A fines del siglo XIX el autor norteamericano Mark Twain planteó lo siguiente1 :

"Si las estadísticas son correctas, los judíos constituyen el uno por ciento de la raza humana. Es como una nebulosa partícula de polvo dentro del polvo estelar perdido en la grandeza de la Vía Láctea. Realmente no debería escucharse casi nada acerca del judío, sin embargo, se oye acerca de él, y siempre se ha oído. Es tan prominente en el planeta como cualquier otro pueblo, y su importancia comercial está extremadamente fuera de proporción en relación a su pequeñísimo tamaño.

“Sus contribuciones a la lista de grandes nombres en el mundo en literatura, ciencia, arte, música, finanzas, medicina y el aprendizaje abstruso están también fuera de proporción en relación a la debilidad de sus números. Ha peleado de una manera excepcional en el mundo, en todas las épocas; y lo ha hecho siempre con las manos atadas detrás de su espalda. Podría ser vanidoso y ser excusado por ello.

“Los imperios Egipcios, Babilonios y Persas, crecieron, llenaron el planeta con sonido y esplendor, y después desaparecieron como parte de un sueño. Después aparecieron los Griegos y los Romanos e hicieron mucho ruido pero también desaparecieron. Otros pueblos han crecido y mantenido su antorcha prendida en alto por algún tiempo, pero finalmente se les apagó y ahora se encuentran en el crepúsculo o ya no existen. El judío los vio a todos y les ganó a todos. Es ahora lo que siempre fue, no ha mostrado decadencia ni envejecimiento, ningún debilitamiento de sus partes, ningún enlentecimiento de sus energías, ningún desafilamiento de su mente alerta y agresiva. Todo es mortal excepto el judío; todas las demás fuerzas pasan, pero él perdura.

“¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?"

Respuesta

En la lectura bíblica de esta semana, Balak2 , encontramos una pista para poder responderle al Sr. Clemens.

Balak, rey de Moav, vio que los judíos estaban acercándose a su territorio en camino a conquistar la Tierra de Cannan. Tuvo miedo que lo destruyeran tal como hicieron con los reyes vecinos Og y Sijón y sus pueblos.

Mandó buscar al hechicero Bilam, reconocido por el altísimo nivel de su profecía y el poder de las palabras que salieran de su boca.

El final de la historia es que en lugar de maldecir al pueblo judío, los bendice. Las palabras de Bilam contienen bendiciones del más alto nivel, algunas de las cuales fueron incorporadas en nuestras plegarias diarias, como también profecías que hablan de la historia del pueblo judío, su pasado, presente y futuro hasta el final de los tiempos.

Veamos algunas de sus perlas:

“Veo que [su fuerza] desde sus comienzos son [como] montañas y colinas; es una nación que vive sola, y no es considerada entre las naciones.3

El comentarista bíblico Rashi trae la explicación que los “comienzos” se refieren a nuestros patriarcas Avraham, Isaac y Jacob y a nuestras matriarcas, Sará, Rivká, Rajel y Lea. Es gracias a lo que heredamos de ellos que tenemos la fuerza inamovible e indestructible de “montañas” y “colinas”.

¿Qué es lo que heredamos de nuestros patriarcas y matriarcas que nos hace tan invencibles?

Fuerza “no convencional”

Las enseñanzas jasídicas4 dan la siguiente respuesta: Lo que heredamos de nuestros patriarcas y matriarcas es la capacidad del sacrificio personal y la abnegación personal y subyugación total ante D-os y Su voluntad.

Dicha capacidad no es convencional. Digo “no convencional” porque la fuerza “convencional” es resultado de grandeza y cualidades personales; cuanto más grande o más inteligente, tanto más fuerte. Esa clase de fuerza es una fuerza relativa, ya que triunfa hasta que venga uno que que sea más grande o más inteligente y tenga más fuerza. La fuerza judía inquebrantable, en cambio, viene de su “pequeñez”, de su capacidad y disposición de sacrificarse por valores más allá de lo que le conviene.

Podríamos quizás ilustrar este concepto con el siguiente ejemplo:

Imaginémonos un círculo y el punto del centro. El valor del círculo depende de su masa; cuanto más grande, más vale. Si llegase a achicar, perdería valor. En cuanto al punto del centro, empero, no hay manera de disminuir su valor. Siendo que su existencia no se define por el espacio que ocupa, de hecho es invisible, existe más bien a nivel conceptual, existirá de la misma manera aunque el círculo dejase de existir.

Del mismo modo, el valor y la fuerza del pueblo judío no está en el espacio que ocupa, sino en su adhesión a su rol y función cósmicos: ser portavoz de la consciencia e inspiración Divinas.

Pasado y esencia

Tuve la oportunidad de conocer diferentes lugares importantes de nuestro pasado e historia como Jerusalem, Jevrón, Ir David y Mezhibuzh. Me preguntaba, ¿Tine algún sentido viajar hacia el pasado, más allá de satisfacer la curiosidad? ¿Cuánta relación y relevancia tiene mi historia de hace siglos o milenios conmigo hoy en día?

Mi conclusión es que depende. Cuando uno se encuentra con su pasado puede que esté enfrentando algo que no tiene mucho que ver con él en la actualidad o puede estar encontrándose con algo que tiene mucho que ver con él: su propia esencia en su estado más original y que trasciende los tiempos. En otras palabras, no se trata meramente de encontrarse con sus antepasados, sino con aquello que comparte con ellos y que es el hilo conductor y común denominador a través de los tiempos.

¿Arrogancia o Paranoia?

Hay quienes insisten en que el pueblo judío es un pueblo igual a los demás pueblos del mundo, “ni mejor ni peor”. Creo que la historia ha demostrado y sigue demostrando que no es tan así.

Solo basta con enterarse del Item 7 de la agenda del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que requiere en cada sesión una discusión sobre las violaciones Israelíes de los derechos humanos. Israel es el único país que tiene ese “honor”.

“…es una nación que vive sola, y no es considerada entre las naciones,” dijo Bilam hace más de tres mil años, en los albores de nuestra historia como pueblo.

Me viene al recuerdo lo que escuché más de una vez de mi amigo Sr. José Jerozolimski, z”l: “Hay dos tipos de judíos, los que dicen ‘soy judío’ y los que les señalan y les dicen: ‘judío’”.

Así que podríamos responderle al Sr. Clemens que el secreto de la supervivencia del pueblo judío se basa en la particular naturaleza de su identidad y su adhesión a esa razón de ser. No es un pueblo más; es un pueblo distinto. Su fuerza no radica en la fuerza física o la astucia, sino en su adhesión - hasta con sacrificio personal - a su misión cósmica: reflejar y promover la voluntad Divina entre la familia de las naciones.