¿Qué te pasa cuando las cosas no salen como a ti te hubiera gustado? ¿Te sentís mal? ¿Fracasado? ¿Desganado?

Esa reacción es natural. A la gente le gusta cuando las cosas salen como a ellos les gusta. Dándole una vuelta de tuerca más, uno se culpe a sí mismo cuando las cosas salen mal. “Si hubiera hecho tal o cual cosa, no pasaría esto.” “Si no fuera tan idiota…”

¿Cómo se hace para combatir dichas actitudes debilitantes y sentirse hasta empoderado y motivado por la adversidad y los fracasos personales?

Hablemos hoy de la humildad y la arrogancia, personificadas por Moisés y el faraón, los dos personajes centrales de la lectura de esta semana, Vaerá1 .

Los dos reaccionaron de maneras totalmente diferentes ante la adversidad. El uno con cada vez mayor sensibilidad y el otro con cada vez mayor insensibilidad. Moisés con su humildad salió triunfante y el faraón con su arrogancia y actitud de invencibilidad terminó derrotado.

A primera vista parecería que la arrogancia es sinónima de fuerza y la humildad de debilidad y en una contienda entre las dos, ganaría la arrogancia. No es así. Para nada. La arrogancia no tiene nada que ver con la auto estima alta y la humildad nada tiene que ver con un complejo de inferioridad. Es todo lo contrario. La arrogancia viene de una necesidad de proyectar fuerza para protegerse contra una sensación de debilidad y vacío interior, mientras que la humildad viene de una fortaleza interior que desafía al individuo a utilizar sus dones de la mejor manera. El arrogante cree que es superior, mientras que el humilde —que a la vez puede ser orgulloso— siente que lo que tiene es superior. El arrogante siente que no debe nada a nadie; al contrario: todos deben todo a él. El humilde siente que dado que tiene algo que los demás no tienen tiene un mayor deber hacia ellos que lo que tienen hacia él.

Esta diferencia de perspectiva desemboca también en actitudes personales muy diferentes. En referencia a los justos —que suelen también ser humildes—el rey Salomón afirma2 que “El justo caerá siete veces y se levantará”. En cuanto a los malvados —que suelen también ser arrogantes— encontramos3 que “los malvados están llenos de arrepentimientos”. A primera vista parecerían muy similares, tanto los justos como los malvados caen, se arrepientan. Pero en realidad hay una gran diferencia. El justo cae y se levanta, mientras que el malvado se levanta y eventualmente cae, en última instancia —si tiene suerte— se arrepienta de su conducta.

El malvado, el arrogante, se desmorona ante una situación que pone en relieve su debilidad o defecto, ya que entiende que es o debería ser perfecto e intachable. El justo, el humilde, no se asusta de sus defectos y debilidades, las ve como desafíos y misiones que Di-s le puso en el camino. Si se topa con un fracaso o una dificultad no es para deprimirse, todo lo contrario: es una señal clara de lo que debe hacer de aquí en más, el desafío puesto en su camino es prueba de que tiene las fuerzas necesarias como para superarla. No está en su camino para negarlo sino para reafirmarlo.

Moisés, al toparse con la adversidad buscó su causa, propósito y sentido y al encontrarlos le dio motivación y alegría, un propósito de vida, por más difícil que parecía ser. El faraón, por otro lado, creyó que todo lo que tenía era producto de su omnipotencia. No debía nada a nadie “No conozco a Di-s”, afirmó cuando Moisés le vino a transmitir lo que él debía hacer. Las dificultades y limitaciones no las soportaba. No encajaban dentro de su perspectiva de que era perfecto y omnipotente.

Al final, el “omnipotente” faraón perdió todo. Por más de que era rey y tenía todo, no tenía nada, ya que lo que el hombre más necesita es un sentido, propósito y razón de ser más allá de su intereses y satisfacciones personales, inmediatos y efímeros. La vida y el legado de Moshé, en cambio, sigue siendo vigente hasta el día de hoy.

Así que al herramienta de esta semana es: no te asustes de los desafíos. Cuanto más difíciles son, tanto más reafirma las fuerzas que tienes. Di-s no crea nada en vano, incluyendo cada coyuntura que te toca vivir. La arrogancia viene por lo que no tienes, la humildad viene por lo que sí tienes.