Ni hablar que la experiencia más traumática que un ser humano puede experimentar es la de perder un familiar o un ser querido. Deja un vacío imposible de llenar. Quizás las sensaciones más presentes son las de la impotencia y sentimiento de culpa. No se puede traer de vuelta al fallecido. No se le puede decir lo que no se le dijo en vida.

Son dolores muy profundos.

Veamos algo de las leyes y costumbres judías relevantes y la sabiduría que contienen y cómo sirven de herramientas por medio de las cuales poder lidiar mejor con la experiencia.

Hay varias sensibilidades que se respetan en las acciones que se realizan en el entierro y en los períodos previos y posteriores: 1) La vida del fallecido; 2) el vacío que deja; 3) la responsabilidad que ahora cae sobre los familiares.

Fórmula de consuelo

La fórmula tradicional con la que se consuela a los dolientes es: Hamakom Ienajem Etjem betoj Shear Aveilei Tzión V’Ierushalaim, o sea: Que el Omnipresente los consuele entre los que están de duelo por Sión y Jerusalem.

El Rebe, en una carta de consuelo enviado a Ariel Sharon al fallecer su hijo en un accidente, pregunta ¿qué sentido tiene consolar a alguien que perdió a un ser querido con incluirlo entre los que están de duelo por la destrucción del Templo de Jerusalem? ¿Cómo se compara la muerte de un ser humano con la destrucción de un edificio, por más sagrado que sea?

Responde que hay tres puntos de comparación que hace la base del consuelo.

1)La muerte, igual que la destrucción del Templo, afecta nada más que la dimensión física y externa, ya que la esencia sigue existiendo en el plano espiritual;

2)Aun la desaparición física es nada más que temporaria, ya que creemos en la resurrección de los muertos y tal como se reconstruirá el Templo físicamente, los cuerpos volverán a vivir;

3)Así como la destrucción del Templo es una tragedia que afecta y es lamentada por todo el pueblo judío, del mismo modo la muerte de cada integrante de nuestro pueblo afecta a todos y es más que un duelo personal.

Las tres consideraciones mencionadas ayudan a aliviar el dolor producido por lo que parecería ser una perdida permanente y puramente personal.

Dicho concepto es expresado también en la costumbre de romper la ropa y pronunciar la bendición correspondiente antes de salir al entierro. El romper la ropa expresa la idea de que lo que se afectó es nada más que la “vestimenta” del fallecido, ya que su esencia sigue existiendo. La bendición que se pronuncia declara a D-os como el “Juez de la verdad”, quien lleva a cada uno en el momento justo. No pretendemos entender Sus caminos; simplemente reconocemos nuestras limitaciones y humildemente los aceptamos como justos.

La muerte como estado provisorio

Lo transitorio de la muerte está expresado también en las preparaciones que la Jevra Kadisha le hace al cuerpo previo al entierro, lavando y vistiéndolo, preparándolo así para reencontrarse con su Creador y eventualmente para el día que vuelva a revivir. Se entierra al muerto en mortajas de lino blanco y cajones de madera simple ya que la muerte no es un estado permanente, también para no distinguir entre los ricos y los pobres. No se lleva nada de este mundo, salvo los méritos generados por las buenas acciones.

Seudat Havraa

En realidad, cualquier tipo de “digestión” de la pérdida puede ocurrir recién después de un tiempo. La reacción inicial natural es una de Shock total, sin capacidad de respuesta.

Dicha condición es reflejada en la primera comida que los dolientes deben comer luego de volver del entierro, conocida como Seudat Havraá, o comida de curación: Huevo duro o lentejas con pan. Tal como el huevo duro y la lenteja no tiene “boca”, así el doliente no tiene lo que decir ante su pérdida. La etapa inicial de tres días es de silencio y lágrimas. No se inicia conversaciones con el doliente. No se le invade su espacio.

Shivá

La siguiente etapa es el duelo que termina a los siete días. La neblina se levanta un poquito. Durante la semana de duelo, denominada “Shivá”, los dolientes no salen de la casa, se sienten en el piso o en sillas bajas. El golpe es duro. Los amigos vienen a la casa para los rezos y así hacen posible la recitación del Kádish. Es un favor para el alma del fallecido que se realicen los rezos en su casa, si es posible. Es recomendable asumir – en la semana de Shivá - la fundación de algún proyecto de beneficencia en mérito del fallecido.

Al terminarse la semana de Shivá, los dolientes vuelven a la rutina de la vida. Hay ciertas costumbres que se aplican hasta completarse el mes, conocido como el Shloishim.

El Kadish

El Kadish es una plegaria que no menciona nada de la muerte; simplemente reafirma que se agrande y que se consagre Su gran nombre, pidiéndole a D-os el bienestar para toda la humanidad.

Es la humilde aceptación y reconocimiento de la soberanía de D-os. Se recita durante 11 meses y luego cada año en el aniversario del fallecimiento.

Matzeivá

Se acostumbra colocar una lápida para marcar el lugar de sepultura. Tiene una doble función: 1) honrar el lugar de descanso del fallecido; 2) inspirar a quien pasa por ahí y se acuerda de la vida vivida. Las letras talladas en la misma deben contener el nombre hebreo del fallecido y el de su padre. Hay quienes agregan versículos de la Torá o textos que expresan lo resaltable de la vida de quien yace allí.

Visitas al Cementerio

Aunque se va desprendiendo cada vez más, el alma sigue siempre ligada a su cuerpo. Se acostumbra visitar al cementerio en ocasiones especiales para pedir a las almas de quienes yacen ahí para que intervengan ante el Trono celestial a favor de uno. Se acostumbra también invitar a los ancestros a los casamientos de sus descendientes.

Hay quienes tienen la costumbre de dejar una piedrita en la tumba como señal de respeto. No es una costumbre judía dejar flores ni en el entierro ni en visitas posteriores.

Concluyo con el deseo de que merezcamos pronto la llegada del Mashíaj y el posterior reencuentro con todos aquellos seres queridos que hoy no están con nosotros físicamente.