"Habla a los hijos de Israel y diles: Harán para ellos franjas en las puntas de sus ropas… Y serán tzitzit para ustedes, y cuando los vean, recordarán todos los mandamientos de Di-s y los cumplirán" (Números 15:38-39).

La mayoría de la gente no piensa del judaísmo como una religión de franjas. Sin embargo ese es nuestro uniforme e insignia de honor, nuestro recordatorio diario de quiénes somos y para qué estamos aquí —cuatro flecos colgando de las franjas de nuestras ropas.

En la antigüedad debíamos colgar los flecos de las franjas de los mantos de cuatro puntas que eran parte del guardarropa diario de la gente. Hoy los hombres y niños judíos tienen dos formas de cumplir con esta mitzvá cada día:

a) Durante la plegaria envolviéndose en un talit gadol (literalmente: gran manto). Es el gran chal de oración con franjas que se usa durante las plegarias matutinas.

b) Usando un pequeño poncho llamado talit katan (literalmente: pequeño manto). Para la mayoría de nosotros es adecuado que esté bajo la camisa.

Los flecos de las franjas son llamadas tzitzit. Sus cuerdas y nudos son una representación física de los 613 harás y no harás de la Torá. Esto es así: Cada letra del alfabeto hebreo tiene un valor numérico correspondiente. El valor numérico de las cinco letras que forman la palabra hebrea tzitzit suma 600. Si sumamos ocho cuerdas y cinco nudos de cada fleco, el total es 613.

Usar tzitzit es una señal de orgullo judío. Los judíos siempre tuvieron una forma de vestirse que los distingue de la gente de las tierras en que han vivido —aun cuando esto significara exponerse al peligro y la violencia. Por gracia de Di-s, hoy la mayoría de nosotros vive en tierras en las que somos libres de practicar nuestra religión sin tales temores. Hoy vestimos nuestro uniforme judío con orgullo y con la cabeza en alto.

La Cabala enseña que el talit es una metáfora de la luz trascendentemente infinita de Di-s. Las franjas aluden a la luz divina inmanente que permea cada elemento de la creación. Al usar un talit gadol o un talit katan, el judío sintetiza esos dos elementos y los hace una realidad en su vida.