¿Cuán relevante puede ser hoy en día la Torá, un sistema de leyes que fue entregado en el desierto hace más de 3.000 años a un grupo de esclavos recién liberados?

Es una pregunta que muchos se hacen y suena muy lógica.

Encontramos en la lectura bíblica de esta semana, Itró, un versículo que arroja luz sobre el tema.

La voz del Sinaí

El versículo1 describe la voz por medio de la cual los Diez Mandamientos fueron pronunciados como “Una gran voz, sin fin”.

¿Qué significa una voz “sin fin”?

Una de las explicaciones es que la voz que pronunciaba los Diez Mandamientos no tenía eco.

¿Qué nos enseña esto? ¿No será que cuanto más fuerte la voz, más fuerte es el eco que produce?

El Rebe, que su mérito nos proteja, ofrece la siguiente explicación:

Un eco se produce cuando la voz se topa con una obstrucción y rebota. La idea aquí es que la voz que proclamaba “Yo Soy el Señ-r, tu D-os” penetró a toda la existencia, sin encontrar algo que lo contradijera. No se produjo un “eco”.

Con esto podemos responder a la pregunta inicial en cuanto a la relevancia de este código milenario entregado en el desierto a un grupo de esclavos recién liberados hace miles de años.

La voz de los Diez Mandamientos no produce “eco”. No encuentra obstrucción ni en el espacio, ni en el tiempo ni en el hombre. No existe hombre, momento o lugar que puede contradecir esa voz. Esa voz nos es antigua; es atemporal. Es relevante para todos en todos lados en cada momento.

Claro, hace falta estudiar para conocer y entender cómo aplicar dicho código en la actualidad, pero quienes se dedican a estudiarlo no se están aferrándo al pasado.

El Monte Sinaí

¿Por qué se entregó la Torá justo encima del Monte Sinaí?

Nuestros sabios explican que cuando D-os quiso entregar la Torá se presentaron todas las montañas más importantes para ofrecer sus servicios. El Monte Sinaí que era una montaña bajita ni se presentó.

Dijo D-os: siendo que una característica importante para recibir la Torá es la humildad, entregaré la Torá sobre el Monte Sinaí que representa dicha cualidad.

La pregunta es: Si D-os quiso entregar la Torá sobre un lugar que representara la humildad, ¿por qué entregarla sobre una montaña bajita? ¿No debería haberla entregado en un valle o en un lugar llano? ¡Una montaña bajita no representa ni una cosa ni la otra!

Una respuesta es que se necesitan las dos características, la humildad como también el orgullo. Para recibir la Torá hace falta tener humildad, ya que sin eso, si uno se cree un sabelotodo, no está en condiciones de aprender nada. Por otro lado, hace falta tener la cualidad del orgullo, ya que sin esto no tendrá la capacidad de defender lo que aprendió. Largará todo apenas alguien lo desafía o se burla de él.

Otra respuesta es que la altura representa la espiritualidad mientras que la llanura representa la dimensión material de la existencia. El objetivo de la Torá es unir las dos dimensiones de la existencia, elevando lo material a un nivel espiritual mayor (por ejemplo, usar el dinero para un fin benéfico) y “bajando” la espiritualidad hasta expresarla en el plano material y tangible de la existencia (por ejemplo, aplicar las leyes de honestidad en los tratos comerciales).

Ver lo audible

¿Alguna vez viste un sonido o escuchaste un color?

De acuerdo a Rabí Akiva es precisamente lo que ocurrió en el momento de la entrega de la Torá, vimos lo audible y escuchamos lo visible2 .

¿Cómo es posible ver lo audible y escuchar lo visible? y ¿Qué implicancia práctica tiene para nosotros hoy en día?

Hay dos diferencias entre ver y escuchar algo: 1) Cuando uno ve algo, ve el objeto en sí y cuando escucha es nada más que una descripción de la cosa. 2) Ver algo afecta a la persona mucho más profundamente que meramente escuchar sobre la cosa o el acontecimiento.

En general vemos lo material y escuchamos lo espiritual; lo material es tangible mientras que lo espiritual es abstracto.

Lo que Rabí Akiva quiere decir con “vieron lo audible y escucharon lo visible” es que en el momento de recibir la Torá el pueblo judío estaba en un nivel espiritual tal que para ellos, en esos momentos, lo espiritual se volvió tangible y concreto y lo material se volvió abstracto y teórico.

Por nuestrra naturaleza “Vemos lo visible” y “escuchamos lo audible”. Lo material nos atrae mucho más que lo espiritual. Si quieres comprobarlo, intentá organizar un shiur en horas de playa… No obstante, lograr “ver lo audible”, llegar al punto que lo espiritual se convierte en “tangible”, está al alcance de todos.

Por ejemplo:

Si alguien entra a la casa de un amigo y ve algún objeto que le gusta, ¿lo llevaría?

Depende. Si es un niño y el objeto está suelto, muy posible que lo lleve. Si es un adulto honesto, sin duda no lo llevaría. ¿Por qué? Porque no puede. ¿Por qué no puede? Porque el objeto no está suelto; pertenece a otro.

Para un adulto normal, si algo pertenece a otro se vuelve “inamovible”. Aunque físicamente podría llevarlo, siendo que pertenece a otro, ya no lo puede llevar. Fíjate que “pertenencia” es una condición legal, no física, y no obstante pesa más que la realidad física. Lo “audible” se volvió “visible”.

Este ejemplo es simple y claro. Avancemos un paso. La condición legal es una condición lógica que cualquier persona puede entender y “ver”. ¿Qué pasa con la dimensión Divina de la existencia? Para muchos es algo muy lejano y abstracto. No sólo que no la “ven”; ni la “oyen”. Conjuntamente con la entrega de la Torá recibimos la capacidad de “oír” y “ver” la dimensión Divina de la existencia.

He aquí un ejemplo.

Cuando alguien entra al supermercado a comprar comida, se fija generalmente en tres condiciones: 1) que sea rica; 2) que sea sana; 3) que sea económica. Cuando un judío entra al supermercado, además de dichas tres condiciones se fija si la comida es Kasher. ¿Qué es Kasher? Una dimensión espiritual que no se mide, no se pesa, no se ve con el ojo físico. Uno puede, no obstante, llegar al punto de “verla”; al punto de que si no es Kasher es directamente incomestible.

Mi tío abuelo, Rabino Mendel Futerfas, A”H, pasó años en Siberia como resultado de su trabajo en pos de defender y fortificar el judaísmo en la Unión Soviética. Durante los años de su encarcelamiento no probó comida no Kasher. Cuando le preguntaron porqué es que rehusaba comer comida no-kasher aun si implicaba poner su vida en peligro, respondía: “Cuando yo era niño mi madre me llevó al Rebe para que me bendijera y me bendijo con larga vida. Estoy seguro que la bendición del Rebe encontrará otro camino para encontrarme sin ser por medio de este pedazo de Jázer (cerdo).” La dimensión Divina le importaba más que la física; un buen ejemplo de “ver” lo “audible”.