En los últimos días y semanas los medios han sido inundados con acusaciones, evidencia, juicios y sentencias que giran alrededor de varios actos de abuso. Tanto si el perpetrador es una figura religiosa, una estrella del rock u otra persona poderosa, en todos esos casos nos entristecemos y horrorizamos por las inocentes víctimas que han sido atacadas.
Dependiendo de la sociedad, cierto comportamiento, acciones y relaciones son considerados apropiados, mientras otros no. Una vez que una sociedad determina que algo es abusivo o degradante, entonces es considerado moral, y también legalmente, incorrecto. Sin embargo, correcto e incorrecto son reglas subjetivas, basadas únicamente en lo que otros consideran correcto o incorrecto en cualquier momento.
Históricamente, y continuando hasta el presente, es asombroso como las mismas acciones pueden fluctuar de un extremo del espectro donde son deseables, al otro, en el que son vistas como horribles y destructivas.
La mayoría de la gente está de acuerdo de que no se debe permitir que un hermano despose a su hermana. Puesto que nuestra sociedad ha considerado a tal relación perversa, no desafiamos el hecho de que no debe ser permitida. Pero, ¿qué pasa si nuestra sociedad no tiene problema con ello? ¿Qué pasa si es socialmente aceptable desposar a un pariente, como era el caso en el Egipto de los Faraones? ¿En ese caso repentinamente estaría bien?
En la época de los griegos no sólo era aceptable, sino que se animaba a los hombres mayores a que tuvieran relaciones con jóvenes muchachos pre púberes. No era visto como abuso. Era visto como una forma normal de ínter actuación entre hombres y niños.
Hasta hace poco cuando fueron creadas determinadas leyes para proteger a las mujeres, no había tal cosa como hombres declarados culpables de violar a la esposa. Puesto que los dos estaban legalmente casados, el gobierno asumía que era derecho del esposo tener relaciones con su esposa, aun si ella no estaba de acuerdo.
Sin embargo la Torá tiene una muy claramente definida descripción acerca de qué relaciones están permitidas, y cuáles están prohibidas. En algunos de esos casos puede ser difícil de comprender a primera vista. ¿Cómo puede ser que un acto sea un acto de amor mientras que otro es una abominación? Usualmente nuestro problema surge del hecho que estamos forzando nuestras opiniones y definiciones de correcto vs. incorrecto, moralidad vs. inmoralidad, en la Torá. No obstante la Torá no puede ser reducida a nuestras cambiantes ideas. Las definiciones de la Torá no cambian de acuerdo alo que es socialmente aceptable.
Por ejemplo, entre otras prohibiciones, la Torá nos enseña que un hombre no puede desposar a determinadas parientes próximas, las ex esposas de determinados parientes cercanos, una esposa que no ha sido divorciada en forma válida de su anterior marido, la hija o nieta de su ex esposa, o la hermana de su ex esposa durante la vida de ésta.
Esas relaciones no están prohibidas porque son consideradas antinaturales. En la sociedad actual, muchos suelen argumentar que si algo es natural, si es un deseo innato, entonces debe ser permitido. La Torá nunca niega que uno puede tener una tendencia o deseo hacia algo que está prohibido. En todo caso, es lo opuesto: el motivo por el que hay una prohibición es porque la Torá reconoce que algunas personas pueden tener un deseo natural por esa acción, pero debido a que está mal y es destructiva, hay una ley que la prohíbe.
La Torá es extremadamente sensible a todo contacto e interacción entre los sexos. Hay numerosas leyes que prohíben situaciones en las que un hombre y una mujer puedan estar solos juntos, y eso también se aplica a adultos con niños, cuando no se trata de un padre con su hijo. Además, no está permitido ningún contacto de ninguna clase entre un hombre soltero y una mujer o un hombre y una niña, o una mujer y un niño.
Para muchos esas leyes pueden parecer extremas, reaccionarias e innecesarias. ¿cómo puede ser que un niño no pueda abrazar al mejor amigo de su padre, o dos adultos compañeros de trabajo de diferente sexo no puedan trabajar solos en la oficina para terminar un proyecto importante?
Y sin embargo, cuando leemos las noticias de estos días, cuantas de las terribles tragedias no habrían ocurrido si alguien más hubiera estado en el lugar. Cuantos niños y niñas pequeñas habrían sido aterrorizaos por adultos abusadores en los que otros confiaban. Cuan a menudo oímos de "violaciones en citas" y otros ataques similares en los que una mujer estaba sola con alguien que conocía y al que no temía.
Esas leyes son dobles. Existen para protegernos de los demás y para protegernos de nosotros mismos. Existen porque la Torá sabe que el contacto, la fisicalidad y la proximidad están despiertos. La Torá sabe que la sexualidad es increíblemente poderosa. La Torá no ve esas verdades como negativas, sino como fuerzas intrínsecamente positivas. La Torá quiere que nos unamos y conectemos con otro íntimamente. Pero la Torá quiere que haya tanto un dador como un receptor activos. La Torá quiere estar segura que ambos compañeros están comprometidos en una relación matrimonial en la que su intimidad física es paralela a su vínculo espiritual y emocional, y que a través de su amor crearán una encarnación eterna de su amor y relación.
Nuestro primer mandamiento en la Torá es crecer y multiplicarnos. Nuestra primera mitzvá es tener relaciones físicas. . Y sin embargo, debido a que su capacidad es tan santa, también tiene la habilidad de ser el acto menos santo. La procreación es la manera más cercana en que un ser humano emula a nuestro Creador. Así como Él ha creado el mundo, así también cuando tenemos hijos, en un nivel microcósmico, también nosotros creamos.
Se nos ha enseñado que una de las características que diferencian a un humano de un animal es nuestra habilidad de tener dea vedibur, conocimiento y habla. Y la Torá se refiere a las relaciones maritales como "conocimiento" ("Y Adam conoció a su esposa Java" —Génesis 4:1). Se entiende por relaciones a la habilidad de tomar el más profundo y esencial aspecto de uno mismo, y transmitirlo a otro para crear una nueva realidad y una representación física del amor de la pareja. Se nos enseñó que en todo momento en que un hombre y una mujer tienen relaciones en el contexto de un matrimonio divinamente sancionado, se crean almas a través de su intimidad. A veces esas almas vienen a cuerpos físicos, otras veces permanecen espirituales, pero toda relación íntima crea almas.
A causa del poder de la sexualidad, aun dentro del contexto del matrimonio hay circunstancias en las que a la pareja le está prohibido estar juntos físicamente. En adición a la época en que la pareja está separada a causa de las leyes de pureza familiar, hay otros tres momentos en los que la ley de la Torá dice que la pareja no debe estar junta: 1) si uno de sus integrantes está ebrio, 2) si la pareja ha decidido divorciarse, 3) si una de las personas está pensando en otro. Esas tres restricciones nos muestran que para que una pareja tenga relaciones, mente, corazón, cuerpo y alma deben estar unidos y conectados uno con el otro. Si una de las partes, tanto física, mental o espiritualmente, no está en el lugar, entonces el contacto físico no ocurre.
El contacto físico está prohibido en esos casos porque para crear, ambas personas deben estar completamente concientes y deseosos de compartir su amor con el otro. Si el deseo físico brota de otra cosa y no de su meta, entonces es el animal interior que está buscando gratificación, y mientras los cuerpos se conectan, finalmente el acto provoca una pelea y una separación entre los dos.
Esta dualidad puede ser vista en la palabra hebrea jaia. Jaia significa tanto "vida" como "animal". La forma en que vivimos y la forma en que creamos vida son a través del amor y el unirnos con otro ser humano. Pero cuando usamos nuestra fisicalidad no para crear sino para destruir, entonces ya no somos humanos, no vivimos. Es entonces cuando somos implemente un animal, algo que no piensa, no habla, sino simplemente actúa, para su propia gratificación, pacer y deseo.
Cuando se hace mal uso o abuso de la fisicalidad, los resultados son increíblemente poderosos en la más negativa de las formas. Tomar ventaja de otro ser humano, forzarse uno mismo cuando lo no deseado es la más grande e intrusiva violación. En esta clase de situación, hay una sola persona que es el dador y el receptor. El abusador da, pero lo hace para su propia satisfacción y goce, por lo tanto él o ella es también el único receptor. La persona de la que se toma ventaja no es un receptáculo, no es parte de esa relación, sino que ha sido transformada en un simple objeto. En todo momento en que ambos no están eligiendo y deseando concientemente esa intimidad, y en todo momento en que esa intimidad no es una expresión de amor dentro del contexto de una unión marital, la Torá nos enseña que las motivaciones son incorrectas y destructivas. Si la meta de la fisicalidad no es crear un vínculo eterno y la representación del amor que es compartido entre el hombre y la mujer, si no es amor expresado a través de la fisicalidad sino amor que está motivado por la fisicalidad, entonces es una degradación, más que el cumplimiento, de nuestro más Divino poder.
Las intrincadas leyes de la Torá con respecto a la sexualidad, el matrimonio y las relaciones, tienen por objetivo enseñarnos cuan poderosos y santos pueden ser nuestros cuerpos. Esas leyes son para recordarnos que somos humanos, y porque somos humanos, en todo lo que hacemos tenemos una elección. Y esa elección es para reducirnos a un animal de la jungla, o para elevarnos al Creador que nos ha dado vida. Cuando actuamos Divinamente, somos una nefesh jaia, un "alma viviente"; y cuando no lo hacemos, entonces sólo somos una jaia, una bestia.
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