Esta semana coinciden tres acontecimientos: primero; el ayuno del 10 de Tevet; segundo, la lectura bíblica semanal de Vaiejí; y, por último, la conclusión de la lectura pública del primer libro del Pentateuco, Bereishit (Génesis).
Por más que a primera vista estos acontecimientos parezcan no tener relación entre sí, sí comparten una lección en lo que hace a contrastes y transición:
El ayuno del 10 de Tevet fue instituido para conmemorar el sitio de Jerusalem, iniciado por Nabucodonosor —rey de Babilonia— en el año 3336 desde la Creación (425 AEC). Dicho sitio dio inicio a un proceso que treinta meses después desembocó en la destrucción del Primer Templo y el exilio de los judíos a Babilonia por setenta años.
La lectura bíblica de Vaiejí narra el fallecimiento de nuestro patriarca Jacob y cómo preparó a su familia para la vida tras su muerte. También nos instruye sobre el fallecimiento de José, con el cual termina una etapa privilegiada para los descendientes de Jacob en Egipto.
Cada semana, al terminar la lectura pública de la Torá en la Sinagoga, es costumbre levantar el rollo de la Torá y girarla para que todos los presentes puedan ver la parte recién leída. Ahora bien, esta semana veremos algo que tiene lugar solo cuatro veces en el año, cuando se concluye la lectura de un libro del Pentateuco: cuatro líneas de pergamino vacío que separan entre sí cada uno de sus cinco libros y marcan la transición entre la historia de un libro y la del que le sigue.
Veamos lo que nos enseñan los tres acontecimientos uno por uno.
10 de Tevet
Entre los cuatro ayunos que instituyeron los profetas1 para conmemorar las distintas etapas de la destrucción del primer Templo (Tzom Guedalia, 10 de Tevet, 17 de Tamuz y 9 de Av), el del 10 de Tevet parecería ser el relativamente menos dramático, ya que conmemora “nada más” que el sitio de Jerusalem, mientras que el 17 de Tamuz recuerda la brecha de la muralla de Jerusalem, y el del 9 de Av conmemora la destrucción del Templo y Tzom Guedalia (el asesinato del líder Guedalia que provocó la extinción de la última chispa de la vida judía organizada en Israel).
De dichos cuatro ayunos, el del 10 de Tevet es el único que aún si coincidiera con Shabat no se postergaría, a diferencia de los otros tres, que efectivamente se posponen cuando coinciden con Shabat.
He aquí una enseñanza importante: el comienzo de un proceso es la etapa más importante. En el caso de un peligro (de cualquier índole), apenas este se vislumbra, hay que reaccionar para evitar su instalación y propagación; no se puede tener paciencia. Los buenos oncólogos, por ejemplo, saben buscar sin tregua hasta encontrar cualquier célula dañada o que esté de más en el cuerpo para evitar su arraigo y propagación, D-os libre y guarde.
Lo mismo es aplicable a nivel espiritual, personal. Cuando uno percibe que su “Jerusalem” personal, es decir su sensibilidad espiritual, está “sitiada”, amenazada, debe poner toda la atención para detectar su causa y determinar un plan de acción para evitar que la situación se deteriore.
Vaiejí
La palabra con la que comienza la parashá y titula la misma es Vaiejí, que se traduce por ‘y vivió’: “Y vivió Jacob en la Tierra de Egipto diecisiete años; y la vida de Jacob fue de ciento cuarenta y siete años”.
¿Cómo se entiende que la parashá “Y vivió” esté hablando de todo lo contrario a la vida, desde la preparación para la despedida de esta hasta después de la sepultura?
Una explicación posible es que recién después de que acaba la estadía física de una persona en la tierra se puede determinar si esta realmente vivió o apenas “ocupó espacio”. Una vida que merece llamarse así es una vida dedicada a dejar algo de verdadero valor, que trasciende la existencia limitada de uno. Algo vivo genera y produce; algo muerto simplemente se desgasta.
“Nuestro patriarca Jacob no murió —declara el sabio talmúdico Rabí Itzjak en nombre de Rabí Iojanan—.2 ¿Cómo puede ser, entonces, que leemos en la Torá que lo embalsamaron, lo eulogizaron y lo enterraron? ¿Acaso hicieron todo esto en vano?” Basándose en el exégesis de un versículo, responde que, debido a que los descendientes de Jacob viven, él también vive.3
La vida no necesariamente termina cuando el cuerpo deja de funcionar. El verdadero sentido de la vida puede y debe seguir por medio de nuestros hijos y nuestros logros, aun después de que no estemos físicamente.
¿Cuántos viven una vida dedicada a la acumulación de riqueza material solo para pasar al olvido el día en que no están más? Afortunado es aquel que sabe utilizar su dinero para hacer obras de bien que perduren y florezcan aun después de su desaparición física. Esa es una verdadera vida; este es un verdadero legado. Una persona así realmente sigue viva aunque física y aparentemente ya no esté.
Pergamino blanco
Siendo que no hay nada que esté de más en el mundo en general y en la Torá en particular, ¿cómo es que encontramos cuatro líneas en blanco entre cada uno de los cinco libros del Pentateuco y el que le sigue? ¿No será un desperdicio? ¿Cómo se explica un espacio vacío en la Torá, obra cuidada en todo detalle para enseñarnos? ¿Por qué desaprovechar la oportunidad de llenar el vacío de contenido?
Una explicación posible es que la misma ausencia de texto también nos enseña algo. Por una parte, el valor del silencio: hace falta hacerse de tiempo para meditar y digerir lo que uno escucha y estudia antes de seguir adelante. Por otra parte, las palabras de la Torá se componen de dos elementos: tinta y pergamino. Si bien las letras escritas en tinta expresan un mensaje, si no fuera por el pergamino, la tinta en sí no expresaría absolutamente nada. En otras palabras, el pergamino es el vehículo que permite que las letras comunican su mensaje.
Nuestra misión de vida tiene dos componentes: cada uno nace con un mensaje especial y único para transmitir al mundo, pero a la vez no debemos descuidar nuestra función de ser los transmisores de mensajes que deben decirse por medio nuestro. Cumplimos la función de “tinta”, como también de “pergamino”. El mensaje personal es representado por la tinta; nuestra función de transmisores del mensaje Divino es representado por nuestra condición de “pergamino”.
Para tomar en cuenta: Cuanto más limpio el pergamino, tanto más nítida es la letra y su mensaje.
¡Jazak, jazak venitjazek!4
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