Generalmente, las mitzvot (mandamientos) de la Torá pertenecen a una de tres categorías:

Testimonios: Si una mitzvá testifica un evento histórico o algún aspecto de nuestra emuná (fe), es llamada, testimonio. Ejemplos son la mitzvá de observar Shabat, la cual atestigua nuestra creencia en que el Todopoderoso creó el mundo en seis días; observar los iamím tovím (festividades), porque ellos conmemoran ietziat Mitzraim (éxodo de Egipto); las mitzvot de tzitzit y tefilín (filacterias), las cuales demuestran nuestra creencia en la soberanía de Hashem.

□ Leyes Civiles: "Mishpatím" son leyes Divinas que protejen la seguridad y supervivencia de la sociedad humana. Ellas incluyen, por ejemplo, la prohibición de robo y asesinato.

Ordenanzas Divinas: En la categoría de jok (plural, "jukím") caen aquellas mitzvot cuyo propósito o significado no son necesariamente entendidos por la inteligencia humana.

Hay numerosos ejemplos de jukím, pero el Midrash enumera cuatro acerca de los cuales la Torá declara explícitamente, "Es un jok." Dado que ellos contienen elementos aparentemente contradictorios, están expuestos a ser ridiculizados por el pensador racional. La Torá por consiguiente aconseja al judío decirse a sí mismo, "Es un jok; yo no tengo derecho a cuestionarlo." Los cuatro son:

1. Ibúm: Un judío que desposa a la esposa de su hermano en vida de su hermano o aún después de la muerte del último, incurre en la penalidad de caret, siempre que su hermano tuviera hijos.
Pero si la viuda de su hermano no tiene hijos, es una mitzvá casarla (ibúm).

Dado que la lógica puede encontrar este cambio de posición difícil de aceptar, el pasuk enfatiza, "Y vosotros guardaréis Mis jukím" (Vaikrá 18:26).

2. Shaatnez: La Torá prohibe el uso de una vestimenta que contiene una mezcla de lana y lino. No obstante, es permisible usar una vestimenta de lino a la cual tzitzit de lana son fijados. Para que nosotros no cuestionemos esta excepción, la Torá declara concerniente a la mitzvá de shaatnez, "Vos mantendréis Mis jukím" (Vaikrá 19:19).

3. Seir LaAzazel / El macho cabrío a Azazel: enviado a la muerte como parte del Servicio de Iom Kipur, purificaba a Klal Israel de sus pecados mientras impurificaba al agente que lo llevaba. Esta ley es por consiguiente llamada "un jok eterno" (Vaikrá 16:29).

4. Pará Adumá / La Vaca Roja: Las cenizas de la para adumá purifican a un judío que está tamé (impuro), mientras vuelven tamé a todo el que se involucra en la preparación.

Dado que esto también desafía la lógica, la Torá presenta el tema con las palabras, "Este es el jok de la Torá" (19:2); nosotros debemos aceptar la mitzvá como una ordenanza Divina.

No obstante, jukím no son "leyes sin razón"; más bien, su lógica es Divina. Los más grandes de entre nuestro pueblo pudieron comprender algunas de ellas.

Así, la racionalidad tras las leyes de la pará adumá le fue Divinamente revelada a Moshé.

Por otra parte, el Rey Shlomó, quien investigó las razones tras las mitzvot y encontró explicaciones para todas, manifestó que esta mitzvá era incomprensible.

Shlomó descubrió por qué para las bestias el shojet (el que faena ritualmente) debe cortar la tráquea y el esófago, mientras para las aves cortando sólo uno de estos órganos basta, y el pescado no necesita ser ritualmente sacrificado en absoluto. No obstante, él confesó, "Yo pensé que alcanzaría sabiduría, pero ella (el entendimiento de la mitzvá de pará adumá) está lejos de mí" (Kohelet 7:23).

Para apreciar completamente sus palabras, exploremos el alcance y profundidad del conocimiento de Shlomó:

"Y Di-s dio a Shlomó muchísima sabiduría y entendimiento y amplitud de conocimiento como la arena que está a la orilla del mar" (I Melajím 5:9).

Este versículo implica que la sabiduría de Shlomó era equivalente a la sabiduría colectiva del pueblo judío que era "tantos como la arena a la orilla del mar." La capacidad de su intelecto era superior a aquélla de toda otra persona, y por consiguiente él podía entender lo que estaba en la mente de cada uno. Consecuentemente, su juicio era verdadero en casos donde los hechos eran oscuros, como se enseña en la siguiente historia:

Tres mercaderes judíos estaban en su viaje juntos cuando Shabat llegó. Ellos decidieron enterrar su dinero en un cierto lugar, descansar hasta después de Shabat, desenterrarlo, y continuar su camino.

En la oscuridad de la noche, mientras sus compañeros dormían, uno de ellos se aproximó al lugar del escondite sigilosamente, desenterró el dinero, y lo ocultó en otra parte.

Buscando su dinero después de Shabat, los mercaderes se dieron cuenta de que él había desaparecido. Dado que nadie más sabía del lugar secreto de escondite, uno de ellos debía haber robado el tesoro. ¿Pero cuál? Cada uno acusó al vecino, diciendo, "¡Sois el ladrón!"

Incapaces para determinar cuál de ellos era culpable, decidieron viajar a Ierushalaim para someter el caso a Shlomó.

Shlomó escuchó cuidadosamente su narración y les ordenó retornar al día siguiente. Cuando ellos retornaron a la corte, el

rey declaró, "Yo sé que vosotros sóis astutos mercaderes. Antes de juzgar vuestro caso, deseo oír vuestra opinión sobre un problema diferente que me fue presentado."

Los tres escucharon atentamente mientras Shlomó relataba el siguiente incidente: "Un muchacho y una muchacha crecieron en la misma vecindad y se prometieron mutuamente no desposar a nadie sin el consentimiento del otro. Más tarde, ellos se mudaron y se perdieron de vista uno al otro. Cuando la muchacha llego a una edad casadera, se comprometió con un hombre joven en su nueva ciudad. No obstante, ella no se había olvidado de su promesa de la infancia. Cuando el tiempo de la boda se acercó, vendió sus pertenencias personales a fin de recaudar efectivo y salió en un largo viaje a su ciudad natal para buscar a su anterior vecino. Ella viajó a su ciudad, lo encontró, y explicó que era la novia de algún otro. Solicitó que él la liberara y en cambio aceptara el dinero que ella había recaudado.

"El hombre joven apreció las penas que ella había sobrellevado para ser leal a su promesa. A pesar de que lo encontró difícil, le dijo que estaba libre para casarse con su novio. El declinó el dinero que ella le ofreció, y ella partió en paz.

"El solitario viaje de retorno fue tan peligroso para la joven muchacha lo mismo que había sido su viaje fuera del hogar. Al viajar por una vecindad desierta, un anciano se arrojó sobre ella desde detrás de un arbusto, le robó su dinero, y amenazó que la maltrataría para su propio placer.

Por favor escuchadme,' le suplicó la muchacha, 'vos sois un anciano; ¿por qué os acarrearíais esta pavorosa culpa poco antes de ser convocado ante el Juez Eterno? Tomad mi dinero, pero permitidme retornar a mi novio sin sufrir abuso.' Ella le relató su historia, y concluyó, "Mi amigo de la infancia ciertamente tuvo más dificultad en liberarme que la que vos tenéis; él es joven, y alegaba un derecho hacia mí. Vos, un anciano, deberíais aprender de él a controlaros vos mismo.'

"El ladrón fue conmovido por su narración. No le hizo daño y restituyó su dinero".

"Ahora," concluyó Shlomó, "un poderoso rey me ha planteado la siguiente pregunta: ¿Quién es el verdadero héroe de la historia - la muchacha, el hombre joven, o el ladrón? Deseo oir vuestro parecer sobre la materia."

"La muchacha es extraordinaria," replicó el primer mercader.

"¡Imagináos, emprender un largo y peligroso viaje sólo para cumplir su promesa!"

"Yo admiro al hombre joven," observó el segundo. "El actuó noble y desinteresadamente."

"La acción del ladrón es de lo más sorprendente," comentó el tercer mercader. "Después de tener en su posesión a ambos la muchacha y el dinero, ¡él no sólo liberó a la muchacha sino incluso retornó el dinero!"

"¡Aprendédlo!" gritó Shlomó. "Todo lo que él piensa es dinero. Aún escuchando este relato, en su corazón él deseó el dinero de la muchacha. Cuando tuvo una oportunidad de tomar dinero para sí, ¡él ciertamente lo hizo! ¡Arrestádlo y azotadlo!"

El mercader fue apresado, e inmediatamente confesó su culpa.

Shlomó fue competente en todas las ciencias, sobrepasando a sus antepasados.

Por ejemplo, su conocimiento de animales fue más grande que aquél de Adám, quien había nombrado a cada especie de acuerdo con sus características esenciales.

Su entendimiento de astronomía sobrepasó a aquél de Abraham, un maestro en aquella ciencia.

Su pericia en asuntos de estado excedió a aquélla de Iosef, él mismo un hábil legislador. El fue también un mejor lingüista que Iosef, que hablaba setenta lenguas.

Shlomó eclipsó a los reyes y naciones de su tiempo en todas las ramas de la ciencia. A pesar de que los reyes egipcios estaban orgullosos de su conocimiento de astrología, la competencia de Shlomó fue superior, como se ejemplifica en el siguiente incidente:

Cuando Shlomó estaba a punto de construir el Beit Hamikdash (Sagrado Templo de Jerusalen), pidió al rey egipcio, Faraón Nejó, enviarle artesanos.

El Faraón solicitó a sus astrólogos adivinar cuáles de sus subditos estaban destinados a morir aquel año. Subsecuentemente envió a Shlomó una dotación de desdichados trabajadores.

No obstante, tan pronto como los artesanos de Egipto arribaron, Shlomó se dio cuenta de su secreto. El ordenó que les fueran entregadas mortajas blancas y se los enviara de regreso a su tierra natal con un mensaje al Faraón Nejó: "Aparentemente, vos carecéis de mortajas para enterrar a vuestros muertos. Yo estoy por tanto enviándoos algunas para vuestros trabajadores."

La sabiduría de Torá de Shlomó era inmensa. Sobrepasaba a aquélla de la generación entera del desierto, conocida como "la Generación del Conocimiento." El sabía detalles de Torá que incluso Moshé no conocía.

La grandeza de Shlomó en Torá es evidente en los tres maravillosos y santos Libros de los que él fue autor con ruaj hakodesh (inspiración divina)- Kohelet, Mishlé, y Shir Hashirim -que fueron incluidos en el Tanaj. (También compuso algunos de los salmos del Tehilím.)

El hizo querida la Torá al pueblo, porque pudo ilustrar el significado de cada halajá con mas de 3000 parábolas, y citar 1005 diferentes razones para cualquier ordenanza Rabínica.

Cuan profunda, pues, es la mitzvá de para adumá, si Shlomó, el más sabio de todos los hombres, declaró, "Yo la estudié y me esforcé por entenderla, pero ella está fuera de mi alcance."

En verdad, aún aquellas mitzvot de la Torá que parecen entendióles son "jukím" Su verdadero significado y significación está por lejos más allá del intelecto del hombre.