En la parashá de esta semana aprendemos sobre el Mishkán, el Santuario que Di-s mandó a construir para vivir dentro de él.

Nuestros sabios nos cuentan que al comienzo de la Creación, la Presencia Divina llenaba la tierra. Adám, el Primer Hombre podía sentir a Di-s alrededor suyo.

Sin embargo, se sucedieron siete generaciones que pecaron e hicieron que Di-s deje de estar, en forma revelada, en la tierra. Adám, Kain, Enosh, la generación del Diluvio, la generación de la Torre de Bavel, la gente de Sdom y los egipcios en la época de Avraham.

Más tarde, siete generaciones de tzadikím, hombres justos, trajeron la Presencia Divina a la tierra. Avraham, Itzjak, Iaacov, Levi, Kehat, Amram y Moshe.

Es con la construcción del Mishkán que Di-s volvió a morar en la tierra.

La función del pueblo judío es hacer del mundo una morada para Di-s a través de la observancia de Mitzvot y el estudio de Torá.

Esto no significa que debemos traer al mundo algo que nunca estuvo aquí. El lugar inicial donde Di-s estaba, el “jardín de Di-s” es el mundo. Sólo tenemos que encargarnos de devolver a Di-s su lugar.