Saludo y Bendición:

Acuso recibo de su carta. Tal como me solicitó, la recordaré en oración por el cumplimiento de los deseos de su corazón en los asuntos sobre los que escribe.

Es bueno recordar que, dado que las enseñanzas y obligaciones de la Torá, que un judío tiene el deber de observar, provienen de D-os, el Creador del hombre, es seguro que D-os provee la habilidad necesaria para cumplirse Sus directivas. Por supuesto, sería ilógico suponer que D-os pediría a un judío que hiciera al­go que estuviera más allá de su capacidad. Es verdad que algunas cosas son más difíciles de llevar a cabo que otras, pero tenemos la certeza de que nada se interpone en el camino de la voluntad  y, dado el esfuerzo apropiado, es posible superar todas las dificultades.

Debo objetar lo que usted llama, al final de su carta, “mi judaísmo perdido”. La expresión “perdido“ realmente no encaja aquí, porque ninguna persona puede perder algo que es su misma esencia e interioridad. Lo que sí es posible es que a veces la esencia de una persona esté en un estado de “animación suspendida“, o, cubierta con varias capas de sustancias extrañas, incluso algunas que sean discordes con su esencia. Pero esta esencia no puede “perderse“, solo puede es­tar dormida, por decirlo así, en lugar de estar activa y aparente, como debería ser.

No es necesario decir que el propósito de ese comentario no es discutir cuestiones de semántica, sino enfatizar que su judaísmo está realmente intacto y que depende enteramente de usted hacer de él un ingrediente integral y activo de su vida cotidiana. No necesita buscarlo en otra parte; todo lo que tiene que hacer es echar a un lado todas esas capas externas que, por una razón u otra, han cubierto su esencia interior.

Quiera D-os que usted tenga buenas noticias para darme.

Con bendición,

M. Schneerson