Sucedió en Rusia. Una pareja deseaba fervientemente tener un hijo. Eran discípulos del Alter Rebe . Oraron durante años y viajaron al Rebe para pedir una bendición. Al año tuvieron un pequeño encantador. No sólo era un niño gracioso; poseía un intelecto fuera de lo común.
El muchacho aprendía muy rápido, y pasaba todo el día en su cuarto estudiando. Una tarde el padre entró al cuarto de su hijo y miró lo que estaba estudiando.
Para su alarma, el muchacho estaba leyendo libros que desacreditaban la Torá y la tradición judía. Con su voz llena de amor le preguntó: "¿Qué estás leyendo, hijo?"
"Papá, estoy leyendo esto porque necesito saber qué responder a la gente que me pregunta". El padre no dijo nada. La próxima vez que lo encontró leyendo literatura similar, su reproche fue más fuerte. Poco a poco, los padres notaron un cambio en su inteligente hijo. Un día el joven entró en la cocina y anunció: "Voy a la universidad de Berlín a estudiar matemática y ciencia". Sus padres no pudieron proferir una palabra.
Después de varios años de estudio en la universidad de Berlín, escribió dos originales tratados científicos que estaban por ser publicados. Además, encontró a una muchacha con quien deseaba casarse.
Recordó a sus ancianos padres, y sintió que debía obtener su bendición para su matrimonio. También quería mostrarles sus manuscritos y mostrarles su éxito. Pero ¿Cómo mis padres, totalmente incultos en materias seculares, entenderían la profundidad de mis estudios? Tuvo una idea. Se detendría en Liozna en su camino a casa.
Allí mostraría sus manuscritos al Alter Rebe, hombre de gran erudición que apreciaría la profundidad de sus trabajos. Sus padres oirían hablar de él de una fuente con la que estaban familiarizados.
El joven viajó a Liozna y se presentó en la casa del Rebe. Al rato ya estaba sentado frente al Rebe.
El Alter Rebe y el joven permanecieron en el estudio durante varias horas. El estudioso finalmente salió del cuarto, su cara roja, las manos le temblaban. Sostenía los manuscritos nerviosamente, mirándolos fijamente.
Entonces, tomó los papeles y los arrojó al fuego.
El Rebe había mirado la primera página del primer manuscrito, hizo algunas anotaciones, y rápidamente miró las páginas restantes. Hizo lo mismo con el segundo trabajo. Cuando terminó, me miró con sus ojos penetrantes y dijo: '¡Joven, su libro está muy bien escrito, sólo que no es veraz pues hay errores en sus premisas básicas!'
"Me asusté. Había pasado años perfeccionándolos. Empecé a sostener mi punto de vista pero me detuvo. No podía refutar sus objeciones a las declaraciones que había marcado. Dejé el cuarto avergonzado, y repasé en mi mente la crítica del Rebe. Deseé justificarme, pero comprendí que no podía. Por eso tiré mis preciosos manuscritos al fuego."
El joven permaneció junto al Alter Rebe quien personalmente le enseñó Torá. Pocos años después, el muchacho falleció. El Rebe explicó que su alma era una reencarnación de Rabi Eliezer ben Durdaia, que había vivido en la época del Talmud. "Cometió todos los pecados" pero había vuelto a Di-s con todo su corazón. Había tenido varias reencarnaciones, y esta completó su arrepentimiento. Su alma se fue preparada para descansar en paz.
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