Es posible una relación cálida y cariñosa, tierna y cada vez más profunda entre el hombre y la mujer.

Existen dos clases de amor: el amor al prójimo, como compasión generosidad y sin abrir juicio, y un amor más profundo, el que se genera en una pareja:

"Soy para mi amado y mi amado es para mi" (Cantar de los Cantares 2:16). En hebreo el matrimonio se llama Kidushin- separado, santificado-: la relación de la pareja es buena, y santa a la vez. Se pertenecen solo uno al otro.

Una de las siete bendiciones matrimoniales habla de estos dos tipos de amor: ahavá- amor que tiene expresión física- y ajvá — es el tipo más universal de fraternidad que mencionamos antes-. En la relación de la pareja se hallan ambos, hay un equilibrio constante que combinan ahavá y ajvá, de manera tal que el matrimonio logra una poderosa dimensión espiritual.

Las aguas puras del manantial de la Mikve mantienen este jardín vivó y lo refrescan permanentemente.

Este es el amor santificado entre el hombre y la mujer. Es un jardín de deleites, de dicha, de belleza y de comprensión. Es tan poderoso que atrae la Presencia Divina.

Todo jardín debe regarse y cuidarse para mantenerse vivo y floreciente: así es el hogar, cuando es inspirado en las enseñanzas de Torá.