un "gallo de pantano" [que nace con las características de un ave impura,] está prohibido9 . El [comentario de] Tosafot10 señala que en el caso del "gallo de pantano" no aplicamos la regla de que "lo que nace de lo puro es puro" porque la gallina no dio a luz un polluelo.

Simplemente puso un huevo en la tierra (en el pantano), y de éste se desarrolló aquel polluelo. Por ende, [el consumo de] esta ave está prohibido pues tiene las señales distintivas de impureza. Ahora bien, si las señales sólo tiene un fin identificatorio, y nosotros sabemos de qué especie proviene esta ave en particular, ¿qué importa que tenga las señales de impureza? [¡Después de todo, su procedencia, sabemos, es de una especie permitida!]. Por lo que de aquí se deduce indefectiblemente que las señales de pureza [establecidas por Di-s en Su Torá] son las que determinan y causan la pureza [de un ave o animal o, en su defecto, su impureza]. Así, [en opinión de Tosafot,] la norma que establece que "Lo que nace de lo puro es puro" es un decreto de las Escrituras que [tiene la fuerza de imponerse a carencia de señales de pureza, decretando que un animal sea puro, siempre y cuando éste provenga de una especie pura. Pero este principio] no se aplica al caso del "gallo de pantano", pues éste "creció de la tierra" [y no emergió directamente de la especie de la cual procede, por lo que, habiendo nacido con las señales de las aves impuras, éstas determinan su impureza].

[Conforme lo expuesto –que las señales distintivas son la causa de la pureza de un animal y no apenas elementos que permiten identificarlo como tal–] es preciso [analizar y] entender qué conexión [intrínseca] hay entre [los signos distintivos de] ser "rumiante" y tener las "pezuñas partidas", con [el hecho de que estos determinen] la pureza.

Es más, incluso de sostener que dichas señales no son más que identificadoras de los animales que son de por sí puros, en vista de que todo, aun las cuestiones mundanas, sucede de determinada manera y no de otra en razón de [los designios de] la Providencia Divina –y por supuesto, y con más razón, es así en relación con los temas vinculados a la Torá y sus mitzvot–, el hecho de que estas señales de pureza [y no otras] fueran las establecidas [por Di-s a estos efectos], es clara evidencia de que las mismas están intrínsecamente relacionadas con la pureza, al menos como derivadas de la misma (a efectos de identificación) aun sin llegar a ser sus causales, como lo establece la primera postura.

3. Una de las razones para la prohibición de [comer] determinados alimentos11 se debe a que todo lo que la persona ingiere se transforma en "sangre y carne de su propia carne", [es decir, el alimento se transforma en parte integral del ser]. Por ello, la Torá prohibió los maajalot asurot (alimentos prohibidos): para evitar que el hombre asimile las características negativas presentes en estos.

Este principio se aplica también a [lo que representan] las señales de pureza e impureza: Si la prohibición de ingerir animales que no son rumiantes ni tienen las pezuñas separadas tiene por objeto evitar que el hombre asimile estas características como parte de su personalidad, de ello se deduce que la conducta de la persona debe contemplar la inclusión de comportamientos tales como "pezuñas partidas" y ser "rumiante" [como se explicará más adelante].

4. Como se mencionara [en numerosas ocasiones,] cada tema de la Torá es una enseñanza para guiar los pasos del hombre12 . Por lo tanto, las señales distintivas de pureza, que al menos identifican a un animal como puro13 , constituyen asimismo una enseñanza: en el ser humano, las cualidades de "rumiante" y "pezuñas partidas" en su carácter determinan si sus conductas son "puras" [y sanas], o –Di-s libre– todo lo contrario.

Hay otro aspecto en esta enseñanza:

Cuando la Torá otorga señales distintivas, éstas son para reconocer a un animal [puro de otro que no lo es]. El paralelo espiritual de esta situación, en el ser humano, es el "animal que se encuentra en el corazón", el Alma Animal. Estas señales no fueron dadas para analizar cuestiones relacionadas con el Alma Divina, es decir, para determinar si la Torá y las mitzvot de la persona se observan verdaderamente lishmá (con el único objetivo de cumplir la Voluntad de Di-s y conectarse a Él), o se lo hace con otras finalidades. Pues incluso de ser así, se debe estudiar Torá y observar las mitzvot de todas maneras, [como declaran nuestros Sabios:] "La persona siempre debe estudiar Torá y observar las mitzvot, aun si no fuera lishmá, pues [finalmente llegará al nivel de hacerlo lishmá" 14 ]. El análisis y reconocimiento [de si una actitud es "pura" o "impura"] debe estar orientado a las cuestiones que involucran temas materiales y mundanos relacionados con el Alma Animal. En esa instancia sí hay que reconocer si el "animal" [que se encuentra en el corazón del hombre] es "puro" o no.

Ambas clases de animales, puros e impuros, se mencionan en la Torá. Esto significa que una persona puede observar la Torá, y aun así ser un "animal impuro". Najmánides (Rambán) señala que es posible ser un "malvado en el 'contexto' de la Torá" (es decir, se puede creer que se transita por el camino de la Torá, cuando en realidad se está violando el precepto de kedoshím tihiú ("santos seréis"), uno de los fundamentos del servicio a Di-s15 ). Por lo tanto, para permitirnos distinguir qué constituye un "animal puro" [en el corazón de la persona], la Torá nos ofrece dos señales: 1) Que tenga "pezuñas partidas"; y 2) que sea "rumiante".

5. En líneas generales, también en el reino animal existe una diferencia básica entre su cabeza y sus patas (como es evidente de las leyes de trefot (animales que tiene defectos en determinados órganos, etc.)); asimismo, incluso en los animales, sólo las patas están próximas a la tierra. [En términos de la analogía con el hombre,] esto implica que las facultades elevadas [de la persona, su intelecto y sus emociones,] –incluso del Alma Animal– no deben estar inmersas en la materia, en las cuestiones terrenales16 ; sólo [las "patas" del Alma Animal, es decir] sus fuerzas de asiá (acción), deben estarlo –cuando fuere preciso–.

(En la época del Rebe Shalom Dovber de Lubavitch había un jasid, un hombre de alta talla espiritual, bendecido con talentos especiales, que estaba excesivamente involucrado en el negocio de las galochas. El Rebe le dijo: "Pies 'metidos' en galochas, he visto, pero ¿la 'cabeza en galochas'...?").

Asimismo, incluso en relación con las "patas", [la facultad inferior de acción de la persona,] debe haber una "pezuña" entre la "pata" y el suelo (la tierra), una interposición entre el pie y lo mundano, [de modo que el individuo, incluso con sus facultades inferiores, se involucre en las cuestiones mundanas apenas lo imprescindible].

No obstante, esta "pezuña" que separa [entre lo material inevitable y la persona,], debe estar "hendida", abierta. Esto significa que incluso [estando involucrado] con las cuestiones mundanas, debe [conservarse siempre una "abertura" por la cual pueda] iluminar la Luz Divina, y detectarse también, [gracias a esta "abertura",] Divinidad en las cuestiones terrenales17 .

— Esto es análogo a la interpretación que da la Filosofía Jasídica acerca del concepto de "cabellos" 18 . [Respecto de éste encontramos las siguientes normas halájicas:] "El cabello al descubierto de una mujer es considerado desnudez" 19 . También en cuanto a los levitas se ha dicho: "Pasarán la navaja por todo su cuerpo" 20 [eliminado todo vestigio de cabello]. En cambio, las Escrituras declaran [lo contrario] acerca del nazír (nazareno): "Dejará crecer su cabello libremente" 21 [y no debe cortarlo]. [¿A qué se deben estas normas y sus diferencias?] La Filosofía Jasídica lo explica diciendo que en aquellas instancias en las que la energía vital y Luz es reducida, el cabello (que representa el concepto de tzimtzúm, la contracción [de la vitalidad, ya que en éste no hay sensibilidad], [creciendo fundamentalmente sobre el cerebro, asiento de las funciones más excelsas del hombre, pero] con la interposición [restrictiva] del cráneo) es un defecto [y por lo tanto debe quitarse]. En cambio, donde reina la abundancia de vitalidad y Luz, debe haber pelo. Por lo tanto, en el caso del nazír se señala: "...santo será, dejará crecer su cabello libremente". Lo mismo es válido para las pezuñas del animal: éstas deben estar divididas [para que el animal sea puro22 ]) —

Lo dicho antes sigue el curso de la declaración en el Tania, de que "incluso en las cuestiones terrenas, la persona no debe separarse del Unico [Di-s] de la Verdad" 23 . Por lo tanto, [también en su sentido espiritual] la 'pezuña' debe estar 'separada' completamente. De 'arriba hasta abajo'24 , llegar hasta lo más bajo, pues sólo entonces el 'animal' puede ser un 'animal puro'. Sólo entonces puede lograrse que el 'animal' que hay en el hombre –los aspectos materiales necesarios para [la manutención de] el cuerpo– pueda ser un 'animal puro'.

Así, está escrito en Kehilat Iaacov (de Rabí Iaacov Tzvi Ioles, autor de Meló Haroím), que la palabra behemá/ (animal) es un acrónimo de "Basár Haioréd Min Hashamáim – carne que desciende del cielo" 25 , instancia en la que con seguridad será un "animal puro", ya que "nada impuro desciende del Cielo" 26 .

7. Existe otro aspecto con respecto a las "pezuñas divididas" 27 [en el que el requerimiento legal conlleva una enseñanza espiritual, orientando nuestro servicio a Di-s]: La 'pezuña' debe estar dividida en dos. Esto indica que nuestro caminar por la tierra, es decir, nuestra actividad mundana, debe incluir dos principios: "La mano derecha acerca [contiene], y la izquierda aleja" 28 [impone límites].

Hay quienes sólo se manejan con el criterio de "la mano derecha [que] acerca", sin ninguna restricción. Argumentan que para acercar a un judío a la Torá, conviene flexibilizar las normas establecidas por la Torá, e incluso [van más lejos y proponen] adaptar la Torá –Di-s libre– a las tendencias reinantes y al "espíritu predominante de la época".

[La preocupación por] acercar a todo judío a la Torá es algo correcto, como ya se explicara en varias ocasiones29 que lo enunciado por la Mishná, "Ama a las criaturas, y acércalas a la Torá" 30 , significa que se debe acercar a la Torá incluso a aquellos que no son más que meras "criaturas", es decir, aquellos en quienes no se refleja otra virtud más que la de ser seres creados por Di-s31 . [Esta es la aplicación práctica de "la mano derecha acerca"].

No obstante, decir que por este motivo se deba –Di-s nos libre– "corregir" la Torá –cuando en realidad [toda modificación] significa arruinarla– contradice el espíritu de la Torá. Esto es evidente de la misma Mishná: dice "acércalos a la Tora" – se debe acercar la gente ala Torá, y no "arrastrar" la Torá y reformarla [para ofrecérsela] de acuerdo al criterio y conveniencia de los demás.

Aun si fuera verdad que semejante actitud atraerá a más judíos, debemos saber que según la Ley de la [propia] Torá está prohibido alterar siquiera su orden más sencilla, ya sea originada en las Escrituras mismas o una ordenanza de carácter rabínico, incluso dispuesta por las autoridades rabínicas de las generaciones recientes32 ; [y ésta es la aplicación concreta de "la mano izquierda que 'aleja', impone límites"].

(Los únicos cambios posibles son aquellos autorizados por un Profeta auténtico, e incluso en ese caso el cambio no puede ser más que una medida temporaria. En una situación extraordinaria tal, el actuar de ese modo es Ley de la Torá, no menos que cualquier otra mitzvá que la persona debe obedecer. Así sucedió con el Profeta Eliahu en el Monte Carmel: él era un Profeta auténtico y sus instrucciones fueron órdenes temporarias necesarias para uncaso de emergencia33 . Fuera de estas condiciones, está prohibido incluso el desvío más leve de lo que la Torá prescribe, sin importar los efectos 'positivos' que éste pueda tener).

Lo cierto es que haciendo modificaciones a la Torá no sólo que nada mejorará, y ningún judío adicional se acercará a la Torá, sino todo lo contrario: la situación empeorará; pues aquellos que intentan acercar a las "criaturas" terminarán arrastrados por aquellas, al extremo de desvirarse ellos mismo totalmente –Di-s libre– de la Torá y el judaísmo.

El concepto antedicho encuentra expresión en la siguiente parábola de mi suegro, el Rebe [anterior]: Cuando una persona está perdida en el bosque en medio de feroces bestias, es obvio que no se llegó a la profunda espesura del bosque directamente desde su casa. Inicialmente transitó el camino correcto (el 'camino real', el del Rey del universo); luego se desvió de éste camino del Rey, apenas el espesor de un "cabello", luego otro tanto más, a lo que siguió otro y otro, hasta que súbitamente se encontró en la profundidad del bosque en medio de bestias feroces34 .

8. [Para que el "animal en el corazón de la persona" sea puro, el poseer únicamente] la señal de 'pezuña dividida' no es suficiente.

Se requiere también de otra: [El 'animal' debe ser] 'rumiante'. [En términos del servicio a Di-s, esto significa que] el individuo debe analizar cuidadosamente cada actividad mundana que pretende emprender. Debe 'masticar', pensar y sopesar una y otra vez, si es que debe hacerla y [en caso de que sí,] cómo debe hacerla. Sólo entonces será un 'animal puro'.

En la terminología jasídica35 , éste es el proceso de birurím, el que demanda primero el birur Ban y luego el birur Ma36.

9. En este contexto existe otra lección adicional que puede obtenerse de las señales de pureza de las aves:

Respecto de las aves no nos podemos basar únicamente en señales [físicas] de pureza, sino que precisamos contar también con una tradición oral que nos confirme la pureza de aquella especie específica37 . Surge la pregunta: ¿Para qué hace falta contar con una tradición oral? ¡Observemos las señales [físicas], y ya sabremos por nosotros mismos [si el ave es pura o no]!

Es que [este requerimiento aporta una lección más en nuestro servicio a Di-s:] La persona no puede fiarse [exclusivamente] de su propia lógica e inteligencia. Es posible estudiar el Shulján Aruj (Código de Judío de Leyes), e incluso comportarse, basándose en la propia lógica personal, "más allá de los requerimientos estrictos de la Ley" ¡y al mismo tiempo encontrarnos en el más bajo de los abismos espirituales, Di-s libre! Debe existir una "tradición", una mesorá. El término mesorá se relaciona con la palabra mesirut, entrega devota y conexión (hitkashrut). Hay que estar ligado al Rebe, el "cazador experto", al Rebe que se dedicó [exitosamente] a salvar almas judías –y es "experto en ellas y en sus nombres"– de la seducción del Iétzer HaRá, la Inclinación al Mal38.

(compilado de Sijot de Shabat Reé 5710 y Shminí 5716)