Iortzait es una palabra en Idish que quiere decir «aniversario ». Generalmente se usa en referencia al aniversario de la desaparición física de un ser querido.
¿Qué es lo que representa el aniversario del fallecimiento? y ¿Cómo se conmemora?
Según la perspectiva Jasídica y Kabalística, las fechas en nuestro calendario no son meramente conmemorativas, sino que son revividas. Todos los años, cuando llega una fecha hebrea vuelve a ocurrir – a nivel espiritual – y volvemos a revivir lo que ocurrió por primera vez en esa fecha. Así que en Rosh Hashaná, por ejemplo, no sólo recordamos la creación del hombre y su coronación de Dos como Rey del universo, sino que volvemos a coronarlo nuevamente como tal.
Del mismo modo, cuando llega la fecha del aniversario del fallecimiento vuelve a ocurrir lo que pasó en esta fecha. Para entender esto, hace falta explicar primero qué es lo que sucede cuando uno fallece.
Para poder entender qué es lo que sucede cuando alguien fallece, hace falta explicar primero qué es lo que pasa cuando uno nace, ya que el fallecimiento es el cierre de un ciclo iniciado por el nacimiento.
El nacimiento no es el momento en el que uno empieza a existir y el fallecimiento no es el momento en el que deja de existir, ya que uno existe antes de nacer y sigue existiendo luego de fallecer. Lo que sucede en el momento de la concepción es que el alma, que hasta ese momento existía sólo en un plano espiritual, se «viste» en su contraparte terrenal. Cada alma, que es una chispa Divina, existe para cumplir una tarea específica, posible únicamente por medio de su pasaje por la tierra por medio de su cuerpo y sus instintos. Resulta, entonces, que el nacimiento y el fallecimiento son nada más que un paréntesis que abre y cierra una etapa de su existencia.
¿Cuál de las dos etapas es mejor, la del alma antes y después de nacer o la que vive aquí en la tierra?
La respuesta es: Depende. Por un lado la Mishná (Avot, 4:17) dice que más vale un rato de buenas acciones en este mundo que toda la vida del mundo venidero y por otro lado dice en la misma Mishná que más vale un instante de placer en el otro mundo que toda la vida en este. ¿Qué, entonces, es mejor, un rato acá o un rato allá? De hecho no hay una contradicción, ya que hablan de dos cosas diferentes, acciones y placer. En el otro mundo no hay posibilidad de hacer nada. Es un mundo espiritual donde se puede percibir todo con mucha claridad pero no se puede hacer nada. En cuanto al placer, empero, no se puede comparar los placeres efímeros de esta vida con el tipo e intensidad de placer que uno obtiene en el otro mundo al percibir el valor de sus acciones en esta vida.
Resulta, entonces, que ambas etapas de nuestra existencia están relacionadas. El alma, antes de nacer ansia por nacer para poder hacer lo que allá arriba sabe valorar pero no puede realizar. En la etapa terrenal es el momento de superar todas las distracciones y hacer lo que uno debe hacer. Al finalizar su misión podrá disfrutar la satisfacción que viene al contemplar el valor de lo que hizo y poder decir «Misión Cumplida».
El día del fallecimiento, entonces, es el aniversario de la compleción de la misión de vida. Es el día en el cual el alma se desprende de su «Nave Terrenal », se libera de sus confines y «vuelve a casa». Cuanto mejor la persona, tanto más se extrañará aquí abajo, por supuesto, pero tanto mejor estará en su lugar en el Paraíso.
El día del Iortzait es el aniversario de dicha liberación y ascenso. Cada año, en esa fecha el alma vuelve a ascender a un nivel superior aún. ¿Qué implicancia tiene para con los familiares y allegados que siguen aquí en la vida terrenal? ¿Implica el ascenso anual un alejamiento mayor?
No exactamente.
Cuando hablamos de «ascenso » y «descenso» en relación a una entidad espiritual, no estamos utilizando los términos en el sentido espacial, ya que lo espiritual y lo espacial son realidades paralelas. Los términos «ascender» y «descender» en el contexto espiritual son sinónimos con «más tangible» o «menos tangible»; más intenso y menos intenso.
«Ascender», en el contexto del alma, implica volverse cada vez menos tangible y a la vez más intenso. O sea, se encuentra cada vez más, a su manera. En el día del Iortzait, los familiares y allegados al alma que está ascendiendo, buscamos conectarnos con esa alma y ascender con él.
Con esto podemos entender el porqué de algunas de las costumbres que se hacen en el día del Iortzait, como el prender una vela en su memoria que permanece prendida durante las 24 horas del Iortzait, dar más Tzedaká y hacer más buenas acciones de lo común en mérito del fallecido, estudiar Mishnaiot correspondientes a las letras que forman su nombre, y decir el Kadish.
La vela se prende porque la llama, que transforma la vela en luz, representa al alma, como dice el versículo (Proverbios 20:27): El alma del hombre es una llama Divina. La Tzedaká se da porque es por medio de la Tzedaká que uno más logra transformar lo material en espiritual, tarea principal del alma en la tierra. Se estudia Mishná porque las letras hebreas que conforman la palabra Mishná son las mismas que conforman la palabra Neshamá, alma. El estudio de la Mishná – especialmente aquellos capítulos que comienzan con las letras que conforman el nombre del fallecido – ayuda a nutrir e iluminar al alma. El Kadish se dice como proclamación de la síntesis de la misión de vida, tanto del fallecido como de los que siguen aquí en la tierra: agrandar y santificar Su gran nombre. Estas acciones dan expresión y reafirman a las tres columnas sobre las cuales el mundo y la vida se sostienen: el estudio de la Torá, la Tefilá y las Buenas acciones.
En el día del Iortzait se acostumbra visitar el lugar de descanso del fallecido para pedirle al alma del difunto su intercesión ante el Trono Celestial para que se cumpla lo que uno necesite y desee.
Ojalá merezcamos ver muy pronto la llegada del Mashíaj y la posterior resurrección de aquellos seres queridos que hoy no están físicamente con nosotros.
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