¿Has oído hablar de aquel GPS que fue ignorado tantas veces por su dueño que finalmente se enojó y le dijo: “en 200 metros, pare que me bajo”?
A medida que avanza la ciencia, va descubriendo más y más secretos de la naturaleza. ¿Ayudan estos logros a afianzar la fe en D-os o, por el contrario, la amenazan y la debilitan, y nos hacen prescindir cada vez más de Sus servicios?
Hay quienes creen que, a medida que vamos descubriendo el funcionamiento de más y más cosas, tenemos menos necesidad de atribuirlo a un Creador. ¿Es realmente así?
En la parashá de esta semana encontramos algo que nos puede ayudar a comprender mejor la relación entre la fe en D-os y la ciencia.
Cuando D-os encomienda a Moisés pedirle al faraón que permita la partida de los judíos de Egipto, pronuncia estas palabras: “Me manifesté a Abraham, Isaac y Jacob por medio de los nombres Kel y Shakai,1 pero no les hice conocer mi nombre de Havaie.2 Ve y dile a los hijos de Israel que soy Havaie y que los sacaré de la esclavitud egipcia”.3 El faraón, por su parte, una y otra vez niega conocer a Havaie.
¿Qué se entiende por los diferentes nombres de D-os?
Cada uno de dichos nombres representa una manera diferente de manifestación Divina. Los primeros dos representan como D-os se manifiesta por medio de la naturaleza, y el tercero representa como D-os se manifiesta, trascendiendo los límites de la naturaleza, por medio de milagros.
Esto nos ayuda a entender la conversación entre D-os y Moisés. “Me conocen por mis obras —planteó D-os— pero no directamente. Ha llegado el momento de manifestarme directamente (o sea, por medio de actuaciones sobrenaturales)”. En otras palabras, como lo expresara Maimónides,4 a medida que vamos descubriendo nuevos secretos de la naturaleza y meditamos sobre ellos, logramos una mayor apreciación de la grandeza de Su Creador. Indefectiblemente, dicha apreciación despierta en nosotros amor y reverencia hacia Su Creador.
Cuando un niño juega con una computadora, por ejemplo, solo registra la funcionalidad de la máquina, no ve lo que hay detrás de la pantalla. A medida que va creciendo, va entendiendo cada vez más cómo funciona y el impresionante conocimiento que debieron tener quienes la crearon. Este ejemplo sirve para ilustrar el desarrollo del vínculo entre la humanidad y el Creador. Cada nuevo descubrimiento nos muestra una nueva faceta de lo que hay “detrás de la pantalla” y lo maravilloso que es el responsable de la Creación.
Explican los kabalistas que es esta la esencia del enfrentamiento entre Moisés y el faraón. No se trataba de la mera liberación física del pueblo judío; lo que estaba en juego era la concepción de la relación Creador-Creación. Según el faraón, cuyo título en hebreo se relaciona etimológicamente con la palabra oref (‘nuca’), las leyes de la naturaleza son independientes de D-os e inalterables. “No conozco a Havaie” equivale a sostener lo siguiente: “No reconozco un D-os intervencionista. D-os no se involucra en las cuestiones terrenales. Aunque digamos que haya creado al mundo, desde entonces sigue por su cuenta… ¡Ahora mando yo!”
“Llegó el momento de refutar esa noción”, dijo D-os a Moisés. “Ve y dile (al faraón) que Yo te envié a liberar al pueblo judío de su esclavitud y que, si no te obedece, ya verá con sus propios ojos que yo efectivamente intervengo en lo que ocurre en la tierra”.
D-os se manifiesta en diferentes niveles; nuestro registro depende de los niveles de percepción que hayamos alcanzado. Cuanto más pensamos, más entendemos; cuanto más entendemos, más sentimos; y cuanto más sentimos, más queremos conectarnos y más queremos hacer para cumplir con el objetivo de este maravilloso regalo llamado vida. Ciertamente, hay quienes se conforman con lo que pasa en el nivel de la “pantalla”, sin darse cuenta (o siquiera querer hacerlo) de que hay algo detrás que la hace funcionar y está para cumplir funciones más importantes que el mero entretenimiento.
El arte de amonestar
Otra enseñanza interesante que surge en la parashá de esta semana se refiere al amonestar. Una de las responsabilidades que tiene el ser humano es amonestar al prójimo cuando ve que no se está comportando como corresponde. Pero amonestar es todo un arte; es lo que aprendemos del primer encuentro mantenido entre Moisés, Aarón y el faraón.
Cuando Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón reclamando la liberación del pueblo judío, este pidió una señal que demostrara que venían en representación de D-os. Aarón arrojó al suelo su bastón, el cual se transformó en una víbora. Los magos del faraón no se impresionaron e hicieron lo mismo. Entonces Aarón tomó su víbora y la transformó de vuelta en bastón. Termina la historia con el bastón de Aarón tragando a los bastones de los magos egipcios.5
¿Qué significa esta historia y qué nos enseña? Como mencionamos, el objetivo de la misión de Moisés y Aarón no era meramente la liberación física del pueblo judío; también era la liberación mental, es decir, refutar el modo de pensar dominante, representado en ese caso por la filosofía egipcia.
La víbora representa Egipto.6 Cuando Aarón arroja al suelo su bastón, demuestra que la fuente de la “víbora” (Egipto) es el bastón de Aarón, o sea, la fuerza y el poder Divinos. Al arrojar ellos también sus bastones al suelo y convertirlos en víboras, los magos pretenden demostrar que la existencia de Egipto proviene de sus “bastones”, de su propio poder. Ahora bien, con el acto de devorar el bastón de Aarón los de los magos, Aarón logra demostrar que todo el poder egipcio derivaba del poder Divino y se encontraba subyugado a él.
Hay aquí una enseñanza importante aplicable a nosotros. Cuando debemos amonestar al prójimo y demostrarle los errores que está cometiendo, es menester hacerlo como un “bastón”, secamente, y no como una “víbora”, con veneno. No hay que disfrutar de la tarea; hay que hacerla únicamente por responsabilidad y obligación moral. Siendo que la idea de amonestar no es descargar enojo y frustración sobre el amonestado sino mejorar su conducta, es fundamental tomar en cuenta su dignidad y sensibilidad sin por eso dejar de reprenderlo. Hay que amonestar con palabras suaves y racionales, y sin enojo.
Esta es la enseñanza en cuanto a cómo amonestar al prójimo. Cuando se trata de amonestarse a sí mismo, el bastón representa firmeza: hay que tomar resoluciones firmes para mejorar la conducta con mucha disciplina interior; no hay que tenerse lástima. También: debemos evitar ser mordidos por el “veneno” de la “víbora” personal que disfruta del autodaño. Hay que aproximarse al tema con una actitud muy fría, seca y racional: trabajar para mejorar la conducta personal, sin sentimientos de culpa injustificados, sino porque eso es lo correcto según el plan Divino.
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