Querida Sara,
Con todas las historias que aparecen en las noticias sobre esposos “coquetones”, estoy comenzando a preocuparme por el mío. ¿Qué puedo hacer para asegurarme que no me engañe? Si todos estos otros hombres engañan a sus bellas y exitosas mujeres, ¿Qué chance tenemos el resto de nosotras?
Asustada
Querida Asustada,
Lamento escuchar que te sientes insegura y preocupada con tu relación. Para principiantes, esto es lo primero que debe cambiar, como ser tener dudas, miedos y preguntas que puedan destruir las mejores de las relaciones. Claramente, no te conozco ni a ti, ni a tu situación, pero encuentro interesante que mencionas sólo las razones exteriores a tu matrimonio que son las que de hecho te preocupan. Por lo menos de tu carta, parece ser que no hay nada que haya sucedido dentro de tu relación que haya que preocuparse.
Si este es el caso, entonces eres el perfecto ejemplo de por qué debemos preservar nuestra vida personal, y asegurarnos de protegerlas, no sólo de otras personas sino de otras influencias.
En términos de la infidelidad que mencionas, no importa cuánto pensamos que sabemos sobre los medios, no sabemos de verdad qué es lo que sucede adentro de las casas. Pero en general, cuando un hombre engaña, especialmente cuando un hombre exitoso, en una posición de poder engaña, es un indicador de un tema, o irónicamente una inseguridad que debe trabajarse. Es por eso, que cuando estas historias salen a la luz, siguen con los reportes de terapeutas que atienden estos hombres, y los ayudan a lidiar con sus “problemas”.
Pero sin analizar sus situaciones, discutamos la tuya. Y es que el centro de cualquier relación sana, es saber comunicar y poder confiar uno en el otro. Si tienes una razón para dudar de tu marido, debes hablarle y compartir tus preocupaciones. Si actúa de manera que te preocupa, debes comunicárselo y discutir las formas de cambiarlo. Sin embargo, si este no es el caso, entonces es esencial que tú confíes en él. Nuestras vidas son construidas sobre la confianza. Confiamos que cuando entramos al auto, vamos a llegar a salvo a nuestro destino. Confiamos que cuando comemos algo no nos vamos a ahogar, o cuando vamos a dormir, nos vamos a levantar. Aún así, la confianza debe venir junto con la gratitud y con la conciencia. Es por eso, que el judaísmo nos enseña que debemos tener Emuná (fe) y Bitajón (seguridad); y junto con eso, tenemos bendiciones para pedir seguridad y agradecer cuando todo va bien. Es por eso, que cuando manejamos, recitamos una plegaria, y tenemos bendiciones para antes y después de comer, y cuando nos levantamos, lo primero que sale de nuestra boca es una frase de agradecimiento a nuestro Creador por devolvernos el alma.
Entonces, ¿Cómo se aplica esto a tu matrimonio? Tú te casas con el hombre que amas, con el compromiso de ser sinceros uno con el otro. Debemos confiar que así será. Simultáneamente, debes asegurarte que te comunicas con él y que se comparten el amor, las preocupaciones y los sentimientos. Aquí es donde viene la gratitud. De la misma manera en la que confiamos, y aún así bendecimos antes y después, ocurre lo mismo con tu matrimonio. Reconoce las cosas maravillosas que hace tu marido por ti. Agradécele por estar allí, por ayudarte, por hacerte feliz...incluso antes de que haga algo específico. Reconócele su trabajo y su deseo de involucrarse en varios aspectos de tu vida. Encontrarás que cuanto más das y compartís, más recibirás a cambio. Y cuando más amor recibas, afecto y reconocimiento, más te ayudará a fortalecer tu relación y a disipar tus temores.
Más aún, el Judaísmo enseña que en el matrimonio hay tres socios: el marido, la mujer, y Su Creador. Cuando ambos son concientes que hay un tercer socio que hizo que sus almas se unan y que es parte de su matrimonio, entonces tienes algo más grande y potente que sostiene al matrimonio. Un concepto muy bello es que la palabra Hebrea para marido es “Ish”, y la palabra hebrea para mujer es “Ishá”.
Tienen dos letras en común, la Alef y la Shin, que juntan forman la palabra “Esh”, que significa “fuego”. Las dos letras diferentes que tienen son la Yud y la Hei, que ambas juntan, forman el nombre de Di-s. Esto demuestra que el hombre y la mujer juntos, solos, pueden crear fuego. El fuego puede comenzar como una pasión, pero puede crecer e irse de control y consumirse, o enfriarse y apagarse. Pero cuando ambas partes reconocen que hay un tercer socio en su matrimonio, entonces el fuego puede existir, iluminar, calentar y brillar.
Sí, hay matrimonios que lamentablemente fallan, y en donde el hombre y/o la mujer engañan. Pero no tienes razón para creer que el tuyo es uno de estos casos. Así que, en vez de leer las noticias y preocuparte porque quizá lo mismo pueda estar sucediéndote, aprende de estas historias la importancia de trabajar todos los días en tu relación para fortalecerla y darle todo lo que tienes. Y junto con el trabajo, asegúrate que tienes confianza y gratitud, para que el fuego continúe ardiendo fuertemente.
¡Te deseo todo lo mejor en tu matrimonio!
Sara.
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