Estimados lectores:

Esta semana leemos sobre la mitzvá de la vaca roja. "Zot jukat haTorá", “Ésta es la ley de la Torá”. Se trata, probablemente, de uno de los preceptos más enigmáticos de todo el texto sagrado. Cuando una persona se impurifica, el proceso para purificarse implica sumergirse en aguas puras y ser rociado con las cenizas de una vaca roja.

Más allá de todos los detalles difíciles de comprender, hay algo que llama profundamente la atención: el propio cohen que se encarga de preparar las cenizas —quemando a la vaca— queda impuro y debe luego pasar por un proceso de purificación.

No existe ninguna otra mitzvá que comience con la frase “Ésta es la ley de la Torá”. Esto nos indica que hay aquí algo fundamental, algo que toca la esencia misma del judaísmo y de la filosofía de la Torá.

Cada uno de nosotros se esfuerza por fortalecer su conexión con Di-s, mantener su “libreta espiritual” impecable, sin manchas. El camino personal hacia el crecimiento espiritual exige disciplina: rezar en horario, estudiar Torá todos los días, cumplir las mitzvot con dedicación. Cada casillero bien marcado.

Pero ¿qué ocurre cuando vemos a otro judío que está perdido, confundido, que la vida lo llevó a impurificarse? En ese momento, el cohen tiene que arremangarse, dejar a un lado su túnica de lino, ponerse ropa sencilla y salir fuera del campamento. Tiene que ensuciarse, sabiendo que va a quedar impuro, sabiendo que va a tener que frenar —al menos por un tiempo— su propio camino espiritual, todo para ayudar a otro a volver a estar puro.

Eso es la esencia de la Torá.
Si lo único que te importa es tu propia huertita espiritual, si no estás dispuesto a ensuciarte —incluso a retroceder un poco en tu nivel personal— para ocuparte del otro, entonces no entendiste de qué se trata realmente toda la Torá.

¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy