"Este es el decreto de la Torá que ordenó el Altísimo, diciendo" con estas palabras abre la Torá el párrafo de la "vaca colorada", la Pará Adumá, con cuyas cenizas se purificaba a quien quedó impurificado por un muerto.
"Pues de la cabecera de las rocas- estos son los Patriarcas y de las colinas- estas son las Matriarcas" (Bamidbar Rabá 20:19)
La diferencia entre el padre y la madre es que el padre aporta al hijo su misma existencia en el nivel general, mientras que el desarrollo en detalles y órganos se lleva a cabo a través de la madre.
"Y tomarán para ti una vaca colorada" (Bamidbar 19:2)
Sólo de la vaca que hizo Moshé se guardó ceniza y los sacerdotes que preparaban las vacas siguientes debían purificarse y santificarse con la ceniza de la vaca que hizo Moshé Rabeinu.
"...y la décima la llevará a cabo el Rey Mashíaj, que pronto se revele, Amen que así sea Su Voluntad" (Rambam Leyes de la vaca colorada, fin del Cáp. 3)
No es el muerto el que impurifica, no es el agua la que purifica, sino que dijo El Santo, bendito sea, una regla establecí, un decreto decreté, y no tienes permiso para transgredirlo.
Uno de los procedimientos involucrados era tomar las cenizas de esta vaca, mezclarla con agua y salpicarla una cantidad de veces sobre una persona para purificarlo de la impureza de tocar un cadáver.