En 1976, después de varios años de matrimonio, mi esposa y yo, reunimos el valor necesario para hacer nuestro propio Seder de Pesaj, durante la segunda noche. En cuanto tomamos la decisión, empezamos a redactar la lista de invitados. Cuando la festividad estaba más cerca, la lista creció. Y creció. ¡Y creció! ¡De repente teníamos dieciséis invitados!

Después de anular y quemar el Jametz en la víspera de Pesaj, un nuevo sentimiento de excitación volvió a fluir de mí. Todos los años, unas pocas horas antes de que comience la festividad, el Rebe de Lubavitch estaba de pie en la puerta de su oficina y distribuía trozos de su matzá que se había horneado esa tarde. Decidí que le diría al Rebe cuántos invitados tendríamos y seguramente el Rebe me daría matzá extra.

Súper entusiasmados y faltos de experiencia, subestimamos penosamente la cantidad de trabajo que debíamos hacer ese día. ¡Cuando finalmente llegué a la oficina del Rebe, era demasiado tarde! El Rebe ya había regresado dentro para prepararse para Maariv (la Plegaria de la noche). "Oh no", pensé. "De un trozo de matzá, a mucho, y luego a ninguno. ¿Cómo enfrentaré a mi esposa?"

"No se preocupe", me dijo un asiduo visitante. "El Rebe repartirá un poco más de matzá después de concluir Maariv por un corto lapso"

"¡Gracias a Di-s!" exhalé. Inmediatamente después del último "Amén" de los servicios (o quizás incluso un poco antes, debo admitirlo), salí fuera del shul y corrí a toda velocidad por los escaleras a la oficina del Rebe. No estaba primero en la línea, pero gracias a Di-s, podría decir que al paso que íbamos, entraría. Nada de sudor.

Mi turno llegó. El Rebe me evaluó con una mirada rápida y se volvió para romper un pedazo de matzá para mí. Antes de que él pudiera hacerlo, tomé coraje rápidamente y dije bruscamente, "¡Tenemos dieciséis invitados!"

El Rebe me miró. El tiempo se congeló. Quedé helado. Finalmente el Rebe dijo: "¿Para el primer Seder o el segundo?"

"El segundo", contesté, y mucho me sorprendió la pregunta.

"Entonces no puedo darte ahora matzá", el Rebe declaró.

Mi cara debe haber registrado la gran perplejidad, o quizás el Rebe se dio cuenta de que yo estaba a punto de desmayarme. El Rebe se apuró para explicar (¡y en inglés!), "Ya es la primera noche de la fiesta. No nos está permitido hacer algo en la festividad o Shabat como preparación para el día siguiente, aun cuando el próximo día también es Iom Tov. ¿Entiendes?"

Asentí, estrangulando mi desilusión. Pero el Rebe no había terminado. "Por eso, ven de nuevo mañana por la noche después de Maariv, y te daré Matzá. Gut Iomtov. A Kosher freilejn Pesaj (un Pesaj kasher y feliz)."

¡Buen Iom Tov y qué Iom Tov! Con gran excitación corrí a casa para contar lo que el Rebe había dicho, a todos. Inmediatamente después de la Tefilá de la próxima noche, marché orgullosamente a la puerta del Rebe, después de lo cual su asistente, se negó a admitirme. "El Rebe no reparte matzá esta noche. Sólo la primer noche", dijo, rechazándome.

"Pero el Rebe me dijo que viniera", abrí la boca con pánico. Ciertamente, no me creyó. En la desesperación, le conté toda la historia. Yo veía que él todavía se mostraba escéptico. Notaba que yo estaba a punto de explotar o derrumbarme. O ambas cosas. Finalmente, estuvo de acuerdo en preguntarle al Rebe. Atisbé detrás de él y vi la inclinación de la cabeza del Rebe.

¿Cómo supo el Rebe preguntarme para qué noche necesito la matzá? No puedo contestar eso. Él no había formulado esa pregunta a ningún otro: Yo ya había averiguado. Sólo sé que agradezco que el Rebe hizo una excepción por mí, en ambas noches.

¡Oh sí!. El Rebe me dio una cantidad grande de matzá que alegremente he compartido. ¡No sé de las otras dieciséis personas, pero después de 25 años, todavía recuerdo mi matzá del Rebe!