Nuestros Sabios1 Z"L dicen que los Patriarcas observaron la totalidad de la Torá. Sobre Abraham el Patriarca está dicho2 que incluso cumplió la práctica instituida rabínicamente del Eiruv Tavshilin (la designación de dos alimentos previo a la festividad para poder preparar de la Festividad para el Shabat inmediato). Se pregunta ¿entonces por qué no se apresuró también a cumplir un precepto tan importante como el de la circuncisión, y esperó hasta alcanzar la edad de noventa y nueve años cuando el Altísimo le ordenó circuncidarse?

La respuesta está en la comprensión de la diferencia entre los preceptos que cumplieron los Patriarcas antes de la entrega de la Torá, a las mitzvot que cumplimos nosotros después de haber sido dada la Torá. Es verdad que los Patriarcas cumplieron las Mitzvot, pero lo hicieron en el nivel de su fuerza personal. Eran Mitzvot a las que accedieron por su elevada capacidad de Tzadikim y hombres santos, pero al fin y al cabo hombres, con sus limitaciones naturales3 . A diferencia de ello, las Mitzvot posteriores a la Entrega de la Torá en el Sinai vienen de Di-s y por ende poseen una fuerza Divina que trasciende las limitaciones de la creación.

Palos como Tefilín

Hay varias consecuencias legales en la práctica judaica como consecuencia de este principio, y una de ellas es que nuestras Mitzvot santifican a la existencia material, a diferencia de las Mitzvot de los Patriarcas que quedaron sólo en el plano espiritual. Por ejemplo, cuando el judío toma cuero material y de éste hace Tefilín, ese cuero se santifica y se convierte en un elemento de Mitzvá; mientras que cuando los Patriarcas cumplieron Mitzvot con algún elemento material, la santidad no impregnó la materia del objeto y por ende no la santificó.

Está explicado en el Zohar4 , que cuando Iaakov el Patriarca, por medio de accionar con los palos (como se relata en Parshat aietzé5 ) hizo morar en el mundo la Luz Divina y sagrada de la Mitzvá del Tefilín. Es decir, que esa misma santidad que generamos por medio de colocarnos los Tefilín, la generó Iaakov a través de los palos. La diferencia radica en que los Tefilín siguen siendo sagrados también después de concluida su colocación, mientras que los palos quedaron simple materia como antes.

Esto se debe a que Iaakov el Patriarca cumplió la Mitzvá sólo con sus fuerzas y no con la fuerza de un mandato Divino, y un ser humano no posee la fuerza de generar un cambio en la realidad terrenal transformando un objeto material en uno donde se radica de manera permanente la santidad Divina.

Fuerza para los Hijos

Por el otro lado, las Mitzvot de los Patriarcas poseen una virtud especial, ya que ellos nos allanaron el camino y nos brindan la fuerza para cumplir los `preceptos posteriores a la entrega de la Torá5. Sobre esto dijeron nuestros Sabios Z"L6 : "Los actos de los Patriarcas son una señal para los hijos". No son sólo una señal sino también un legado de fuerzas para los hijos.

Es debido a ello que se precisaba que por lo menos una Mitzvá la cumplan los Patriarcas no con su propia fuerza sino con la fuerza de Hashem y por Su mandato. Esta era la Mitzvá de la circuncisión. Por eso Abraham no cumplió esta Mitzvá por propia iniciativa sino que esperó que Hashem la ordene, debido a que esta Mitzvá debía ser cumplida específicamente con la fuerza de Di-s.

Un Pacto en la Carne

Sobre el precepto de la circuncisión está dicho7: "y Mi Pacto estará en vuestra carne como pacto eterno". En esto se refleja el objetivo de todos los preceptos- que la santidad Divina ("Mi Pacto") impregne la existencia material ("en vuestra carne"), y permanezca ahí para siempre ("un pacto eterno").

A través de la Mitzvá de la circuncisión, todos los preceptos cumplidos por los Patriarcas pueden constituirse en señal para los hijos', y permitirnos, a los hijos, impregnar la santidad Divina en la existencia material, y así preparar al mundo entero para la completa Redención del Mashíaj.

(Likutei Sijot Tomo III Pág. 757)