Mis amigos se sorprenden incluso se afligen, cuando les cuentos la manera en que cumplo Shabat. Se sorprenden al escuchar que no escribo, no toco la luz, no uso el teléfono, ni cocino o me comprometo en ninguna actividad que hago usualmente durante la semana, durante veinticinco horas, empezando el viernes cuando baja el sol, hasta el anochecer del sábado
Después de ese pequeño intervalo regreso a la batalla, incorporándome con los demás a ese ritmo vertiginoso de la vida empresarial. Nadie que me vea en el torbellino de mi vida agitada creería que me tomo semejante recreo todas las semanas. "¿Cómo puede permitirse ese lujo?" preguntan. Cuando se enteran que mi observancia también evita las compras, las salidas al cine y un gran abanico de actividades recreativas, levantan una ceja y dicen, "¿Por qué querrías hacer eso?"
Esta reacción no es nada sorprendente. Viene de la suposición natural de creer que cesar nuestras ocupaciones cotidianas no sólo es difícil, sino imposible. Piense en los anuncios del hombre trajeado sentado en la cima de la montaña, "logueándose" para chequear su mail en su laptop; o la bañista en una isla remota que cierra un trato a último momento, creyendo que está de vacaciones.
"Seis días trabajarás y harás toda tu tarea, pero el día séptimo es Shabat, consagrado a Hashem, tu Elokim, no hagas ninguna tarea..." (Éxodo 20:9-10)
Todos parecemos tomar de este Cuarto Mandamiento bastante en serio la parte que dice trabajar durante seis días. Pero el mandamiento entero es pertinente: Shabat es significativo por los días de trabajo y los días de trabajo son elevados por el Shabat.
La Cabalá enseña que Di-s se pasó seis días creando un escenario en donde somos todos actores. Él hizo esto contrayendo Su energía y "retirándose", creando así un "vacío", un espacio que llamamos "mundo". Di-s permanece oculto para permitirnos ejercer nuestra libertad y libre albedrío. Él está esperando que elijamos Tikun Olam, perfeccionar el mundo. Él está esperando que validemos Su plan pasándonos seis días cada semana elevando este mundo, descubriendo la Divinidad inherente en toda la materia y liberando las chispas de Energía Divina que dan vida a todas las cosas.
Cuando nos sumergimos en nuestro trabajo, sin embargo, se vuelve una lucha permanecer en la superficie. En el interminable conflicto entre lo material y lo espiritual, el peso específico a menudo gana. Es fácil olvidarse de nuestro origen, nuestra razón de ser, de nuestro punto de salida en este viaje que llamamos "la vida".
Shabat es un poderoso recordatorio que nos devuelve al principio. Es una reunión con nuestra propia esencia. Es un retorno a la perfección que existió después de los seis días de Creación, antes del pecado.
Que yo no cocine, haga compras o faxee nada en Shabat es una declaración de principios tanto como un estilo de vida. En Shabat me resisto a hacer uso de las energías y fuerzas del mundo. Suspendo mis esfuerzos por dominar y transformar. Reflejando el modelo original de Di-s -cesando después de seis días de invención e innovación- correré el velo y estaré cara a cara conmigo misma y mi Di-s.
Eso es lo que experimento cada semana, el viernes cuando el sol está a punto de ponerse, me desconecto de mis asuntos cotidianos. Enciendo las velas de Shabat y algo cambia mientras "limpio" mi mente y tomo una respiración profunda, sabiendo que estoy en un lugar dónde nunca hubiera podido llegar sola.
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