Creemos que el reto se encuentra en las situaciones extremas y en pos de eso corremos, pero debemos saber que en realidad, el judío vive en un desafío constante, toda su vida consiste en ganar una batalla. Diariamente nos enfrentamos a situaciones en las que debemos reafirmar nuestro judaísmo, en un mundo que pretende mostrarnos que marchamos en sentido equivocado. A continuación, una circunstancia que puede inspirarnos para ganar nuestra propia contienda.
Trate de ubicarse en la siguiente situación: un grupo de estudiantes secundarios, de la ciudad de Nueva York, con los problemas ya conocidos: familias desintegradas, armas, cuchillos, etc, frente a un profesor judío con barba y kipá, única persona de tez blanca. La escena me fascina, sólo que ese profesor era yo.
Llegué al Dr Martín Luther King Jr Comunity School de la ciudad de Búffalo de mano de la Providencia Divina. Era un desafío, un choque de culturas. Blanco vs negro; clase media vs clase baja; música rock vs música jasídica; kipá vs navajas!. Mi estadía allí fue mucho más que un simple empleo.
Fue un período de enseñanza, muchas risas, llantos, dolores de cabeza y sobre todo, el aprender de mis alumnos. De alguna manera su alocada forma de ser, me ayudó a sentirme seguro y orgulloso de mi judaísmo y mis raíces. Sobre todo, aprendí que cada cual fue puesto en este planeta por una buena razón y que cada uno tiene algo positivo que dar.
Mi primer día de clases pasó sin grandes novedades. A la hora del almuerzo (yo llevé mi comida kosher) la vice directora se me acercó en el pasillo. Era una mujer de mediana edad.
"Mr Lazerson -me dijo tímidamente- Disculpe, pero... ¿por qué usa usted sombrero?".
No me sentí afectado y contesté: "Soy un judío observante. Cubrirme la cabeza es un precepto de mi religión".
"Qué interesante -respondió- gracias y espero que disfrute de su trabajo aquí"
"No es nada, todo está tranquilo" me dije.
Al día siguiente algo fue diferente. Esta vez no fui consultado por una amable mujer. Se trataba de un hombre de casi de dos metros, tez morena, con cuerpo de jugador de básquetbol, que patrullaba los corredores de la escuela. ¡Ese era el director!
Yo estaba escribiendo algunos apuntes sobre el pizarrón. "Mr Lazerson -me llamó- ¿puede acompañarme un minuto?.
"Si, por supuesto" contesté, tratando de parecer lo más casual posible, aunque noté una seriedad mortal en su voz. Dejé la tiza y salí al pasillo. Se me acercó, preguntándome:
"¿Qué hay con ese sombrero, viejo?". "¡Ah! Eh...Yo soy...".
Quería responderle, pero simplemente no podía. Poniendo su dedo sobre mi pecho dijo: "Mira, si quieres cumplir con un precepto de tu religión, usa tu kipá. ¡No quiero sombreros en mi edificio!".
Yo no estaba seguro de estar enojado o avergonzado. Ingresé nuevamente a mi aula. El juego había comenzado. Ya no podría esconderme en mi clásico sombrero gris. La elección era clara: kipá o nada. De pronto la enseñanza de Rabí Israel Baal Shem Tov, fundador del movimiento Jasídico, llegó a mi mente. Cada cosa que uno ve o escucha debe ser una lección para servir a Di-s. Me senté, pensando en las palabras que escuché. Fue como una señal del Cielo. Todo el conflicto estaba sólo en mi cabeza, no estaba basado en la realidad. Y además debía demostrarle a mi director que no temía usar kipá. Me quité el sombrero gris y lo dejé de costado. Quedó a la vista mi kipá - sonreí. Estaba listo para el combate..."
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