(e-mu-ná) אמונה raíz: אמן
Palabras relacionadas: verdad, amén, confiable, artesano


¿Qué es?

Generalmente, es traducida como “fe”.

Solemos pensar en la fe como una estrategia para la gente que no es capaz de pensar por sí misma. “El tonto cree en todo”, escribe Salomón, “el sabio comprende”. Sin embargo, la emuná es una convicción innata, una percepción de la verdad que trasciende la razón, más que evadirla. Así, la sabiduría, el entendimiento y el conocimiento pueden mejorar la genuina emuná.

No obstante, la emuná no está basada en la razón. La razón jamás puede alcanzar la certeza de la emuná, ya que –se se habla en términos razonables– siempre puede ocurrir que llegue un razonamiento mejor y demuestre la falsedad del tuyo. De esta manera, la emuná es similar a ver algo en carne propia: la razón te puede ayudar a entender mejor lo que ves, pero le va a costar mucho convencerte de que nunca lo viste. Por eso, vemos que la emuná perdura incluso cuando la razón no alcanza.

¿Cómo se pone a prueba?

En términos prácticos, es posible que la persona tenga fe porque no le interesa o porque no es capaz de razonar por sí misma. Por lo tanto, su fe no le pertenece, simplemente, confía en los demás. Cuando la persona tiene una profunda emuná en una verdad, ella siente que esta verdad es parte integrante de su propia esencia y su propio ser.

La prueba de fuego sería un caso de martirio. La persona que tiene una fe subracional puede que decida dar su vida por su fe o puede que no. La persona con una emuná superracional no ve ninguna otra alternativa –negar su emuná es negar la esencia misma de su existencia.

¿Cómo se obtiene?

Tal como dijimos, la emuná es algo innato, pero puede fortalecerse a través del estudio, de la experiencia y del razonamiento. Sin esa fuente de nutrición, puede ocurrir que la emuná de la persona quede divorciada de su actitud y de sus actos. El Talmud describe la forma en que el ladrón también cree en Di-s: cuando está a punto de cometer el robo y está a un paso de poner en riesgo su vida –y la vida de su víctima–, el ladrón suplica con toda sinceridad: “¡Di-s, por favor, ayúdame!”. El ladrón tiene fe en que hay un Di-s que oye sus ruegos, pero no piensa que este Di-s tal vez pueda proveerle aquello que necesita sin que él tenga necesidad de transgredir Su voluntad robándole a los otros. Para que la emuná ejerza su efecto en esta persona, esta tiene que estudiar y que ponerse a pensar.

Los estudios que más conducen al fortalecimiento de la emuná son el Midrash y la Kabalá. Los kabalistas del período posterior al exilio español (siglo xvi) presentaron estas ideas en forma más racional. La Jasidut Jabad, que es un enfoque fundado por Rabí Shneur Zalman de Liadi a finales del siglo xviii, es una prolongación de esta misma tendencia. Este enfoque acerca el ámbito de la emuná al razonamiento humano permitiendo que este último vislumbre el reino transcendente de la emuná.

Pero la más grande vitamina que uno puede proveerle a la emuná es simplemente el ejercicio. De hecho, en hebreo, la palabra “artesano” se dice umán, porque esta persona practicó su artesanía una y otra vez hasta que se volvió para ella algo natural. De la misma manera, la emuná crece y se profundiza a medida que uno se va acostumbrando a ver todos los fenómenos de la vida como manifestaciones de la presencia y la gloria del Creador. Sin embargo, la emuná se fortalece muchísimo más cuando es puesta a prueba y logra pasar esas pruebas y, mucho más, al sacrificar cosas en la vida en aras de tu emuná.