En uno de nuestros talleres, discutimos la importancia del trabajo en equipo de los padres. Una de las participantes expresó su frustración diciendo: "Mi marido y yo tenemos a menudo opiniones diferentes de cómo disciplinar a nuestros adolescentes. Si yo digo sí, él dice no. Cuando él quiere tratar la situación de una manera agradable, yo quiero ser dura. Nuestros hijos se dan cuenta de la diferencia y nos enfrentan. Piden permiso para hacer lo que desean al padre que dará la respuesta preferida. ¿Por qué no podemos ser como otras parejas que siempre piensan igual"? Preguntó.
Mi contestación fue, "Si usted y su marido pensaran igual, sobraría uno de ustedes..."
Una de las bellezas del matrimonio es que une a dos personas que son diferentes en el aspecto físico, emocional e intelectual. Es más, debido a que cada padre contribuye con su propio estilo, el niño se ve beneficiado con una educación saludable. Sin embargo, puede suceder que algunos padres no compartan entre sí una relación robusta y pueden verse atrapados en el juego de "el policía bueno / el policía malo". Piensan que ganarán el amor y respeto del niño siendo mejor que el otro padre. En realidad, es lo contrario. Mientras el padre "bueno" puede ganar el amor a corto plazo, perderá el respeto a largo plazo, además de dañar y causar confusión al niño.
Las diferencias entre los padres pueden ocurrir por varias razones. Un padre puede ser más asertivo por naturaleza, el otro más lento. Uno puede tener más paciencia que el otro. Alternativamente, puede que repitan el modelo de sus propios padres. La diferencia más común, sin embargo, que se hace notoria con respecto al trato con los adolescentes, es el grado de compromiso emocional por parte del padre. Con un niño pequeño, es normalmente más fácil separar las emociones al evaluar el mal comportamiento del niño, recordando que es sólo un niño. Esto es más difícil de hacer cuando el niño crece y se vuelve un adolescente. Uno de los padres puede tornarse "combativo" en su relación con un joven, mientras que el otro retiene un grado mayor de objetividad.
Sugerí a la mujer que debía desarrollar con su marido el siguiente camino para disciplinar a los hijos: Todos los problemas deben discutirse entre los dos, en privado, y deben llegar a una conclusión sobre una política que haga felices a ambos. Si uno de ustedes no está contento con la política de la crianza de los hijos, le faltará la firmeza que es un elemento vital para la buena disciplina. Si es necesario, pueden consultar a un tercero en quien confíen para encontrar un acercamiento, y llegar a un acuerdo.
Una vez que la política se establece, siéntense con su adolescente y explíquenle las reglas que van a aplicar. Aclare que estas reglas no son negociables, y que en el caso que puedan ser apropiados cambios, sólo ustedes, los padres, actuando juntos como un equipo, considerarán cualquier cambio necesario.
Si uno de ustedes se siente emocionalmente afectado por lo que el joven ha hecho, es sabio permitirle al otro padre ocuparse de la situación, o esperar hasta que el padre agitado se haya tranquilizado. Puede decirle a su hijo lo disgustado que usted está y que piensa que es inteligente no tratar ahora la situación. Estará enseñándole a su niño que también usted es humano, y que a veces es mejor esperar hasta que las emociones se hayan tranquilizado para tomar decisiones sensatas y racionales y actuar correctamente.
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