La autoevaluación puede ser un ejercicio delicado.

Por un lado, debemos ser extremadamente honestos. No aceptar la culpa y acusar a otros de nuestros errores puede ser un acto instintivo (¿a quién le gusta acusarse a sí mismo?), pero no nos llevan a ningún lado. Necesito enfrentarme a mis propios errores e insuficiencias, para aprender de ellos y transformarme en una mejor persona.

Pero ¿qué pasa con la alternativa? ¿Qué sucede si estoy tan inclinado a siempre ser honesto y encuentro culpa en mis propias acciones? ¿Qué pasa si me encuentro a mi mismo adjudicándome la responsabilidad por errores y "metidas de pata" colectivas? ¿Qué pasa si empiezo a definirme a mi mismo por mis defectos?

De cierto modo, ser duro con uno mismo puede hacerte sentir bien; contás con la emocionante virtud del ser "muy honesto", incluso si no fuera así.

Pero ese no es el camino verdaderamente auténtico. Una autoevaluación honesta me hará elevarme por encima de mis tendencias emocionales -ni negar la culpa ni asumirla -, para poder evaluarme objetivamente (tanto como uno puede llegar a serlo en relación a sí mismo). Si trato de alejarme de mis emociones para poder verme a mí mismo desapasionadamente probablemente me enfrentaré a una personalidad heterogénea: habrá ciertos aspectos que querré mejorar, y otros que querré seguir expandiendo y ejercitando.

Parto de la base de que encontraré estos dos aspectos porque soy humano, y todos los humanos somos heterogéneos.

Estoy describiendo un nivel de libertad interna: la libertad de autoevaluarse con honestidad, sin dejar que se entremezclen las emociones.

Justamente ahora este es un momento muy pertinente para enfocarnos en la libertad interna, ya que estamos en la época de Pésaj. Pésaj no sólo tiene que ver con nuestro pasado.

La historia de nuestros ancestros debe transformarse en nuestra historia. Por lo tanto, Pésaj es tiempo de libertad para el espíritu humano, es la temporada en la cual todos podemos dejar atrás nuestro propio "Egipto".

La vida está llena de "Egiptos" personales, aquellas fuerzas que nos reprimen e impiden la sana expresión de nuestras almas. Estos "Egiptos" son generalmente imposiciones que nos ponemos a nosotros mismos, ya sea en forma de miedos, ansiedades o percepciones.

La imagen que tenemos de nosotros mismos puede ser un "Egipto", ya que el hecho de tener una percepción contraproducente, realmente puede entrometerse en el camino de una vida llena de significado. ¿Hacia dónde podemos dirigirnos para una liberación personal?

Hacia la Matzá.

¿Por qué la Matzá? Porque la Matzá está hecha de harina y agua, pero debe ser preparada y horneada muy rápido, antes de que pueda crecer. Una vez que crezca se convierte en Jametz (leudado), y ya no sirve para Pésaj.

La Matzá es un simple pan chato, mientras el Jametz está inflado. La Matzá representa a la humildad, la entrega a la honestidad, mientras que el Jametz representa la expansión y el impulso emocional e indisciplinado.

Una importante lección para la libertad personal nos es enseñada en Pésaj por la Matzá: no dejes que tus impulsos, por más que sean virtuosamente elevados, se apoderen de ti. Siendo humilde, encontrarás la libertad para poder verte –y que te guste lo que veas- de manera honesta.

Otro motivo más para festejar en Pésaj.