¡Shalom uBrajá!

Recibí oportunamente su carta, en la que me escribe usted acerca de varias cuestiones que no comprende, cosas tales como el sufrimiento de su padre, etc.

A juzgar por su carta, sin duda es innecesario enfatizar con amplitud, en cuanto a usted, la idea que es obvia, a saber, que ciertamente no sorprende que un ser humano no comprenda los senderos de D-os, pues el ser creado y finito no puede, indudablemente, comprender al Infinito. Más bien lo opuesto sería causa de sorpresa, y sólo a la benevolencia de D-os se debe que El revelara al hombre determinados aspectos de Su Divina Providencia. Hay una ilustración simple: ciertamente, no sería razón de sorpresa el hecho de que un niño de cinco años no pueda comprender la conducta de un gran científico, pese a que alguna vez el científico fue un niño de cinco años, y el niño que ahora tiene cinco años podría crecer y volverse un científico más grande aún.

En otras palabras, el niño de cinco años está potencial mente en posesión de todas las cualidades del científico maduro, mas, pese a ello, no resultaría sorprendente que no pueda entender al gran científico. En cambio, el ser humano creado nada tiene en común con el Creador en cuanto a inteligencia y capacidad se refiere. Es sólo merced a la benevolencia Divina que ciertos aspectos de la Providencia de D-os le han sido revelados al hombre, incluyendo también el planteo acerca del sufrimiento, para el que podemos emplear una analogía similar.

Cuando se le dice a un pequeño niño que tome asiento y aprenda el abecedario, haga sus tareas escolares, etc., ello lo priva de salir al aire libre, a veces interfiere con sus comidas en horario, y también podría reducir sus horas de sueño, etc. El niño, al tiempo que obedece estas instrucciones, no lo hace porque se da cuenta de su sabiduría, sino porque no tiene opción en la materia, dado que es obligado por su padre, su madre o su maestro, a hacerlo. No se trata de un caso en el que su libertad se vea reprimida para que no vaya por allí quebrando cristales, o cometiendo actos análogos.

En lo que respecta al niño, verse privado del aire libre, el descanso, etc., se trata para él de un verdadero sufrimiento, que por consenso general se consideran cosas benéficas. Sin embargo, qué consideración merece el sufrimiento temporario del niño, aun de extenderse por días y meses, de compararse con el bienestar que disfrutará gracias a éste por el resto de su vida.

Un punto adiciona a recordar es el siguiente: cuando una persona que estuvo enferma sucumbe a la enfermedad, resulta evidente a toda persona normal que la enfermedad sólo pudo afectar al cuerpo físico. Obviamente, si hay algo que no marcha bien, por ejemplo, con la sangre del paciente, ello no puede afectar la vida espiritual del mismo y su alma eterna. En otras palabras, cuando el paciente sucumbe a la enfermedad, el vínculo entre el cuerpo y el alma ha tocado a su fin, pero el alma es eterna, y éste es uno de los fundamentos básicos del credo judío, así como de muchos otros.

En la Torá se explica y enfatiza a menudo que esta vida terrenal es sólo una preparación para la vida futura y eterna en el Mundo Venidero. Ello es también enseñado en la bien conocida mishná de Pirké Avot, que leemos y estudiamos en el curso de estos Shabatot. La mishná declara: "Este mundo es como una antecámara para el Mundo Venidero; prepárate en la antecámara para que puedas ingresar al salón" (4:16).

Ahora bien, cuando durante el tiempo en que la persona ha estado en la antecámara ha tenido lugar un período de sufrimiento, por intermedio del cual se obtendrá una ganancia infinita en el "salón", sin duda valdrá la pena. Es imposible describir las satisfacciones de la vida del alma en el Mundo Venidero, pues incluso en este mundo, mientras el alma está ligada al cuerpo, su vida se desarrolla en un plano infinitamente superior; cuánto más entonces es así una vez que el alma no es distraída más por el cuerpo.

Compare el júbilo y la felicidad de un niño cuando recibe una deliciosa golosina, con la alegría de un hombre de ciencias muy sabio y versado que logra resolver con éxito un problema científico importante. Una vez más, como se mencionara antes, hay cierto vínculo entre el niño y el científico, y todo es relativo. Pero en cuanto a lo que hace a la vida terrenal y la vida del alma en el Mundo Venidero, las diferencias no son en grado sino en especie, y no hay ningún denominador común entre los dos.

Al mismo tiempo ha de recordarse que el sufrimiento en la "antecámara", que no es más que un corredor hacia el "salón", es, después de todo, de carácter temporario, y la ganancia es eterna.

Por supuesto, usted podría preguntar '¿por qué están las cosas condicionadas de manera tal que para ganar más la persona tenga que renunciar a algo?' Sería lo mismo que el niño preguntando por qué debe renunciar a sus placeres al aire libre, etc. Pero, indudablemente, "privarlo" de ello no es un acto de crueldad hacia el niño.

Confío en que lo anterior bastará para responder a su pregunta. No obstante, si deseara analizarlo más, puede hacerlo con el Rabino... a quien menciona en su carta...

Con Bendición,

M. Schneerson