Moshé detalló luego cómo nombró a los jueces, intercalando reprimendas durante la narración.

"Al aceptar la Tora, se transformaron en la nación atesorada por el Todopoderoso. Crecieron tanto cuantitativa como cualitativamente; en cantidad porque luego de haber descendido a Egipto con setenta almas, se multiplicaron hasta llegar a un total de 600.000 hombres; y en calidad, porque como pueblo de D-s, se elevaron como las estrellas celestiales".

¿Por qué se compara a los judíos con estrellas? De hecho, los tzadikím (hombres santos) serán divididos en siete grupos de acuerdo a los logros espirituales de cada uno.

1. Algunos tzadikím irradiarán tan esplendorosamente como el sol,

2. Otro grupo brillará como la luna.

3. Un tercer grupo centelleará como el cielo.

4. Otro fulgurará como las estrellas.

5. Algunos tzadikim resplandecerán como un relámpago.

6. Otros irradiarán belleza como las rosas.

7. Otro grupo alumbrará como la menorá (candelabro) de oro del Beit Hamikdash.

Moshé prefirió comparar a los judíos con el cuarto grupo, las estrellas, al que se supone que la mayoría del Klal Israel pertenece.

Cuando el pueblo judío cumple la Voluntad Divina, se lo compara con cuerpos celestiales, entre otras razones porque:

Así como entre las estrellas no existe animadversión ni competencia (ninguna se resiente por el brillo de la otra), de la misma forma los tzadikim se respetan mutuamente y viven en paz los unos con los otros.

Así como el brillo de las estrellas no siempre se exterioriza, del mismo modo hay innumerables tzadikim ocultos dentro del pueblo judío.

Así como los cuerpos celestiales existirán eternamente, del mismo modo sucederá con el pueblo judío.

Moshé prosiguió, "Como ustedes se multiplicaron tanto, D-s no quiso que yo siguiera siendo el único responsable de juzgarlos.

Me ordenó nombrar otros jueces para que hubiera suficientes tribunales que se dedicaran a los numerosos casos que ustedes me presentaban.

Era esencial para evitar injusticias, ya que a un Juez del pueblo judío, se lo castiga severamente por equivocarse en los veredictos.

Por ejemplo, el error al juzgar un simple asunto monetario, puede ser considerado por el Todopoderoso como un pecado capital (porque si un juez demanda injustamente un pago de un indigente, lo priva de necesidades vitales).

Además, la función de un juez o de un líder judío es evitar las injusticias dentro de la comunidad, o por lo menos, protestar contra ellas. Si calla cuando debería haber protestado, merece el castigo Celestial".

Avishai ben Tzeruiá, uno de los generales del Rey David, era un erudito en la Tora cuya sabiduría era equiparable a la de la mayoría del Sanhedrín (gran asamblea). Este gran hombre fue castigado con la muerte por no haber protestado en la siguiente ocasión:

Una vez, David ordenó hacer un censo de la población. La Tora permite contar a los judíos únicamente en casos de real necesidad y sólo por medio de objetos tales como monedas. Si se cuenta a los judíos directamente puede sobrevenir una plaga.

El censo que David ordenó no era ni absolutamente necesario ni fue realizado por medio de objetos.

Ni bien finalizó el censo, David sintió remordimientos y rogó: "Cometí un gran pecado, ¡oh,Hashem! Por favor, perdona mi iniquidad, porque fui un tonto".

Hashem envió al profeta Gad para reprender a David: "¿Por qué contaste a los judíos? Prometí a tus patriarcas que a sus descendientes sería imposible contarlos. Así que, dice Hashem: 'Escoge uno de estos tres castigos: que sobrevengan siete años de hambruna en la tierra, que durante tres meses tengas que huir mientras tus enemigos te persiguen, o que haya tres días de peste en Eretz Israel".

David le respondió a Gad: Estoy muy acongojado; ¡pobre mis oídos que deben escuchar estas palabras! (Me asemejo a aquel enfermo terminal a quien se le ofrece la posibilidad de elegir entre ser sepultado al lado de su padre o de su madre).

David pensó: "Si elijo la hambruna, la gente dirá: 'Pidió el castigo que no lo afecta personalmente; las despensas del rey están bien provistas para las emergencias'. Si elijo huir de mis enemigos, también sospecharán que elegí el castigo del cual puedo salvarme, ya que me protegen guardianes que son grandes héroes. Mejor, pediré el castigo del cual ningún ser humano -noble o plebeyo, fuerte o débil se puede salvar, la muerte".

David respondió a Gad: "Por favor, permíteme caer directamente en las manos de Hashem -ya que su misericordia es grande - pero no me dejes caer en las manos del hombre".

De hecho, Di-s fue misericordioso aun al castigar. A pesar de que El había amenazado con enviar una peste durante treinta y seis horas, muchos defensores se presentaron para abogar en favor del pueblo judío. Primeramente los siete días de la semana, coronados por el Shabat, imploraron misericordia para el pueblo judío. Entonces Hashem le redujo siete horas al castigo. Luego le redujo otras ocho horas en honor a la mitzvá del Brit-Milá, que los judíos cumplen luego de ocho días; cinco en honor a los cinco Libros de la Tora, y tres más en honor a ¡os patriarcas. Luego que el Todopoderoso redujo el castigo en veintitrés horas, los Diez Mandamientos y las dos Tablas de la Ley rogaron misericordia, de manera que canceló en total treinta y cinco horas de la plaga (algunos opinan que fue en honor a las doce tribus).

De esta forma, la plaga duró sólo una hora. Sin embargo, esta hora trajo aparejada una destrucción y una mortandad terrible. Aniquiló a setenta mil personas desde un extremo al otro de la Tierra.

El Todopoderoso le ordenó al Ángel de la Muerte: "Llévate a Avishai ben Tzeruiá, quien es más sabio que los demás integrantes del Sanhedrín (y sin embargo, no hizo nada para impedir el recuento innecesario). Su muerte expiará por los pecados del Klal Israel". Cuando el gran líder perdió su vida, D-s le ordenó al Ángel de la Muerte: "Retira tu mano".

Mientras la plaga se desarrollaba, un muy angustiado David le suplicó al Todopoderoso: "He pecado y me he equivocado, pero ¿qué han hecho todas mis ovejas? Te ruego que me dejes perecer a mí y a toda la casa de mi padre pero no a judíos inocentes".

Sin embargo, D-s le demostró a David que esa generación se merecía un castigo por no haber suplicado a Hashem para que el Beit Hamikdash se construyera en esos días.

Para que no nos consideren culpables de esta grave trasgresión, nuestros primeros profetas instituyeron que oremos tres veces por día en la plegaria de Shemoné Esré, para que D-s haga retornar la Shejiná a Tzión.

Otra ocasión en la cual D-s castigó a un líder por no intervenir, es la siguiente:

Cuando los judíos trataron de conquistar la ciudad de Ai en Eretz Israel, fueron derrotados. El integrante más sabio del Sanhedrín, Iair ben Menashé, cayó en el campo de batalla. D-s lo trató duramente porque un judío había robado del botín prohibido en la conquista anterior, Ierijó. La responsabilidad de Iair como líder era designar guardianes para vigilar el botín de Ierijó. A él se le puede aplicar el pasuk (Ieshaiau 57:1): "El tzadik es recogido (prematuramente) a causa de un pecado (cometido por alguien del pueblo, ya que D-s considera que el líder es el responsable)"

"Sepan, sin embargo", previno Moshé a los judíos, "que vuestros líderes son considerados responsables sólo si no los guían correctamente. Si los regañan y ustedes no obedecen, ellos no tienen culpa alguna".

Una vez, mientras la víbora se deslizaba por su camino, la cola comenzó a quejarse a la cabeza, diciendo: "¿Por qué siempre estás delante de mí? Me gustaría estar en la delantera y no en la parte posterior".

"Bueno", respondió la cabeza "haz lo que quieras". Intercambiaron posiciones y la cola marcaba el camino. Poco después la víbora se cayó en un pozo fangoso, luego se chamuscó con el fuego, y finalmente se arañó con un cardo que crecía en el camino. Ese fue su destino porque la cabeza seguía a la cola (y la cola no tiene ojos para evitar los peligros).

Del mismo modo, si la gente ordinaria toma las riendas y las grandes personalidades los siguen (en vez de impedir o protestar contra el mal comportamiento) los peligros no se pueden evitar.

El Midrash señala que el Klal Israel debe recurrir a los líderes de la Tora para que los guíen. Si los judíos insisten en seguir a "la moda", las desgracias serán inevitables.