Era una mañana de domingo en Brooklyn y conducido por muy queridos amigos integrantes de la colectividad judía, nos acercamos a la casa desde la cual el Rebe Schneerson dirigía la multiplicidad de obras religiosas y culturales que fue creando a lo largo de su fructífera vida. Impresionaba la multitud de adeptos que llenaban prácticamente dos cuadras de dicho barrio neoyorquino. Luego de recorrer distintos pasadizos y trasponer umbrales muy bien vigilados, nos encontramos ante un hombre mayor que de pie saludaba, bendecía y aconsejaba a los centenares de personas que querían tener contacto con él.

Lo que más me impresionó y lo que más recuerdo del Rebe era el color de sus ojos y lo penetrante de su mirada que parecía mirar al interior de su interlocutor. Ligeramente encorvado inclinó la cabeza para mirarme y tuvo para mí palabras muy amables que por cierto conservo en mi memoria. Era un hombre menudo, aparentemente frágil pero con una voluntad y un intelecto tan poderosos como para haber organizado una fuerza religiosa que se extiende por casi todo el mundo. A partir de la escritura, del Libro Sagrado que es nuestro común denominador y nuestra raíz compartida, la influencia de los Lubavitch se extendió por todo el mundo pregonando el cumplimiento de la Ley y el ordenamiento de la conducta humana alrededor del mensaje recibido en el Sinaí. También en nuestra patria sus discípulos han realizado una obra importante que beneficia a nuestra sociedad y por la cual el Uruguay debe estar permanentemente agradecido.

Solamente una vez vi al Rebe, pero sus ojos celestes de mirada penetrante siguen grabados en mi memoria y son un mensaje de fuerza espiritual que realmente me conmovió.

Nota del Editor: En el siguiente video podemos la entrevista del Dr. Lacalle con el Rebe. Haga clic aquí para ver el video.