Entre los argumentos más convincentes que provocan la ansiedad y depresión son: “no sirvo” y “no puedo”.

Y generalmente vienen apoyados de una fundamentación ideológica.

1. Nací con esta naturaleza (de comer mucho, dormir mucho, etc.);

2. No puedo dominar mis impulsos (del enojo, envidia, etc.);

3. No importa el esfuerzo que haga; no corto ni pincho en la realidad global;

4. Si respeto límites, no podré realizar mis ambiciones personales.

¿Cómo se hace para salir de ese pozo?

En la lectura de esta semana, Mishpatim1 , leemos sobre cuatro categorías de daño2 y sus prototipos por las cuales uno es responsable. Son:

El “toro”, el “pozo”, el “hombre” y el “fuego”.

En la Torá aparecen como prototipos de daño a terceros por los cuales uno es responsable: 1) cuando el animal de uno sale a dañar; 2) cuando el pozo cavado por uno en el dominio público causa daño; 3) cuando uno mismo hace daño ex profeso; y 4) cuando un fuego encendido por uno en su propiedad sale de control y daña la propiedad de terceros. Cada uno de estos prototipos representa otro nivel de responsabilidad y su respectivas obligaciones reparadoras.

El Rebe —que su mérito nos proteja— explica cómo además de las implicancias físicas de dichas realidades, hay también una dimensión de daño espiritual implícita en ellas, cuatro excusas que uno suele dar para justificar su comportamiento dañino. Explica también cuál es la respuesta a cada una de las excusas.

No es el objetivo de este artículo entrar en ese aspecto del tema3 , sino aplicar los conceptos como herramientas para lidiar con los argumentos similares cuando provocan ansiedad y depresión y causan daño a uno mismo.

Muchas veces uno siente que no puede hacer nada para cambiar su manera de ser por alguno de dichos argumentos: es mi naturaleza así, no puedo controlar mis estallidos, no me siento relevante, las imposiciones legales/religiosas/sociales me impiden realizar mis ambiciones personales.

Sin entrar a analizar cada uno de lo argumentos, podemos ver una “herramienta” general que sirve como introducción a todos:

Hay que distinguir entre lo que uno es y lo que tiene. No es lo mismo ser perezoso que tener pereza; ser triste que tener tristeza. Es la diferencia entre día y noche. Si uno es “defectuoso”, es prácticamente imposible cambiarlo. Si simplemente tiene un defecto, será difícil superarlo pero no es imposible. Puede que sea el desafío más importante de la vida, pero al superarlo logrará expresar el potencial más importante que tiene.

Así es cómo Di-s creó al mundo. Nos dio desafíos para que tengamos la satisfacción al superarlos. Si quieres saber cuál es tu misión de vida, fijate cuál es tu desafío más grande. El logro más grande en la vida es vencer al adversario más fuerte y no un adversario más fuerte que uno mismo y su comodidad.