Hace algunos años, si alguien salía por ahí proclamando que "el mundo está llegando al fin", ese hombre recibía una mirada de compasión. Hoy, este asunto es seriamente debatido por científicos y líderes mundiales. Escuchamos diariamente escandalosos relatos sobre los gases en la atmósfera, los glaciares evaporados, la desaparición de los osos polares, todo eso con previsiones de que el mundo inmediatamente será un desierto estéril. A medida que estas previsiones catastróficas comiencen a penetrar en nuestra conciencia ¿Nuestra fe en la certeza de la vida, comenzará a atenuarse? ¿La determinación necesaria para enfrentar los desafíos de la vida comenzará a disminuir?

Duda en Egipto: El faraón decreta que todos los judíos recién-nacidos deben ser tirados al Nilo. Eso efectivamente haría de los hebreos un pueblo extinto, una reliquia de la Historia. Sin futuro, aparentemente no había cualquier objetivo en la vida, y ciertamente no había por qué procrear. Esta era la línea adoptada por Amram y su esposa Yojeved, que decidieron separarse. No había motivo para que continúen casados. Miriam, la hija, los amonestó, "No deben desistir, hay un plan maestro del cuál no estamos a la par", -insistía ella. No hay motivo para desesperación, cuando solamente Di-s sabe lo que nos reserva el futuro; lo que el destino reservó para nosotros. Ellos ven sabiduría en sus palabras y se casan nuevamente. Los corazones repletos de confianza en Di-s. Su acto de coraje fue recompensado; nació Moshé. Había un futuro, y que futuro!

Kidush sobre una miga de pan:

Auschwitz, 1945. Mi abuelo, Hanoj, está en la fila de las cámaras de gas de Auschwitz. Su sonrisa se esfumó durante los meses que pasó allí, sustituida ahora por una mirada preocupada y deprimida. Él bien sabía a donde iba la fila, no había secretos. El mundo estaba terminando. No había como volver. No había futuro – no para él, y no para su pueblo. Era la noche del viernes; Hanoj buscó en el bolsillo y algo encontró; eran unas migas del pan duro que había juntado durante toda la semana. Racionaba el trozo de pan diario para que el viernes pudiera recitar el Kidush sobre algunas migas.

Quería cumplir su último precepto. Para asombro de todos, comenzó a recitar el Kidush como si estuviera de pie en la mesa del Shabat. Comió una miga y repartió el restante con los otros judíos a su alrededor. Aquella noche los cielos se abrieron para oír el Kidush de Hanoj. Y en ese mismo momento, la cámara de gas presentó un defecto. Treinta años después él aún estaba con nosotros para contar la historia de aquel fatídico Shabat en Auschwitz. Su Shabat vive en mi hijo pequeño, cuando él se queda a mi lado y santifico el Shabat con un vaso de vino en mi mesa en Brooklyn. Hanoj no desistió, y hubo futuro.

¿Nos vamos a derretir? ¡No! Así somos. Nunca desistimos. Hay futuro, y será bueno. Abrir mano del futuro es un fracaso en sí mismo. Los académicos continuarán debatiendo si nuestro destino está en las manos del clima en mutación. Nosotros continuaremos haciendo lo que debemos hacer, queriendo hacer este mundo un lugar mejor, con menos polución, menos violencia y tinieblas.

De una cosa, sin embargo, no dudamos. ¡Hay futuro!