Hace poco, se casó el hermano más joven de mi esposa. Observando a la joven pareja me acordada todas aquéllas veces en la vida en que nos decimos a nosotros mismos: "Ok, ahora empieza. Ahora es de verdad."

Cuando nos graduaremos de la escuela secundaria —ahí es cuando empieza la vida. Después comprendemos que no; primero necesitamos tener nuestro título, primero necesitamos casarnos, pero luego nuestros amigos casados sonríen y nos dicen: "Esto no es nada, es simplemente jugar a las muñecas, esperen a tener su primer hijo, entonces entenderán de qué se trata la vida". Pero seguimos trabajando para que nuestra carrera levante vuelo, y cuando lo logramos, comprendemos que los verdaderos planes tendrán que esperar hasta que los chicos hayan crecido y sean independientes, para aprovechar esos años que nos quedan hasta jubilarnos, y podamos realmente hacer negocios...

Una vez el Rebe de Lubavitch realizo un farbrengen (reunión jasídica) en honor a un grupo de jasidim que volvían esa noche a Israel. A medida que avanzaba la tarde, también aumentaba la frecuencia con la que algunos de los asistentes miraban el reloj. El avión estaba programado para dentro de unas horas, y muchos de ellos todavía tenían que encargarse de algunos temas de último momento. Notando su ansiedad, el Rebe sonrió y contó la siguiente historia:

En la década del 20, durante los días más oscuros del comunismo en los que invertían denodados esfuerzos por desarraigar la fe judía en la Rusia soviética. El suegro del Rebe, Rabino Iosef Itzchak Schneersohn que encabezaba la red clandestina consagrada a mantener el judaismo vivo, era vigilado constantemente por la Yevsektzia y NKVD y seguido dondequiera que fuera. Todos sabiamos que era una cuestión de tiempo hasta que le cayeran encima.

" Una noche," contó el Rebe, "entré al estudio de mi suegro en su apartamento de Leningrado. Durante varias horas había recibido a gente en iejidut (audiencias privadas entre el Rebe y sus seguidores) —una agotadora tarea física y espiritual para un Rebe. En media hora tenía que salir para la estación donde tomaría un tren a Moscú para una reunión con un hombre de negocios extranjero, con el propósito de juntar fondos para apoyar su trabajo. De más está decir, que encontrarse con un ciudadano extranjero, un 'capitalista', y sobre todo para propósitos de judaísmo, era sumamente peligroso; en esos días, muchos perdían sus vidas por 'crímenes' mucho menores.

"Para mi gran sorpresa, encontré a mi suegro serenamente trabajando en su escritorio, arreglando papeles, como si estuviera en medio de un día de trabajo común. No había ningún rastro de varias horas de tensión al escuchar los problemas más personales y dolorosos de la gente, y ninguna señal del hecho que en media hora saldría para una peligrosa misión.

"No pude contenerme y le pregunté: 'Sé que el jasidismo de Jabad predica el principio que "la mente gobierna el corazón". Sé qué clase de educación recibió y cómo se entrenó en el auto-sacrificio por los judíos y el Judaísmo. ¿Pero a tal grado, que puede estar sentado a su escritorio en un momento así, como si no hubiera nada más en su agenda? '"

El Rebe Iosef Itzchak contestó a su yerno: "Nosotros no podemos hacer nuestros días más largos, ni podemos agregar horas adicionales a nuestras noches. Pero podemos aumentar al máximo el uso de nuestro tiempo considerando cada segmento de tiempo como un mundo en sí mismo. Cuando dedicamos una porción de tiempo—si es una hora, un día o un minuto—a cierta tarea, debemos estar totalmente inmersos en lo que estamos haciendo, como si no existiese nada más en el mundo."

Las enseñanzas del Jasidismo de Jabad dedican mucho estudio a la calidad de pnimiut. Entre jasidim, el cumplido más grande que uno puede hacerle a otra persona es decir que él es un penimi—alguien que posee el rasgo de pnimiut. El más grande insulto es llamar a alguien un jitzon, que significa que le falta pnimiut.

¿Qué es pnimiut? La palabra equivalente más cercana en idioma español es "interioridad". Pnimiut quiere decir integridad, minuciosidad y consistencia. Es el contrario de superficialidad y inexactitud. El penimi, no puede divorciar conocimiento de experiencia, y conocimiento y experiencia no pueden estar separados de la acción. Jamás encontrará sólo parte del penimi—su cerebro, su corazón, sus actos; más bien, siempre encontrará allí a la persona completa. El penimi no piensa meramente un pensamiento, experimenta un sentimiento, hace una acción—él los vive.

Cuando el penimi consagra una porción de tiempo—si es una hora, un día o un minuto—a una cierta tarea, está totalmente inmerso en lo que está haciendo, como si allí nada más existiese.

Esto no es decir que el penimi vive indiscriminadamente. Al contrario, la indiscriminación es la marca del jitzon. El penimi está profundamente consciente —consciente de las diferencias entre las cosas importantes y las de importancia menor, entre los medios y los fines, entre los recorridos y las metas. Pero en cualquier cosa que esté involucrado, está totalmente allí. Nunca sólo "lo hace" o "está encima de eso". Cuando está encaminado en algo, se inviste totalmente encaminado a ello.

La lectura de la Torá de esta semana registra los 42 viajes de los Israelitas a través del desierto—cuarenta y dos viajes que, según Rabí Israel Baal Shem Tov, se reproducen en los viajes personales de cada individuo a través de su vida.

Los 42 viajes son, por supuesto, las fases y los estadios de un Viaje mayor—el progreso de los confines de Egipto a la Tierra Prometida. Pero cada uno de los viajes es también una entidad hacia sí mismo—la Torá los llama "viajes" (masaot), no "estaciones". Nosotros no estamos aquí para atravesar la vida, la Torá nos está diciendo: estamos aquí para vivirla.