Cuando se planta un árbol, sus frutos pasan por tres etapas: durante los primeros tres años los frutos están absolutamente prohibidos. Rige sobre ellos la prohibición de 'Orlá'; los frutos del cuarto año "son sagrados para alabanzas a Hashem", y deben ser consumidos específicamente en Jerusalem; los frutos del quinto año carecen de santidad y está permitido tener provecho de ellos normalmente.

La Torá nos dice en nuestra Parshá, que por medio de observar las leyes de los frutos durante los primeros cuatro años, llegará en el quinto una gran bendición: "y en el quinto año... para incrementarles su producto agrícola".

En los escritos jasídicos se explica, que en los frutos del quinto año hay una gran virtud incluso en comparación con las frutas santificadas del cuarto año. Surge aquí la pregunta: ¿Cómo es posible que en frutos comunes haya una superioridad sobre los frutos del cuarto año, que poseen santidad y deben ser consumidos sólo en Jerusalem?

Decir Baruj Hashem

Esto será comprendido en base a una historia del Baal Shem Tov, ocurrida en la época cuando él era todavía un piadoso oculto ("tzadik nistar"). Acostumbraba a viajar de lugar en lugar y preguntar a los judíos por su salud y por su estado económico. Su intención era generar respuestas de loas al Altísimo- bendito Di-s, gracias a Di-s y similares, siendo que cuando un judío agradece a Hashem y lo alaba, esto genera una intensa satisfacción en Lo Alto.

En un pueblo escuchó sobre un extraordinario sabio de la Torá, un anciano asceta, que ya más de medio siglo que se aisló en su habitación, dedicándose totalmente al estudio de la Torá, mientras permanecía en ayuno casi toda la semana. El Baal Shem Tov ingresó a su recinto inquiriendo sobre su estado de salud y su pasar. El asceta no respondió, sólo que señaló la puerta, dándole a entender que salga y se retire.

El Baal Shem Tov se dirigió a la puerta y cuando se disponía a salir, le dijo al anciano: "Rabí, ¿por qué Ud. no le da a Di-s su manutención?" El hombre quedó atónito al escuchar estas palabras, y el Baal Shem Tov explicó: "nosotros vivimos del sustento que nos brinda el Altísimo, ¿pero de qué se mantiene Él, alegóricamente dicho? Esto nos lo reveló el Rey David en los Salmos: Tú, Hashem, que Eres Santo, cuál es el sustento' sobre el cuál estás sentado?- ¡las alabanzas de Israel!". Por medio de que los judíos alaban y elogian a Hashem por la salud y el sustento que Él les brinda, de ello Él tiene, por así decirlo, Su sustento.

El Baal Shem Tov y El Asceta

De la respuesta del Baal Shem Tov a aquel asceta, que toda su vida se dedicó exclusivamente al estudio de la Torá, aprendemos que no es suficiente con estudiar Torá y santificarse en el servicio al Creador, sino que Hashem quiere que Lo albemos y elogiemos específicamente por las cosas materiales de las que disfrutamos. El objetivo de la creación es específicamente que las cosas materiales se santifiquen y 'alaben' a Hashem.

El Baal Shem Tov ponía énfasis en la extraordinaria virtud que hay en la existencia material cuando ella misma se santifica y se convierte en una parte del Servicio a Hashem. Él reveló que cosas sencillas como la salud y el sustento, poseen una gran virtud, puesto que a través de ellos el nombre de Di-s es alabado y la luz de la santidad penetra hasta impregnar la misma existencia material.

Santidad en lo Mundano

Esto nos explica la supremacía de las frutas del quinto año, que son comunes, sobre las del cuarto, que son sagradas. No hay novedad en comportarse con santidad con aquello que es sagrado. La novedad radica en que el judío tome conciencia de que también las frutas comunes dependen de la bendición de Hashem, y que uno vea esa bendición Divina, y alabe por ella al Altísimo.

Estas "alabanzas de Israel" generan una intensa satisfacción en Lo Alto y hacen asentarse y radicar la santidad Divina aquí abajo.

(Likutei Sijot tomo 7, pág. 134)