Las aguas del diluvio, esas "aguas malvadas" que Hashem hizo llover sobre el mundo, se dividían en dos tipos: a) aguas del "gran abismo"; b) las aguas que llovieron de las "claraboyas del cielo".

El diluvio, en términos generales, simboliza también la "lluvia de preocupaciones" que nos anega. Cada hombre tiene su diluvio, que perturba su paz y le molesta en el cumplimiento de su misión y función en el mundo. También en esto hay dos tipos de estorbos. Uno "del gran abismo"- las molestias físicas y materialistas, los problemas de la supervivencia y el sustento, así como las dificultades del día a día; y el otro tipo, "las claraboyas del cielo"- son las ocupaciones en temas "elevados", como ser la actividad por la comunidad y similares, que también ellas perturban al hombre en su función principal en el mundo- que es estudiar la Torá y cumplir sus preceptos- las mitzvot, como corresponde.

¿Cómo Distinguimos?

Desde cierta perspectiva es más fácil sobreponerse a las perturbaciones materiales, ya que el hombre sabe que constituyen algo negativo que estorba el cumplir la función central. Pero las perturbaciones por dedicarse a temas comunitarios pueden confundir, ya que al fin y al cabo se trata de temas positivos y benéficos. ¿Cómo puede uno, a pesar de ello, discernir entre las molestias positivas y las que entran en la categoría de "aguas malvadas"?

Existe un camino sencillo para distinguir entre las cosas: si estas ocupaciones, por más importantes que fueren, lesionan el apego del judío al Altísimo, impidiéndole cumplir con sus obligaciones en el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos tal como está estipulado en el Código de Leyes judío, el Shulján Aruj- entonces, se trata de "aguas malvadas".

Las Palabras Actúan como un Arca

¿Cómo salvarse de las "aguas maliciosas"? El camino a ello es idéntico a como el Altísimo salvó a Noaj del diluvio de agua en su sentido literal: "Entra... al arca, la Teivá" El término Teivá es interpretado por el Baal Shem Tov en el sentido de "la palabra". (Teivá en hebreo se puede traducir también como palabra)

Es decir, "entra... en la palabra"- introdúcete en las palabras de la Torá y de la Plegaria; rodéate con las palabras y la letra sagrada de la Torá y la Tefilá. Ellas constituyen un "arca" que ha de salvarte de los torrentes amenazantes del "diluvio".

Cuando el judío abre sus ojos por las mañanas, se dirige hacia el Sumo Hacedor y proclama: "Modé Aní- agradezco a Ti", luego pronuncia las bendiciones matinales y reza- debe "ingresar e introducirse" en estas palabras y meditar sobre su sentido.

Cuando estudia Torá debe esforzarse para que la Torá le enseñe a él, y no que él enseñe a la Torá.

Cuando uno se conduce de esta manera, quedará grabado en su fuero interior la conciencia de que el Altísimo es Quien maneja al mundo, Quien supervisa todo lo que acontece en él. Entonces comprenderá que el camino para el éxito, sea en temas materiales como espirituales, pasa por cumplir con la Voluntad Divina, y no- Di-s libre- por medio de generar las excusas más variadas. Cuando uno penetra en las palabras de la Torá y la Plegaria, y medita a conciencia en ellos, se recibe las fuerzas y la capacidad de superar los diferentes estorbos y molestias de las "aguas del diluvio".

Salvar a Otros

Pero esta orden de "ingresa en el arca" puede también confundir. El judío puede pensar que debe encerrarse en el arca, en un espíritu de "yo, a mi alma, salvé". Por eso a la par de ordenar "ingresa al arca", le dice Di-s a Noaj: "tú, tus hijos, tu esposa y tus nueras". Debes pensar en preocuparte que más gente llegue al "arca" y que también se salve a otros.

Hay aquí una instrucción eterna para todo judío: también si estás totalmente compenetrado con la conciencia de que el objetivo es cumplir con la voluntad de Di-s, aún tienes la obligación de bregar por otros judíos, que también ellos lleguen a ello. Sólo conduciéndose de esta manera puede alcanzarse el nivel de "Noaj era un hombre justo -Tzadik".

(Likutei Sijot, tomo 1 Pág. 5)