En los ocho días de Janucá, encendemos ocho velas en una Menorá. Pero no encendemos las ocho cada noche. La primer noche, encendemos una vela, en la segunda dos, y así hasta la octava noche que se prenden todas.

Esto demuestra claramente un tema muy básico en el judaísmo: debe haber un progreso constante. Pude haber encendido una vela ayer, iluminando mi vida y mi alrededor, pero esto no es lo suficientemente bueno hoy: debo avanzar "de fuerza en fuerza", haciendo que mi vida tenga más sentido. Si Di-s me dio vida hoy, debe ser productiva, profunda, debemos progresar por encima de nuestro status-quo, nuestras propias normas. Janucá nos enseña a no estar satisfecho con lo que fue bueno ayer.

En el Código de la Ley Judía, las leyes de Trefot son dirigidas a las anormalidades físicas específicas que hacen de un animal faenado apropiadamente (kasher) un animal no Kasher. Unanimal kasher debe ser un animal sano, y una herida mortal o una herida que peligra la vida del mismo lo imposibilita para el consumo. En el capítulo 58, párrafo 7, de estas leyes, el código pinta el siguiente escenario: Te encuentras parado a orillas de un río y una especie de ave Kosher vuela sobre ti. De repente, este pájaro cae en picada derechito al río, golpeando al agua con una fuerza considerable. Ahora está remando lentamente hacia la orilla. Tú tienes hambre, y deseas faenarlo para poder almorzar. ¿Deberías asumir que sobrevivió un masivo trauma interno y que se haya lastimado por el impacto? ¿O hay una esperanza razonable que esté vivo y bien, y que si lo faenas y lo inspeccionas, descubrirás que todos sus órganos están intactos?

El Código nos brinda la siguiente prueba: Si está nadando río arriba, contra la corriente, entonces puedes estar seguro que el ave está bien. Si está flotando con la corriente, entonces trata de determinar si el pájaro está flotando más rápido que la corriente, o junto con la corriente. Si está nadando más rápido que la corriente, puedes estar seguro que todavía está sano; si está flotando al mismo ritmo que la corriente, no te molestes: se está muriendo. En el judaísmo, vivir significa mejorarse constantemente. O sea, ser perpetuo, pro-activo.

Pude haber tenido una crianza inadecuada; puedo tener ciertas fallas en mi carácter. Es una parte natural de la condición humana. Pero no debemos resignarnos a nuestros atributos negativos o a nuestro comportamiento. Debemos nadar río arriba cuando sea necesario, pelear nuestras respectivas naturalezas. Puedo no ver ninguna razón para nada río arriba. Quizá esté bastante satisfecho con mi carácter y con el de mi comunidad. El judaísmo me dice que no descanse sobre mis laureles, siguiendo solamente la corriente positiva de mi vida o las virtuosas normas de mi sociedad. Debo moverme más rápido que la norma, más rápido que la corriente de la vida actual. Incluso que las cosas sean buenas, siempre hay lugar para mejoras.

Si sacio mi deseo de productividad con lo que ya he logrado, básicamente he cesado de vivir. La actitud judía hacia la vida es: Si Di-s te dio otro día, obviamente hay más para hacer. Nunca estés satisfecho con lo que hiciste ayer. No podemos satisfacernos hasta que nos hayamos perfeccionado a nosotros mismos y a nuestros alrededores hasta el punto de vivir una vida tranquila, pacífica, un mundo perfeccionado: un mundo de Mashíaj.