Zalmen ocupaba un puesto muy importante en la estación del ferrocarril. Como esta se encontraba en el cruce de dos líneas de trenes, para evitar los choques Zalmen debía mover un farol de lado a lado para avisar a los trenes en la distancia de la llegada de uno más cercano.

Un día chocaron dos trenes y todos culparon a Zalmen. Zalmen juró haber cumplido su responsabilidad de mover el farol de lado a lado.

—Eso sí: ¡menos mal que no me preguntaron si el farol estaba encendido! — suspiró con alivio.

Los movimientos que, aunque sean correctos, se realicen sin “fuego”, sin pasión, no tendrán el impacto buscado. La parashá Tzav nos recuerda la obligación de tener “un fuego perpetuamente encendido en el altar exterior; no se apagará”.1

Nuestros sabios explican la redundancia de algunas palabras del versículo de la siguiente manera: “fuego perpetuo”, incluso en Shabat; “no se apagará”, aunque el pueblo judío esté en condición de impureza ritual.

Debemos tener siempre encendido el fuego del alma. Aún aquel que se considera más elevado que los demás, “Shabat”, debe asegurarse de que su entusiasmo no se apague. Y aquel que cree que es “impuro” o inferior a los demás puede (y por lo tanto, debe) mantener vivo el fuego del alma, el entusiasmo y la alegría.

Cuentan del Baal Shem Tov que una vez, durante el crudo invierno ruso, salió de viaje con sus discípulos. En el recorrido pasaron cerca de un lago congelado, donde unos campesinos locales habían esculpido un ídolo en el hielo.

Los discípulos se dirigieron a su maestro: “Ud. nos ha enseñado que todo lo que vemos o escuchamos es por Providencia Divina y contiene un mensaje para nosotros. ¿Cuál es el mensaje para nosotros de ver un ídolo tallado en el hielo?

Respondió el Baal Shem Tov: “La enseñanza es muy clara. Hay que cuidarse de la frialdad (indiferencia) espiritual, ya que de allí a la creación de ídolos la distancia es muy corta”.

El judaísmo nos exige que sirvamos a D-os con calor y entusiasmo. Si el fuego del alma se apaga, si cumplir con los Preceptos se vuelve pesado y frío, hace falta buscar y con urgencia el combustible necesario para alimentarlo.

Los mejores combustibles para alimentar el fuego del alma son, por supuesto, el estudio de la Torá, la Tefilá y el cumplimiento de las mitzvot con el máximo potencial que se tenga.