El establecimiento de un “calendario judío” fue la primera mitzvá (el primer precepto) que Di-s le dio a la nación judía. Este calendario tan singular está basado en el mes lunar, pero se ajusta en forma ocasional para que permanezca sincronizado con el año solar y con sus estaciones.

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Por lo tanto, de un año a otro, la fecha del calendario judío fluctúa con respecto a los demás sistemas de calendario, pero siempre mantiene una proximidad en cuanto a las fechas con el calendario gregoriano, que es el que se usa comúnmente. Por ejemplo, si tu cumpleaños secular es el 15 de junio, tu cumpleaños judío siempre va a caer cerca de esa fecha, semanas más, semanas menos.

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El cumpleaños judío posee un doble significado: a) En lo personal, de acuerdo con la tradición judía, la mazal (suerte, fortuna) de la persona depende de su fecha de nacimiento; b) En tanto que como nación, festejamos aquellas fechas en las que ocurrieron sucesos especiales que concernieron a nuestro destino; estas son las “festividades”.

Como individuos, festejamos las fechas que tienen significado personal. ¿Y qué es más significativo que el propio cumpleaños? Ese fue el momento en que el Creador dijo: “He aquí que te doy un cuerpo, un alma, y una misión Divina. Yo tengo absoluta confianza en tu capacidad de salir adelante para Mí”.

En 1988, el Rebe Rabí Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, inauguró la “Campaña del cumpleaños judío”. El Rebe nos pidió que aprovecháramos al máximo el día más especial de nuestras vidas. El día del cumpleaños es un día en el que reafirmamos la misión que nos encomendó Di-s: Mejorarnos y santificarnos a nosotros mismos y también al mundo que nos rodea.

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