Obviamente, la Divinidad tiene mucho que ver con Di-s. Pero cuando hablamos de Divinidad, no nos estamos refiriendo a Di-s. Cuando decimos que la naturaleza es algo Divino o que el mundo es pura Divinidad, no estamos diciendo que la naturaleza o el mundo sean Di-s, Di-s no lo permita. Entonces, ¿qué es lo que queremos decir?

Lo que queremos decir es que dado que Di-s creó el mundo a partir de Su propia voluntad y Su propia imaginación, entonces no importa qué aspecto tenga. La verdadera realidad subyacente del mundo no es más que Su voluntad y Su imaginación. Estas, a su vez, no son cualidades adquiridas Suyas, sino que más bien ellas y Su unidad son lo mismo.

Por lo tanto, la Divinidad es una singularidad subyacente que une a todos los seres creados y a todos los sucesos, pasados, presentes y futuros, revitalizándolos y al mismo tiempo trascendiéndolos.

Una forma de concebir la Divinidad es imaginándonos a un gran novelista, artista, compositor o a cualquier otra clase de mente creativa. Imaginémonos esa mente cuando, en un instante y a partir de la nada, concibe un concepto, un tema o un motivo con el cual puede construir toda una historia, una pintura, una sinfonía o cualquier otra obra de arte. Ahora imaginémonos que este maestro del arte es tan pero tan hábil que, una vez que concluye su obra, a pesar de la diversa gama de emociones, estilos, timbres y tonos que contiene, si uno la examina bien de cerca, va a encontrar un mismo tema y una misma idea.

Ahora imaginémonos que esta idea no es simplemente otra idea más que surgió en la cabeza del artista, sino que es una profunda expresión del alma del artista. En cierta forma, el arte es una mejor manifestación del artista que su misma persona, porque su persona es solamente la forma que encontró para relacionarse con otras personas, pero su arte, en su núcleo, expresa la esencia misma de su alma.

Imaginémonos a Di-s como un artista cuya alma impregna cada detalle de Su obra de arte.

Supongo que este es el artista ideal y si bien ha habido otros que llegaron muy cerca, nuestro mundo no es un mundo de ideales. Además, incluso el artista humano ideal puede crear nuevas formas, historias y modelos solamente a partir de las experiencias que adquirió en la vida. No existe ninguna idea que verdaderamente provenga de la nada. Y aunque así fuera, el arte tiene que ser creado con materiales, con sonidos, con colores preexistentes, dentro de un continuo de tiempo y espacio sobre el cual el artista no tiene control.

Todo esto, por lo menos, nos sirve para que podamos imaginar la obra del Artista Maestro de Todas las Cosas del cual se extienden todos los ideales, todas las formas y todos los conceptos e, incluso, la idea misma de la propia existencia. Es una analogía: habla de una experiencia que de otro modo no tenemos ninguna forma de comprender por medio de alguna comparación con lo que nos resulta familiar y, entonces, nos exige que nos desprendamos de lo que nos resulta familiar para tocar el misterio que yace debajo de sus cubiertas.

Respirando dentro de cada célula y cada átomo de Su obra hay una expresión de Su mismo Ser, aunque disfrazado en forma magistral dentro de las complejidades de la historia que Él cuenta hasta el punto que el necio que solamente ve un breve acto de esta obra piensa que no hay Dramaturgo, que no hay historia, que no hay idea, sino solamente un montón de necios como él actuando en la escena.

Nosotros sabemos que no es así. Nosotros sabemos que debajo de todo no hay nada más que Di-s.

Lo más desconcertante de la Divinidad es que puede ocultarse. La verdadera realidad de todo lo que existe puede ocultarse dentro de las mismas criaturas que surgen de esa realidad. Así como el Creador genera y mantiene seres nuevos sin fuente y sin precedente –que es algo que no podemos ni siquiera concebir–, así también el Creador oculta Su Divinidad de esas mismas creaciones en el mismo instante en que las mantiene con esa Divinidad. No existe nada más desconcertante que esto. Y sin embargo, esta dinámica es la dinámica esencial que se oculta tras la existencia.

Sea cual fuere la explicación (si es que se puede explicar), ese estado de ocultamiento es lo que el Zohar denomina “el otro lado” –refiriéndose a aquello que se siente en uno mismo ajeno al Creador. Nuestro mundo material es un mundo dominado por la otredad. Sin embargo, existen planos de existencia más elevados que se denominan mundos Divinos, mundos en los que todo lo que existe siente que no es nada más que una emanación de una Fuerza Superior.

También dentro de nuestro mundo existen lugares y momentos en los que la Divinidad es más evidente y, también, hay individuos especiales que se adaptan mejor a la Divinidad subyacente. Hay ventanas que exponen la fachada.

Esta es la curación que la Torá trae al mundo: con cada mitzvá que hacemos, con cada acto de belleza y sabiduría, descubrimos un poco más de esa realidad subyacente. En un futuro, gracias al trabajo que hacemos ahora, toda la creación será vasijas traslúcidas que desplegarán esa luz Divina. Ojalá sea antes de lo que pensamos.