La música está sonando a todo volumen, las paredes vibran y mi pequeña hija baila.
Él entra a la habitación, se queda observando a la niña, me mira y pregunta:
“¿Por qué está bailando?”
-“Es que la música está sonando,” le comento.
-Él es sordo.
-No puede oír la música. Pero confía en mí y me considera su amigo. Y ahora entiende porqué mi pequeña salta y mueve su cuerpo. Hay un motivo que explica sus extraños movimientos. La visita que nos hizo nuestro joven amigo fue una verdadera revelación para mí: hizo que tomara conciencia que existe una profundidad y una amplitud que van más allá de lo que experimentamos.
Nuestro amigo no es sordo de nacimiento y por lo tanto, gracias a D-os, puede hablar. Nuestra responsabilidad fue hacernos “oír”, empleando el lenguaje que él puede comprender. Nos fuimos arreglando entre la lectura de labios, el infalible y antiguo sistema de escribir mensajes con lápiz y papel, también usamos el lenguaje de signos con los dedos (dactilología) y la tecnología moderna de los mensajes de texto. Pero fue una experiencia muy diferente a la que estábamos acostumbrados. Le estoy agradecido a mi familia por su persistencia e ingenio para encontrar formas de comunicarnos con mi amigo.
¿Puedes imaginarte lo que significa no poder oír? ¿No escuchar el gorjeo de los pájaros o la bocina de un auto, el sonido de las gotas de lluvia, o el llanto de un bebé? ¿Compartir una mesa con un grupo de personas y no poder oír la conversación? Piensa en lo que significa usar el teléfono solamente para mensajes de texto, nada más. No poder escuchar el kidush, la havdalá, la lectura de la Torá. Imagínate lo aislada que se puede llegar a sentir esa persona.
Lo llevé hasta un café y me quedé esperando afuera. Salió en seguida, sin café, diciendo que se les había terminado. “Entonces ¿podrías haberles preguntado dónde queda el café más cercano?”. Encogiéndose de hombros, me dijo con naturalidad: “No puedo oírlos”. ¡Ah, no me di cuenta! De modo que volvimos a entrar y nos conformamos con un cappuccino helado.
Podrías pensar que es una persona triste o frustrada, ¿verdad? Nuestro joven amigo no es así. Se toma todo con calma, está lleno de vida, le encanta hablar y tiene un gran sentido del humor. Es inteligente, muy independiente y, por lo general, está de buen humor. Jugó con los chicos, construyó una casa con bloques y les leyó cuentos. Sus “dificultades” no fueron un impedimento para disfrutar de la vida y seguir adelante.
Entramos a una librería y me mostró el libro que se quiere comprar, historias referidas a cómo superar las dificultades que plantea la vida. Vocalizo, para que lea mis labios, que él puede escribir su propio libro.
Cuando observo cómo va controlando el curso de su vida me doy cuenta que yo también soy sorda, pero tengo otra clase de sordera. En realidad, hasta cierto punto todos somos sordos. No escucho los “movimientos extraños” de D-os. Es decir, extraños para mí. Sus acciones me dejan perplejo. Lo veo a Él y me asombro. “¿Qué estás haciendo, D-os? ¿Por qué esta persona está tan enferma? ¿Por qué soy tan pobre? ¿Por qué tuvo que nacer con un retardo mental? ¿Por qué te llevaste a mi padre, cuando aún era tan joven? ¿Por qué me has hecho tan débil? ¿Por qué perdió el avión? ¿Por qué tuvieron que estar en el accidente? Y así podría seguir enumerando mis interrogantes.
Me dicen que “la música está sonando”.
Ay, soy sorda. No puedo oír la música. Pero tengo confianza en Él. Hay una razón, hay un propósito. No necesito saber cuál es la música, ni tengo necesidad de escuchar la letra. La música ha sido definida como:“todo sonido o sonidos, que resulten melodiosos, agradables o armoniosos”. Eso es suficiente para mí. La música está a todo volumen. D-os está “bailando”. Sin embargo, la mayor parte del tiempo muchos de nosotros sufrimos de sordera. No podemos oírla. A pesar de esto, me reconforta saber que hay música.
La semana pasada tuvimos una clase práctica de paciencia y sensibilidad. Aprendimos que hay muchas formas de comunicarse. Nuestro amigo nos hizo ver que ser una persona alegre no depende de elementos externos. Vimos cómo tenemos la capacidad de transformar una limitación en una enseñanza y, si D-os nos da limones, podemos hacer con ellos una limonada y disfrutar de cada trago.
La revelación más importante fue precisamente poder ver esa realidad, tomar contacto con la forma en que se vive la sordera. Compartir una semana con mi amigo y su sordera, e internalizar las enseñanzas. Cuando tenga que enfrentar situaciones de penuria o dificultades no debería permitir que me destruyan y dejen abatido. Debería poder recordar que tienen un propósito, y ese pensamiento tendría que darme la fuerza para superar los obstáculos y continuar viviendo, creciendo con fuerza y prosperando, con alegría.
Es posible que mi mundo pueda estar “vibrando”. Sin embargo, debo tener confianza en que hay una buena razón para que sea así. Ojalá muy pronto llegue el día en que tendré la capacidad de oír sonidos melodiosos, agradables y armoniosos acompañados de las letras de las canciones, y comprender el razonamiento que hay detrás de nuestros desafíos. Pero, por ahora me alcanza con saber que la música está sonando.
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