Hace poco estuve en Buenos Aires y tuve la oportunidad de tomar un Taxi. Era de noche y me llamó la atención el hecho que el taxista no tuviera las luces prendidas.
En el transcurso de la conversación con el taxista le pregunté por qué andaba con las luces apagadas.
"Lo que pasa es que hay suficiente luz en la calle y no hace falta que las prenda para ver el camino," me explicó amablemente.
"Pero, ¿por qué conformarse con la luz de los demás y no generar la suya propia? Fíjese que con prender las luces de su auto, no sólo ilumina los pocos metros delante suyo, sino que agrega luz a toda la ciudad de Buenos Aires..."
El hombre sonrió, prendió las luces y poco después llegué a mi destino.
¿Por qué cuento esta historia tan aparentemente insignificante?
Creo que encierra una enseñanza muy interesante.
Cada tanto uno se pregunta para qué sirve lo que hace.
Hay distintas maneras de determinar el valor de lo que uno hace:
1) Una manera es medirlo según su valor utilitario, o sea si lo que hace agrega o no algo con valor tangible y medible.
2) Otra manera de medir el valor es según la satisfacción personal que genera. O sea, aunque no agregue nada de valor objetivo, se justifica por el valor subjetivo y personal.
3) Después hay otra clase de justificación: el simbolismo. A veces el hacer algo genera una energía y onda en el mundo que no es medible tangiblemente pero altera al mundo entero aunque sea imperceptible para el ojo no adiestrado. Fíjese, querido lector, que esta anécdota de la conversación que tuve con el taxista de Buenos Aires está siendo leída por Ud. y miles de personas más (espero…) y tiene la posibilidad de motivarlo para hacer algo concreto aunque se encuentre muy lejos del evento del cual estamos hablando…
El agregar luz propia en vez de conformarse con la luz ya existente, es una actitud que si fuera multiplicada por todos, alteraría al mundo entero hasta, inclusive, de una manera perceptible.
Somos creaciones divinas, cada una con la capacidad de iluminar al mundo de una manera única, y, como aquel taxista en las calles iluminadas de Buenos Aires, aunque brille el sol afuera, podemos agregar una luz propia y única para hacer de este un mundo mejor.
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