(Extracto del libro “De Manhattan a Brooklyn”)

Recuerdo que una vez un Rabino preguntó en una clase por qué nos colocamos los Tefilin. Cada uno dio una respuesta distinta:

- Para unirnos al legado de nuestros antepasados…

- Es cierto pero esa no es la razón principal…

- Para atarnos a los valores que definen a nuestro pueblo..

- También es verdad pero tampoco es la razón…

- Para alinear la mente con el corazón…

- Todas sus respuestas son válidas, pero ninguna refleja el motivo real. El motivo real es ¡que Di-s pidió que nos los coloquemos!

Definición

La palabra Mitzvá significa “mandamiento” u “orden divina”. Se refiere a aquellas acciones que Di-s nos instruyó a cumplir: tanto lo que debemos hacer como lo que debemos evitar. Sin embargo, desde una perspectiva más profunda, Mitzvá está relacionada con el término Tzavta1 , que significa “unión” o “conexión”. Esto revela que las Mitzvot no son meros preceptos, sino canales a través de los cuales el judío se une a Di-s. Cada Mitzvá no es solo una regla, sino una expresión concreta de Su Voluntad, una conexión directa entre el ser humano y su Creador.

Ahora bien, desde un punto de vista filosófico, como seres finitos no tendríamos, por nosotros mismos, los medios para establecer una relación con un Di-s infinito; mucho menos alcanzar un vínculo íntimo. Desde una perspectiva puramente racional, la distancia entre el Creador y nosotros es, sencillamente, inabarcable.

En otras palabras, fue el propio Di-s quien creó la posibilidad de que el ser humano se conecte con Él. ¿Cómo? A través de los caminos que Él mismo estableció: las Mitzvot.2

El Sabio y el Simple

Imaginemos a un hombre de sabiduría extraordinaria, cuya comprensión está a años luz de la del individuo promedio. Si ese sabio desea establecer una relación con alguien sencillo, le pedirá algo: le dará una orden, una tarea. Al cumplirla, el hombre simple deja de ser un mero espectador; se convierte en parte de la realidad del sabio. Es decir, al serle encomendado algo, el sencillo se siente “alguien” ante el sabio, y a su vez, el sabio lo incluye en su mundo como alguien relevante.

No importa si la tarea es trascendental o aparentemente trivial.3 Es decir lo que cuenta no es el contenido de la orden sino el vínculo que se establece a través de ella. El solo hecho de cumplirla crea un punto de encuentro entre dos mundos que, por naturaleza, jamás se tocarían.

¡Cuánto más es así cuando hablamos de Di-s, Rey del Universo! Por mérito propio, somos absolutamente nulos ante Él; y sin embargo, en Su infinito amor, nos concedió las Mitzvot. Nos dio herramientas con las cuales servirlo y, más aún, formas a través de las cuales existir en Su realidad.

Relación con Di-s

De hecho, el compromiso del judío con la Mitzvá es proporcional con su deseo de tener una relación con Di-s. En otras palabras: la Mitzvá es importante para Di-s. Entonces, si Di-s es importante para mí, cumpliré las Mitzvot. No se trata de traducir la Mitzvá a mi realidad personal y encontrarle un beneficio propio, sino de que es importante para Él y Él es importante para mí. Eso es todo.

Un día, un señor de avanzada edad caminaba con dos maletas por la avenida Eastern Parkway, en Nueva York. Como las maletas eran muy pesadas, se acercó a un hombre que pasaba por allí y le pidió ayuda:

— ¿Podría ayudarme con una de las maletas?

Lo que este señor no sabía era que la persona a la que se dirigía no era otra que el Rebe de Lubavitch. El Rebe tomó con gusto una de las maletas y caminó junto a él. Al escuchar sus gemidos de cansancio, le preguntó:

— ¿Qué le ocurre?

— Esta maleta es demasiado pesada para mí —respondió el hombre.

Inmediatamente, el Rebe tomó también la otra maleta y continuó caminando con él.

Un jasid que pasaba por la misma calle presenció la escena y, sorprendido, se acercó al anciano y le susurró al oído:

— La persona que está llevando sus maletas es nada menos que el Rebe de Lubavitch.

El hombre se quedó paralizado por un instante y exclamó:

¡Gevald! ¿Qué he hecho?

Entonces comenzó a disculparse profundamente, apenado.

Pero el Rebe respondió:

— ¿Y qué pasa con la Mitzvá de ayudar al prójimo? ¿Acaso esa Mitzvá se la dieron a todos… menos a mí?4

En otras palabras lo que el Rebe le contestó al señor de las maletas es que él también quiere conectarse con Di-s.

¿Piedras pesadas?

Para finalizar, veamos la siguiente analogía que traen los Maestros Jasídicos5 : un hombre estaba cargando un cofre muy pesado, y sus hombros le dolían tanto que estaba a punto de desistir. De pronto alguien le dijo: ¿sabes qué hay dentro de ese cofre? ¡Diamantes y perlas preciosas!

En ese momento, la carga se alivió por completo y recobró sus fuerzas.

Lo mismo es para nosotros: a veces sentimos que cuidar las Mitzvot es una carga pesada, pero si contemplamos en el tesoro que representan -un vínculo con Di-s- ¿qué puede ser más valioso?

Por eso nuestros Sabios enseñan que “La recompensa de la Mitzvá, es la Mitzvá”. Porque la recompensa de la Mitzvá es el vínculo y la unión (Tzavta) que se establece con el Di-s al cumplirla. Mediante esas órdenes, Di-s nos empoderó para ser uno con Él. Y cuando uno contempla profundamente este hecho —que un ser limitado, efímero, finito— puede unirse con el Ser Eterno, entonces comienza a apreciar el verdadero valor y privilegio de cada Mitzvá.

Cuando Rabi Levi Itzjak de Berdichev estaba recién casado, vivía en la casa de su adinerado suegro. Los suegros solían recibir muchos invitados y Rabi Levi Itzjak personalmente se encargaba de atender las necesidades de los invitados, preparando la paja para las camas, y vistiéndolas con sábanas.

Cuando su suegro se dio cuenta de esto, le preguntó por qué se molestaba en hacerlo si podían contratar no judíos para que lo hagan.

—Dime algo… ¿Te parece apropiado perderme el privilegio de hacer una Mitzvá y además pagar por ello?6