La Sección de Mishnaiot Moed, (Tratado Jaguigá), concluye 1 con el dictamen que establece que los Altares de Oro y Cobre [que se hallaban en el Gran Templo] no recibían impureza. Esto se debe, según la opinión de Rabí Eliezer, a que éstos se asemejan a la tierra; mientras que los Sabios [discrepan y] dicen [que estos Altares no recibían impureza] debido a que estaban revestidos.

La explicación simple del concepto es la siguiente:

Los Altares de Oro y Cobre del Gran Templo no recibían impureza, según Rabí Eliezer, porque la Torá los compara con la tierra, y la tierra no se impurifica; pero los Sabios opinan que no se impurificaban debido a que sólo estaban revestidos de oro y cobre, así, la cubierta, [cobra un status secundario, y por lo tanto] se anula a su [estructura] interior, por eso, el interior [de los altares, que es lo principal,] no recibe impureza.

La Torá sagrada, que nos fue entregada por el Altísimo que es Infinito, también es Infinita, [a ello se debe que] tiene vigencia con la misma intensidad y tenor en todos los lugares y épocas. Y así como era válida cuando fue entregada por Di-s al pueblo judío por medio de Moshe, exactamente igual, con idéntico rigor tiene vigencia y validez en nuestra época de oscuridad galútica, en todos los lugares de sobre la faz de la tierra.

La Torá es también Infinita puesto que todo concepto y cuestión tratados en ella contienen infinitas explicaciones, dividiéndose las mismas en cuatro facetas: Peshat (significado simple); Remez (insinuaciones y alusiones); Drush (estudios comparativos); y Sod (el aspecto místico, interior)2.

La enseñanza a la que esta Mishná del final de la Sección Moed hace alusión –el remez del tema–, en cuestión de valores y conductas, aplicable a la cotidianeidad [del judío], es la siguiente:

Todo judío, cada cual conforme su nivel y estado espiritual, es un Mikdash, un Santuario en el que mora la Shejiná –Presencia Divina–, [pues la Escritura así lo declara: "Harán para Mí un Mikdash] y moraré dentro de ellos". Así como en el Beit HaMikdash –el Gran Templo de Jerusalem– había diferentes utensilios, paralelamente, en cada judío hay aspectos diversos: su intelecto, sus emociones, etc. En estas facetas de la persona es probable que se entremezclen intereses ulteriores, temas banales, algún pensamiento ajeno a la santidad, e incluso es factible que en esta instancia [de la estructura humana] se introduzcan, no solo elementos fútiles, sino también algún aspecto impuro relacionado con cierta transgresión jas veshalom –Di-s no lo permita–, es decir, algo contrario a la Voluntad de Di-s, contrario a la Tora y las mitzvot.

En otras palabras [la idea es la siguiente]:

Al impurificarse uno de los 'utensilios' de la persona –el intelecto, el pensamiento u otra fuerza del alma– es imprescindible hallar el modo de purificarlo para que vuelva a ser un 'utensilio' del Mikdash, pues el Mikdash, el Santuario de Di-s –llámese así a todo judío, hombre y mujer– debe estar en estado de pureza.

Las personas se clasifican, (espiritual o materialmente), en ricos y pobres. Acerca del hombre pudiente se dice que todo en él es oro3, mientras que al menesteroso se lo califica como alguien con 'monedas de cobre'4. De todos modos, todos los judíos sin excepción, sin distinción del estado en que se encuentren sus fuerzas y emociones internas o externas, siempre poseen íntegro su 'punto judío [interior]' –el píntele id– [que en el fuero íntimo de cada uno se traduce como] el deseo de hacer la Voluntad Divina, conforme la máxima que mi suegro, el Rebe [anterior], solía decir: "El judío no quiere y no puede estar separado de la Divinidad". Esta tendencia interior recibe el nombre de mizbeaj, 'altar', aludiendo a la zebijá, el 'sacrificio' y acercamiento de la ofrenda hacia el Altísimo, bendito Sea.

La Mishná nos dice, que ya sea aquellos judíos que están en la categoría de 'altar de oro' –los ricos– al igual que los judíos considerados 'altar de cobre' –los pobres–, al recordar y tomar consciencia que su ser judío constituye un 'altar', es decir, que su deseo interior y verdadero es 'sacrificar' el Ietzer Hará –el Instinto del Mal– y dar cumplimiento a la Voluntad de Di-s, entonces, 'no reciben impureza'. La razón de ello: porque 'son como la tierra', tal como la tierra todos la pisan, del mismo modo, el judío no tiene voluntad propia [que responda a intereses egoístas,] sino, posee [en su interior, de manera palpable,] el deseo que Di-s nos reveló en la Torá, [Su Torá].

El estilo de servicio a Di-s antedicho responde a la opinión de Rabí Eliezer (ben Horkenus), conocido como Rabí Eliezer HaGadolel grande–, pues pesaba igual que todos los Sabios judíos5, de todos modos, sin considerar su grandeza [y altura espiritual], no se miraba a sí mismo con importancia, al grado de, conforme lo señala la Guemará6, nunca haber dicho algo que no escuchó de sus maestros. [Y debido a que él mismo, invariablemente, estaba conectado con su esencia interior,] por eso, de manera natural distinguía, [y su mirada estaba dirigida directa e] inmediatamente al fuero íntimo de todo judío, su 'punto judío', [la faceta esencial donde] 'el judío, la Torá y Di-s son uno'7. [En palabras simples, esto significa] que toda la vida del judío consiste sólo en dar cumplimiento a la Torá y las mitzvot. Así, Rabí Eliezer enseñó a sus alumnos el camino para servir a Di-s, según el cual el intelecto más extraordinario y potente va de la mano de la sumisión y auto-anulación absoluta, conforme se expresa en su estilo de estudio de 'nunca haber dicho algo que no escuchó de sus maestros'.

'Y los Sabios dicen' que este modo de servicio, [el planteado por Rabí Eliezer], no es accesible a todos, por eso, ellos consideran también el aspecto externo de la persona: suele suceder que el judío 'tropieza', jas veshalom, y en particular puede pasar en aquellos que se hallan en la categoría de 'altar de oro', que al estar involucrados en cuestiones de 'oro', éstas pueden llevarlo momentáneamente a no observar la Voluntad de Di-s; asimismo en cuanto a los pobres, (el 'altar de cobre'), debido a las grades dificultades a las que se ven abatidos para hacerse de dinero, también ellos, a veces, transgreden la Voluntad Divina. De todos modos, los Sabios dicen que el 'punto interior judío' (el altar) no recibe impureza 'puesto que está revestido'.

Pues, tanto el 'oro' en el caso del rico, e incluso el 'cobre' en cuanto al pobre, no son más que una cubierta externa, mientras que el interior es puro y no puede recibir impureza. Y la fortaleza del aspecto interior y esencial es tan grande, que finalmente la 'cobertura' se anula, [haciéndose secundaria] en relación a la esencia. Y con certeza, [respondiendo a su naturaleza interior,] la persona hará teshuvá y accederá a la verdad, esto es, que la vida y la existencia del judío no son más que Divinidad, y la senda hacia esos ideales son el estudio de la Torá y observancia de las mitzvot.

Asimismo, la Torá y las mitzvot son el canal para recibir las bendiciones materiales que Di-s prometió en la Torá: "Si Uds. caminarán en Mis decretos y observarán Mis Mandamientos y los cumplen…la tierra dará su cosecha y el árbol del campo su fruto…"8.

(De una carta del 15 de MarJeshván de 5711)