Al final de nuestra Parshá1 la Torá se ocupa del tema de la "becerra desnucada", que expía por el homicidio de un muerto encontrado en el campo cuyo asesino es desconocido. La Torá ordena a los ancianos de la ciudad más próxima al cadáver encontrado, a bajar a una becerra de un año de edad a un valle y proclamar: "nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron"2. Esta acción tiene como objetivo la expiación por el asesinato y también la difusión del hecho delictivo a fin de encontrar al culpable.
A simple vista no se entiende qué relación existe entre los "ancianos de la ciudad" y un homicidio. Es sabido3 que "no hay muerte sin pecado", y por lo tanto el hecho de que este hombre murió por seguro tuvo lugar a causa de sus pecados. Por otro lado, la propia acción delictiva fue ejecutada por el asesino, y es él quien debe recibir la severa pena que le corresponde. ¿Qué tienen que ver los ancianos de la ciudad- el tribunal rabínico del lugar- con el acto homicida?
El deber de los ancianos
El principio bíblico de la "becerra desnucada" deja en claro que: "todo Israel son responsables el uno por el otro"4. La responsabilidad por la víctima fatal recae no sólo sobre el asesino, sino también sobre todos los residentes de la ciudad más próxima, e incluso sobre los ancianos de la misma, hasta alcanzar también al Gran Tribunal ("y saldrán tus ancianos- los selectos entre tus ancianos, esto se refiere al Gran Sanhedrín"5).
Los ancianos son quienes deben proclamar frente a la comunidad y al pueblo: "nuestras manos no derramaron esta sangre". Ellos están obligados a demostrar frente a todos que sus manos están limpias. Ellos debían irradiar los valores de la Torá, de manera que una situación como esta directamente no pueda ocurrir. Si no hicieron así la responsabilidad recae sobre ellos.
Cadáver espiritual
También en la vida espiritual del hombre existe el concepto de derramar 'sangre'. Cuando el judío peca y transgrede una ley de la Torá, está 'derramando', alegóricamente hablando, la 'sangre' y vitalidad de su alma Divina, y la hace descender al pecado y a lo opuesto a la santidad.6 A veces encontramos un judío que es como que fuera un cadáver 'caído', en un nivel espiritual muy bajo. Más aun: se lo encuentra en el 'campo', en un ámbito bajo el dominio de "Eisav, hombre del campo"7.
Por un lado puede argumentarse que él mismo es el culpable del estado al cual se degradó. ¿Quién fuera de él mismo es culpable de que haya caído tan bajo? Tenía la posibilidad de salir del campo' (espiritual) y radicarse en la 'ciudad'- en una estructura de judaísmo de la Torá. Si a pesar de ello eligió permanecer en el 'campo' y caer 'muerto'- la responsabilidad es totalmente suya.
Salir al campo
Viene el párrafo de la becerra 'desnucada' y aclara: ¡la responsabilidad por un judío que 'cae' y se desbarranca en su judaísmo recae también sobre los miembros del Gran Sanhedrín!. Y como está dicho8: "Ellos debían, el Gran Sanhedrín... atar cuerdas de hierro sobre sus caderas... y recorrer todas las ciudades de Israel... y enseñar a Israel". Ellos debían haberse preocupado por este único judío, para que no salga de los límites del ámbito del judaísmo.
Esto implica una instrucción de conducta para todo judío y en especial en el mes de Elul: se debe salir al 'campo', despertar e inspirar a los judíos, recordarles que éste es el mes de Elul, el mes cuando el Rey- Di-s- se encuentra en el campo, y recibe a cada judío "con un semblante afable y muestra a todos una cara sonriente"9. De esta manera podremos todos llegar a la 'ciudad' y ser inscriptos y sellados de inmediato en el Libro de los Tzadikim completos.
(Likutei Sijot Tomo 24, Pág. 129)
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