En el comienzo de la parashá, la Torá manda a los Cohaním a que no se impurifiquen con la impureza ritual de un cadáver. El mandato en sí es dicho de una manera repetida: “Diles a los Cohaním Hijos de Aharón y diles”. La repetición, como Rashi (Francia, 1040-1105 e.c.) comenta, “viene a advertir a los adultos que eduquen a los menores“.

Esta no es la única vez que la Torá manda a los adultos a educar a los menores en una Mitzvá. Nuestros sabios del Talmud dicen que este tipo de advertencia aparece en tres lugares: 1) la prohibición de comer insectos, 2) la prohibición de comer o beber sangre y 3) la prohibición de impurificarse para un Cohen.

Es claro que queda en manos de los adultos educar a los menores. Más aún, la Torá misma establece que un padre debe educar a sus hijos o proveer los medios a través de los cuales los niños sean educados (maestros, escuelas, etc). Existiendo entonces una Mitzvá general de educación ¿Por qué justamente en estos tres lugares la Torá vio necesario enfatizar dicha Mitzvá? La razón de esto es que en éstas tres situaciones un educador podría ser ligero con sus enseñanzas, como veremos.

La característica de la prohibición de comer insectos es que son desagradables. La característica de la prohibición de comer sangre es que el pueblo judío acostumbraba ingerirla, y la característica de la prohibición de no impurificarse con un cadáver es que es una Mitzvá irracional.

De aquí aprendemos tres reglas fundamentales en la educación:

1) Cuando un educador se encuentra con que debe enseñar a un público de extremo bajo nivel espiritual, en una situación sombría, podría pensar que no tiene ninguna posibilidad de éxito. Por eso la Torá nos dice que, aún a una persona que come insectos, cosa que simboliza su bajo nivel espiritual, al punto que ni siquiera se comporta de manera “humana”, se la puede educar y “enderezar”.

2) Hay quienes dicen que la educación sólo funciona siempre y cuando el educando no se haya acostumbrado a transitar el “mal camino”, pero si su actuar indebidamente se volvió una “segunda naturaleza” en él, es un desperdicio de tiempo y esfuerzo intentar enseñarle el “camino correcto”. Por eso la Torá dice que aún en el caso del consumo de sangre, cosa que el pueblo judío estaba acostumbrado a hacer, recae la obligación de educar y que, a través de la educación adecuada, pueden mejorarse en una persona aún aquellas cosas a las cuales ya está acostumbrado.

3) Hay quienes dicen que educación se aplica solamente a aquellos conceptos que pueden explicarse racionalmente, pero cuando se trata de asuntos de fe, no puede educarse. Si la persona declara no ser creyente, no hay nada que hacer. Por eso la Torá enfatiza precisamente en un tema como la impureza de los cadáveres, una Mitzvá irracional, la obligación de educar, para enseñarnos que también conceptos dependientes de la fe pueden ser educados, ya que, en lo más profundo, todo judío es creyente y la educación sólo lo ayuda a revelar la fe oculta en su corazón.

Cuando la Torá nos manda a hacer algo, no significa solamente que la tarea es realizable, sino que la Torá nos da la fuerza para llevar adelante la misión. Di-s no exige del ser humano cosas que no puede hacer.

Adaptado de Shulján Shabat.