Pregunta

Se sabe que la Torá prohíbe todo tipo de contacto entre el hombre y la mujer, y hasta incluso, prohíbe que se encuentren en una habitación al mismo tiempo, a menos que sean familiares directos o que estén casados. Esto aplica a todo hombre y a toda mujer, sin importar su edad ni si existe algún tipo de atracción física entre ellos. Sumado a esto, hay una serie de normas respecto a cómo vestirse con “recato”. ¿No es eso un poco exagerado? ¿Tenemos nuestro instinto animal tan a flor de piel?

Respuesta

Cuando un hombre y una mujer se encuentran en la misma habitación, con la puerta cerrada, esto se considera un hecho sexual. No necesariamente por lo que pueda pasar, sino por lo que de hecho ya ha acontecido. Puede que no sea un evento memorable, pero se considera un encuentro sexual porque para el hombre y la mujer todo se reducía al encuentro sexual.

En la actualidad, en este mundo “libre”, las personas, en general, han dejado de pensar en esos términos. Lo que ocurre es que comenzamos a construir todo tipo de defensas y barreras a fin de evitar la exposición constante y el estímulo que puede existir en las actividades que hombres y mujeres comparten, desde escuelas mixtas hasta campamentos o gimnasios; y de esa forma, comenzamos a aislarnos de ciertos grupos de personas. No podemos ser sexualmente libres tal cual nos creó Di-s. Cuando un hombre dice “tengo una amiga mujer, somos simplemente amigos nada más, no me siento atraído a ella de manera sexual, ella no es mi tipo”, debemos preguntarnos qué es lo que realmente ocurre. ¿Se trata de una persona muy disciplinada? ¿O se trata de una persona cuya esencia ha muerto un poco?

¿A qué se refiere cuando dice “no es mi tipo”? ¿Cuándo surgió todo esto? Todo es artificial. No responde a la verdadera naturaleza sexual humana. Y ni siquiera es real en este contexto porque en caso de hacer una leve modificación de las circunstancias, fácilmente, podría sentirse atraído. Después de todo, se trata de un hombre y de una mujer. ¿Cuántas veces hemos escuchado de relaciones que surgen como algo casual, amistoso, y luego toman un tinte íntimo? Ese hombre y esa mujer que comparten todo tipo de actividades, de pronto, se dan cuenta de que se sienten atraídos mutuamente. Se trata de adultos, seres humanos inteligentes, y sin embargo, este sentimiento los toma por sorpresa. Parecería ser algo tonto y sin sentido.

Por lo tanto, el cerrar las puertas debería ser considerado un hecho sexual. Por lo que debemos preguntarnos: ¿Estamos preparados para eso? ¿Está permitido? ¿Es apropiado? Si la respuesta es no, entonces deberíamos dejar la puerta abierta. ¿Deben los hombres y mujeres saludarse con un apretón de manos? ¿Debe considerarse esto un gesto de intimidad? ¿Cualquier acto físico amigable debería considerarse íntimo? Sí, debería ser considerado como tal.

Desde ya, estas leyes no garantizan que no se cometa un pecado. Nunca lo han hecho. Hay personas que se visten con mucho recato, que se cubren completamente y sin embargo cometen pecados. En estas situaciones, puede que resulte más complicado caer en el pecado, pero ocurre. Todas estas leyes no existen solo para reducir las posibilidades de cometer algún acto incorrecto. También, preservan la sexualidad porque la sexualidad humana es lo que Di-s quiere. Nos dio estas leyes justamente para preservarla, para fortalecerla y para que nos aseguremos de que esté focalizada en el objetivo correcto y en las circunstancias correctas, no para que se convierta en algo rígido.

Nos hemos tornado un poco insensibles respecto de nuestra sexualidad. Incluso en el matrimonio, un beso al pasar se torna frío y distante y luego corremos apresurados a terapia para pedir consejos. ¿Y qué nos dice el terapeuta? Nos recomienda no tener contacto físico por dos semanas. El judaísmo nos dice eso sin cobrarnos un peso, totalmente gratis. Este tipo de terapia ha estado vigente por los últimos 3000 años. Y aún funciona. Es una idea maravillosa.

Al no cerrar la puerta, estamos reconociendo nuestra sexualidad y la de la otra persona. Siendo recatados, reconocemos nuestros límites; si reconocemos dónde comienza la intimidad y no esperamos que la situación se convierta en algo tan íntimo que se nos vaya de las manos, viviremos más sanamente.

Esta conducta no necesita de un cambio drástico en nuestro estilo de vida, pero sí la mejora considerablemente. Somos capaces de relajarnos más, de ser más espontáneos porque sabemos que podemos confiar en nosotros mismos. Hemos definido nuestros propios límites y, por ende, podemos ser libres. Nos saca un gran peso de encima y nos convierte en seres mucho más capaces de amar.