Nuestra Parshá nos relata sobre lo ocurrido con Iosef HaTzadik. La singularidad de Iosef radicaba en el hecho de que fue llevado a los lugares más bajos y fue ahí donde tuvo que permanecer íntegro en su rectitud y piedad. Llegó a ser virrey en Egipto, "la vergüenza de la Tierra" 1 , y a pesar de ello permaneció como Iosef el Tzadik, el piadoso y justo. Su función consistió justamente en traer la luz de la santidad también a los lugares más oscuros y por medio de ello, elevarlos.

Señal de ello encontramos también en su nombre- Iosef. Cuando Rajel, su madre, lo llamó con ese nombre, lo explicó diciendo2 : "Que Di-s me agregue (en hebreo=Iosef) otro hijo". No dijo un 'segundo hijo', sino 'otro hijo', con ello quiso aludir3 a la labor espiritual de Iosef de hacer del 'otro' un 'hijo', es decir, lograr también que los alejados de la luz de la santidad- el 'otro'- se acerquen a ella, hasta convertirse en hijos- su hijo'.

Belleza Espiritual

Además, la Torá nos relata que Iosef era "bello de imagen y bello de semblante" 4 . Es sabido que las palabras de la Torá poseen múltiples significados y cuando ella nos describe la belleza de Iosef, no se refiere sólo a su belleza externa. Está dicho en los Libros5 sagrados que la belleza material de Iosef expresaba su belleza espiritual: él era "bello de imagen" íntegro en el cumplimiento de los mandamientos y deberes ("Mitzvot asé") y "bello de semblante"- íntegro en la observancia de las prohibiciones ("Mitzvot Lo Taasé").

De aquí aprendemos, que a pesar de que el énfasis principal del esfuerzo espiritual de Iosef estaba concentrado en transformar al 'otro'- a hacer de la oscuridad luz y de lo opuesto a la santidad que se convierta en bondad y santidad- sin embargo, la base para ello era su integridad espiritual personal. Precisamente porque él era íntegro tanto en el 'haz el bien' como en 'aléjate del mal' por eso podía también ejercer su influencia y transformar al 'otro' en 'hijo'.

Todos somos Iosef

El pueblo judío todo lleva el nombre de Iosef, como está escrito6 : "(Di-s) guía como el rebaño a Iosef", y por ende su camino marca también como debe ser el nuestro. Iosef nos enseña que también hay que activar sobre otros, acercar también a aquellos inmersos en 'Egipto-mitzraim', y convertirlos en hijos del Creador. Iosef nos enseña que no debemos encerrarnos sólo en nuestro perfeccionamiento personal, sino que debemos dedicarnos a nuestros semejantes.

Pero simultáneamente a esto, Iosef nos enseña que para tener éxito en esta misión de llevar la luz al lugar de la oscuridad, se requiere también de perfección personal. La persona debe corregir sus falencias y ser íntegro en el cumplimiento de los preceptos tanto de las obligaciones a llevar a cabo ("Asé") como de las prohibiciones ("Lo taasé"). Esto es imprescindible, no sólo por uno, sino también para poder tener un verdadero efecto positivo sobre el semejante a quien debemos ayudar a encontrar su camino a la Torá. Así lo dijeron nuestros Sabios Z"L7 : "primero arréglate a ti mismo y luego arregla a los demás".

A No Esperar

Podría uno pensar: primero debe esperar alcanzar la perfección personal y sólo después haré tiempo y me ocuparé de otros. Debe saberse que esa no es la intención de Hashem. No se puede esperar hasta que uno sea perfecto en todos los aspectos. Incluso si aún no hemos alcanzado la perfección personal debemos invertir parte de nuestro tiempo y de nuestras energías para acercar a otro judío. Pero debe recordarse, que trabajar para los demás no es suficiente y se requiere también trabajar para la perfección personal.

Es el deber de cada uno ser "bello de imagen y bello de semblante" en el sentido espiritual de Torá y Mitzvot.

No se trata sólo de un tema personal, sino que de ello depende también que otros se acerquen al judaísmo y se fortalezcan en la Torá y sus preceptos.

(Likutei Sijot Tomo 1, Pág. 78)