Uno de los temas más preocupantes en la sociedad hoy en día es el tema de la delincuencia juvenil. El debate central gira en torno a si bajar o no la edad de la imputabilidad como medida para desalentar la delincuencia. Sin entrar a opinar sobre dicha propuesta tan políticamente sensible, compartimos aquí una reflexión sobre una propuesta que ha dado resultados positivos en los EE.UU.: Un Minuto de Silencio. La idea consiste en empezar cada día de clase en las escuelas públicas con un minuto de silencio en el cual el alumno debe pensar sobre el propósito de la vida. El Estado no dictamina el contenido del minuto; esto lo definen los padres de cada alumno. El Estado simplemente impone la necesidad de pensar en el tema. Las estadísticas oficiales demuestran que en los estados en los cuales se ha implementado esta propuesta, ha bajado el índice de la delincuencia juvenil. Un buen retorno a cambio de “nada”
¿Me he quejado antes que la vida pasa demasiado rápido? ¿O sólo me estoy poniendo viejo? Hoy, me gustaría quejarme de un medio segundo. Sucedió demasiado rápido, pero todavía me continúa perturbando. En realidad, lo ¿ que me está perturbando es lo que no pasó. ¿Y qué es lo que no pasó? Bueno, “nada” es lo que no pasó, y no pasó en un momento en el cual realmente necesitaba nada.
¿Le es familiar ese medio segundo de “nada” del que hablo? Es la pausa en una conversación que le hace sentir que algo significativo está sucediendo. Esto implica que la otra persona está realmente escuchando y absorbiendo lo que usted le dijo. Y luego viene una respuesta profunda. Es sólo medio segundo, pero este pequeño “nada” tiene un significado profundo.
Esa pausa en la conversación es tan importante como las palabras que le siguen. Puede ser incluso más esencial. Mire los espacios en blanco entre las letras de esta página; ¿no son tan importantes como las letras mismas? La pausa en la música puede transmitir un mensaje incluso más poderoso que los acordes. El silencio le da importancia a lo que está alrededor de él.
El Talmud (Meguilá, 18) nos dice que si una palabra vale una sela (la moneda de esa época), el silencio vale dos. Con toda la información y el ruido que nos rodea hoy en día, pienso que el valor del silencio debe haber subido.
Hay una forma muy práctica y benéfica de aplicar este silencio. Por benéfica, me refiero a que puede elevar toda la base de nuestra sociedad.
Cada día de clases, decenas de millones de niños comienzan su día de estudio y crecimiento. Van directamente a sus estimulantes estudios de matemática, materias sociales, ciencia, Ingles, etc. Pero ¿qué significa todo eso? ¿A qué propósito sirve? ¿Qué harán con todo ese conocimiento y experticia cinco, diez y cincuenta años más adelante? ¿Lo usarán 26 para beneficiarse a sí mismos, a sus semejantes y al mundo en el que viven? ¿O harán este mundo un poco menos habitable?
En la historia de la humanidad (incluyendo la historia medianamente reciente) han habido sociedades que han sobresalido en lo académico pero han fracasado miserablemente cuando se trató de humanidad. De acuerdo a varios estudios recientes, incluso en nuestra propia sociedad nada realmente importa. Estamos educando una generación que gira en torno a derechos personales con valores morales débiles (una leve exageración).
Quizás lo que necesitamos es un poco de “espacio en blanco”. Un momento de silencio.
Podemos fortalecer a nuestros hijos con “nada”. Un momento al comienzo de sus días que le daría contexto y significado a las horas que siguen. Durante este momento, los niños podrían reflexionar sobre el propósito, sobre el por qué de su aprendizaje, en vez de únicamente en el cómo.
La pregunta obvia, por supuesto, es: ¿quién les daría ese propósito? Hace doscientos años, los norteamericanos decidimos que no queremos una religión del estado. No queremos que el gobierno le dé una guía moral a nuestros hijos. Esta es la causa por la que tenemos la “Cláusula del Establecimiento” en nuestra constitución ordenando la separación de la iglesia y el estado. Correcta o equivocadamente, esto significa que ningún maestro de escuela pública puede pararse al frente de la clase y hablar sobre un código moral de conducta predicado en base a la responsabilidad del hombre hacia una Autoridad Superior.
Es por esto que necesitamos un momento de silencio. La única instrucción que los niños de escuelas públicas tendrán de sus maestros es que deberían usar ese tiempo para una reflexión personal. ¿Y quién les dirá sobre qué pensar? ¡Qué buena pregunta! ¿Qué tal sus padres? Esto podría dar lugar a una consecuencia fenomenal no planificada: un diálogo entre hijos y padres sobre el propósito de la vida.
Para aquellos padres que así lo elijan, esta será una oportunidad para hablar con sus hijos sobre un Creador quien otorga vida y ante quién somos responsables. Y para todos los padres, será una forma de conectar los estudios académicos de sus hijos a los valores morales que desean transmitirles.
De esta forma, se puede hacer un espacio en la conciencia de nuestros hijos para un propósito superior de su aprendizaje. Lo peor que puede pasar es que sueñen con la misma cosa que sueñan en la clase de historia. Nada se pierde. Lo mejor que puede pasar es que nuestra próxima generación comience su día pensando en algo superior. A todos sus temas de estudio, y por supuesto a toda su vida, le dará contexto y propósito.
Nada realmente importa.
Únete a la charla