El año judío comienza en Rosh Hashaná, que es la “Cabeza del Año”, y el día en el que fueron creados Adán y Eva. El número de años de un año dado (al momento de escribir estas líneas, el año es 5773 (2013)) es la cantidad de años que pasaron desde la creación.
Para saber cuál es el año judío correspondiente a cada año del calendario gregoriano, simplemente, hay que agregar 3760 al número gregoriano, siempre y cuando uno esté hablando antes de Rosh Hashaná. Si es después de Rosh Hashaná, entonces, hay que agregar 3761.
La longitud del año
El año judío estándar tiene doce meses, seis meses de veintinueve días y seis meses de treinta días, lo que hace un total de 354 días. Esto se debe a que nuestros meses se rigen por la órbita lunar, que dura aproximadamente 29,5 días. Sin embargo, debido a distintas variaciones en el calendario judío1 , el año también podría tener 353 o 355 días2 .
Los años bisiestos
Dice la Torá: “Observarás el mes de la primavera y entonces harás la ofrenda de Pesaj”3 . Esto significa que tenemos que asegurarnos de que Pesaj se celebre en la primavera.
De hecho, todas las festividades bíblicas ‒Pesaj, Shavuot y Sucot‒ dependen de las estaciones agrícolas. Shavuot es “Jag HaBikurim” (la Festividad de los Primeros Frutos) y Sucot es “Jag HaAsif” (la Festividad de la Cosecha). Tenemos que cerciorarnos de que todas las festividades se celebren en sus debidas estaciones del año.
Por lo tanto, el calendario lunar judío debe estar coordinado con el ciclo del sol y las estaciones que se determinan por la órbita solar. El problema es que el año lunar, al unir los doce meses lunares, solamente da un total de 354,4 días4 . El año solar, que suma un total de casi 365,25 días5 , es casi once días más largo. Si no se hiciera un ajuste, Pesaj podría tener lugar once días antes cada año, y entonces, a una cierta altura, se festejaría en invierno, luego en otoño, luego en verano y luego nuevamente en la primavera.
La solución a dicho problema es insertar en forma periódica un mes adicional (de treinta días) al año, creando así un año de trece meses. En hebreo, ese año se denomina “shaná meuberet” (año embarazado). En español, se lo llama “año bisiesto”, y es el mes que compensa todos los días perdidos del calendario lunar. El año bisiesto tiene lugar aproximadamente una vez cada tres años.
Este mes adicional se agrega al mes de Adar, el último del año. Por lo tanto, en los años bisiestos, observamos dos meses de Adar: Adar I y Adar II.
Vemos entonces que el calendario judío es tanto lunar como solar; los meses son meses lunares mientras que los años son años solares. Esto es en contraste con el calendario gregoriano, en el que el año es un año solar y los meses se forman dividiendo el año en doce partes; y también, es muy diferente del calendario puramente lunar que observan ciertas religiones, en el que cada mes queda determinado por la luna y el año es simplemente la suma de doce meses lunares.
El ajuste de Hilel
Mientras el Sanedrín presidió en Jerusalén, no hubo un calendario fijo, sino que cada año se evaluaba a fin de determinar si debía ser declarado un año bisiesto.
Cuando Hilel II instituyó el calendario perpetuo debido a la inminente disolución del Sanedrín (ver Meses), él también incorporó al calendario los años bisiestos.
El calendario de Hilel tiene ciclos de diecinueve años, en que cada ciclo contiene siete años bisiestos: el 3.º, el 6.º, el 8.º, el 11.º, el 14.º, el 17.º y el 19.º.
La longitud del año bisiesto estándar es de 384 días, si bien también puede tener 383 o 385.
Existen exactamente catorce modelos diferentes a los que se pueden adaptar los años hebreos, se distinguen por la longitud del año y el día de la semana en que cae Rosh Hashaná. Debido a que las reglas son sumamente complejas, es posible que un cierto modelo se repita varias veces en el curso de unos cuantos años y luego no se repita durante muchísimo tiempo. Pero el calendario judío es famoso por su extrema precisión: aquí no se “pierde” ni se “gana” tiempo como ocurre en otros calendarios.
Antes del ajuste
El Sanedrín tenía en cuenta distintos factores en el curso de sus deliberaciones a fin de establecer si un año determinado debía ser declarado un año bisiesto. El factor principal, que tenía precedencia sobre todos los demás, era el equinoccio de primavera. Si el equinoccio de primavera caía más tarde que en la primera mitad del mes de Nisán (vale decir, el 16 del mes o más tarde), entonces, ese año se declaraba automáticamente un año bisiesto. Esto se debe a que, tal como se mencionó anteriormente, el versículo afirma: “Observarás el mes de la primavera y entonces harás la ofrenda de Pesaj”6 .
Sin embargo, no bastaba con que Pesaj cayera después del equinoccio, en que era “oficialmente” primavera; también, era necesario que hubiera ciertas “condiciones ambientales” de primavera. Por ejemplo, si en la Tierra de Israel, la cebada aún no había madurado7, y los árboles todavía no tenían los frutos de la estación, entonces, eso era razón suficiente para postergar el mes de Nisán agregando un segundo mes de Adar. La primavera tenía que sentirse en el aire; tenía que ser una época verde.
Había también varios factores no relacionados con la estación que el Sanedrín tenía en cuenta. Por ejemplo, cuando las rutas o los puentes estaban en mal estado, debido a la época de lluvias, impidiendo así que los peregrinos pudieran viajar a Jerusalén para Pesaj.
Para comprender el aspecto místico del calendario lunar-solar por el cual nos regimos, hagan clic en El matrimonio de diecinueve años.
Únete a la charla